La calle I
La calle I
El componente fundamental
La ciudades han evolucionado con tanta velocidad y fuerza en los últimos tiempos, que ha resultado prácticamente imposible seguirles de cerca la huella y reflexionar sobre su abrumadora transformación.
Esto nos permite por un lado quedar sorprendidos constantemente a propósito de los múltiples fenómenos que en esta ciudad se desatan, y por otro, disfrutar de un amplio campo de trabajo, en cuanto a comprensión e investigación de las urbes, que se ha convertido en una auténtica obsesión para muchos.
De entre todos los elementos por los cuales podemos interesarnos en la ciudad, quizás ninguno es tan sintético de los cambios a los que nos referimos como la calle misma. Este componente tan ordinario en la vida de todos puede ser la mejor radiografía para comprender cómo es que nuestras ciudades operan en la actualidad.
Y es que a veces olvidamos que las calles, o su forma en singular que suele contener la ciudad entera ‘la calle’, son la mayor parte del espacio público con que cuenta una ciudad. Una proporción que ronda 1/4 del total de la superficie de una ciudad son calles, y estas suelen representar más de 3/4 partes del total del espacio público que una urbe posee, es decir la mayor parte de la ciudad “colectiva”.
No son pocos los estudiosos de la ciudad que desde una enorme variedad de disciplinas se han dedicado al análisis de este elemento, desde lo histórico hasta lo funcional, de lo económico a lo estético. Lo que ha generado una paradoja; sabemos mucho de la calle como elemento y poco sobre su función en el conjunto. Quizás quienes mejor han descrito este vacío es una disciplina de la que podríamos esperar poco: la literatura.
Muchos escritores se han apoyado en la calle como factor de composición literaria, reconociendo de manera implícita su importancia como componente del imaginario y la conciencia colectiva. Paul Auster, Orhan Pamuk, Manuel Vazquez Montálban y otros muchos enormes literatos han usado la calle para describir la intrínseca relación que existe entre las personas, el lugar que habitan y la calle como el escenario colectivo por excelencia en nuestro tiempo.
La forma en que la literatura acude a la calle para plantear la estructura de la realidad del hombre es entonces quizás la forma más completa de atender este fenómeno bajo las circunstancias actuales.
Lo que hacen los escritores no es sino apropiarse del espacio de todos para describirse a si mismos. Porque todas, o casi todas las personas, –en particular en arco latinoamericano muy urbanizado– tenemos alguna referencia o vivencia referida a aquella estructura de arterias que nos permite desplazarnos por la ciudad. Son a la vez origen, tránsito y destino, pero también el inicio o final –depende de como lo queramos ver– de nuestra casa, negocio, o lugar de costumbre.
La calle es un lugar que colecta, que conecta a una sociedad que que se ha convertido más y más en un fenómeno urbano, entender cuál es su posición en la actualidad, la función o funciones que juegan las calles aquí y ahora.
Estas sin embargo han sido también la gran perdida que ha padecido la sociedad en tiempos recientes: la irrupción de la movilidad motorizada en la vida de las personas, combinado con el crecimiento sin control o bordes de las manchas urbanas transformaron el sentido y uso de estos ejes. Al grado tal, que hoy este componente vital de la ciudad ha quedado a disposición casi absoluta de las cosas que ruedan y de quienes caminan.
Este cambio que por obvio parece normal, ha significado sin embargo una transformación muy profunda hacia el interior de nuestras comunidades. Por un lado se ha perdido la mayor parte de la capacidad de las calles como espacio público. Jugar, charlar, comerciar, aprender y contradictoriamente hasta caminar, es en las calles de las urbes contemporáneas un reto que muchas veces resulta imposible de superar.
En el momento que retiramos a la calle la mayor parte de sus funciones comunitarias para sustituirías por otras alejadas de la vida social de las personas, la ciudad misma murió un poco.
Lo hizo porque aquellos elementos que ligaban la ciudad en lo físico y lo social, comenzaron a romperla. La calle es el lugar total por definición, el espacio a tomar en denuncia social y el mejor lienzo artístico, el paisaje común, es también posesión de todos y por esta razón es que de su compunción y salud depende tanto en nuestra actualidad.
Alimentación saludable para ti y nuestro planeta II
Alimentación saludable para ti y nuestro planeta II
¿Has probado algunos de los consejos que dimos la semana pasada? Ahora continuamos con más…
Come comida de verdad. Trata de evitar alimentos procesados. Cuando acompañes a tus papás al supermercado, lee los ingredientes de la comida que compras. ¿Sabes qué son? ¿Los puedes pronunciar? Este tipo de productos no son tan saludables como los alimentos que puedes reconocer.
Come el arcoíris. Comer alimentos de todos los colores te proporciona todos los nutrientes que necesitas para crecer saludable.
Menos empaque es mejor. Cada año se tiran hasta 40 mil millones de botellas de plástico. Las botellas de jugos y refrescos y los empaques de los productos que consumimos tienen un gran impacto en nuestro medio ambiente. Busca comprar productos que no tengan empaques o muy poco. Después, encuentra la manera de reciclar.
Consumir menos carne. No sólo es bueno para nuestra salud, sino también para el medio ambiente. La producción industrial de carne tiene un gran impacto ya que es necesario deforestar grandes áreas boscosas, requiere muchísima agua y produce muchos gases invernadero.
¡Disfruta la comida! Uno de los mayores placeres de la comida de verdad es cocinarla y compartirla con familia y amigos. Ayuda a tus papás en la cocina, invita a tus amigos y primos a cocinar contigo (y a limpiar también). Puedes pedir a tu abuelita a que te enseñe a hacer su platillo favorito. Vas a ver que cuando tú la preparas, la comida sabe más rica. Además, ¡cocinar es muy divertido!
Cerrando el vacío
Cerrando el vacío
Los niños de Monte Albán
Existen en las faldas de la serranía de Monte Albán una serie de asentamientos humanos que han sido generados desde la necesidad de encontrar un espacio habitable. Ahí, cientos de familias inmigrantes encontraron un lugar donde fincar sus esperanzas. Ahí también ha nacido una generación de nuevos urbanitas que ya no tienen el campo y la vida rural como referencia de vida. Son un grupo de transición que enfrentará un mundo al que sus propios padres desconocen en gran parte. Es con ellos con quienes pretendemos iniciar el proceso de transformación de estos sectores de la ciudad.
Para lograrlo, intentamos generar una ciudad pensada y articulada desde la infancia, a escala de estos pequeños habitantes de una urbe que los recibe siempre de forma agresiva. Sobre ellos recae corregir los errores que generaciones pasadas les hemos heredado.
La estrategia pretende generar un núcleo de equipamiento libre de autos, adaptado para ser accesible a todo aquel que se aproxime. En este lugar se busca incorporar un concepto de diseño que logre que las personas se encuentren de manera natural y casual en un entorno que favorezca la convivencia de los distintos grupos de edad, géneros y estratos sociales con la finalidad de que se construyan lazos fuertes entre ellos en las primeras etapas de la vida.
El planteamiento pretende involucrar en todo el proceso a los habitantes de la zona. Ellos participan en las decisiones que les competen desde el origen. Al grado tal, que son ellos quienes deciden qué tipo de equipamiento resulta necesario de acuerdo a sus circunstancias.
De esta forma, desde un planteamiento que contemplaba la introducción de machones verdes en el interior de los barrios marginales de la ciudad, hemos llegado a un modelo de espacio donde se integra la recuperación del jardín de niños, el desarrollo de un parque con distintos niveles de uso y ocupación, así como un corredor arbolado con el cual pretendemos conectar otras partes del poco equipamiento con que cuenta el barrio.
Considerando siempre la participación activa de los habitantes del lugar en todo el proceso, se pretende crear espacios urbanos y arquitectónicos que integren la aplicación de técnicas de reciclado de PET, de llantas usadas de automóvil, empaques metalizados, etc. Asimismo se busca la captación de aguas pluviales y la siembra de huertos urbanos. Estas prácticas nos permiten no sólo construir un lugar, sino también un concepto de barrio y espacio habitable.
Pero sobre todo, se tarta de edificar un espacio digno, donde niños de una nueva generación acudan a recibir su primera formación en la vida, sin olvidos ni resentimientos.
De esta manera, un discurso largamente repasado puede convertirse en realidad mediante la participación de los que debieran ser los primeros interesados en generar cambios que mejoren las condiciones de este y otros lugares que adolecen de problemas similares: sus propios habitantes.
Cada paso que se da representa un pequeño esfuerzo que se suma a una larga cadena de eventos que iniciaron con una pequeña idea concebida hace un poco más de ocho años. Pensada y puesta en práctica por un grupo de personas comprometidas con esta ciudad que creen que es posible transformarla en un lugar mejor.
Este es el por qué de una institución como La Casa de la Ciudad. Sin este contenido se convertiría en un conjunto de muros antiguos y maderas oscuras que no sería posible identificar de cualquier otro de los cientos de edificios del tipo que arman el Centro Histórico de la ciudad. Y es por el compromiso que existe con este proceso de transformación y reconstrucción del mañana, que vale la pena cada día intentar cambiar un poco nuestro espacio vital.
Alimentación saludable para ti y nuestro planeta I
Alimentación saludable para ti y nuestro planeta I
¿Qué tiene que ver cuidar de nuestra alimentación y cuidar el planeta? Nada más y nada menos que todo. El proceso completo de los alimentos, desde que se cultivan hasta que llegan a tu mesa, contribuye a la tercera parte de todas las emisiones de carbono. ¿Sabías que la agricultura es la industria que usa más tierra en todo el mundo? Además, los fertilizantes y pesticidas que se usan comúnmente en la agricultura industrial contaminan ríos y lagos, lo que afecta a todos los seres vivos que están cerca.
Pero las buenas noticias son que como tod@s comemos todos los días, tod@s podemos hacer algo para mejorar esta situación. Aquí te vamos a dar algunas ideas que puedes practicar con tu familia.
Consume productos locales. Esto quiere decir que hay que tratar de comprar productos que se hayan cultivado cerca de donde vives. Así, no sólo apoyas a tu comunidad y consumes alimentos de temporada (que son más sanos). Además son más baratos, ya que el costo de transporte es menor y también se contamina menos porque no se tienen que transportar tan lejos.
Termina tu comida. Casi la mitad de los alimentos se tiran. Esto es un gran desperdicio no sólo de la comida en sí, sino también del agua, energía y tierra que se usaron para producirlos. Además, a menos de que tengas composta en casa, la comida que llega a los basureros produce gas metano, que contribuye al calentamiento global.
La siguiente semana continuamos con más…