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La fuente gris

La fuente gris
por Pedro Pablo Sacristán

Había una vez un niño que cuando paseaba por el bosque escuchó un triste lamento, como si lloraran cantando. Siguiendo el ruido llegó hasta una gran fuente, misteriosa y gris. De su estanque parecía surgir aquel sollozo constante. Al asomarse, entre las sucias aguas de la fuente vio un grupo de peces grises girando en círculo lentamente. De sus bocas surgía un sollozo con cada vuelta.
Divertido por la situación, el niño trató de atrapar uno de aquellos peces parlantes, pero al meter la mano en el agua, se le volvió gris hasta el codo y una enorme tristeza le invadió. Al tiempo comprendió enseguida la tristeza de aquellos peces: sentía lo mismo que sentía la tierra. Se sentía sucio y contaminado. Sacó la mano del agua rápidamente y se fue corriendo. Pero su mano siguió gris y siguió sintiéndose triste.
Probó muchas cosas para alegrarse, pero nada funcionaba. Un día se dio cuenta de que sólo devolviendo la alegría a la tierra podría él estar alegre. Desde entonces se dedicó a cuidar del campo, las plantas, el agua, y se esforzaba porque todos obraran igual. Y tuvo tanto éxito que su mano fue recobrando el color y, cuando el gris desapareció completamente y volvió a sentirse alegre, se atrevió a volver a ver la fuente. Desde lejos pudo oír los alegres cantos de los peces de colores, que saltaban y bailaban en las cristalinas aguas de aquella fuente mágica. Y así supo que la tierra volvía a estar alegre, y él mismo se sintió de verdad alegre.

El respeto a la naturaleza

El respeto a la naturaleza

Uno de los valores más importantes que podemos tener en nuestra vida es el respeto hacia nosotr@s mism@s y los demás seres humanos. Aceptar que tod@s somos personas con cualidades, gustos e ideas diferentes y que tod@s somos valiosos es muy importante para poder convivir en armonía.

Pero, ¿así como respetamos a l@s demás, respetamos a la naturaleza? Aunque los humanos somos una parte muy pequeña, el impacto que nuestras actividades tienen en la Tierra es enorme. Prácticamente podemos decir que no hay lugar en nuestro planeta que no haya sido afectado por alguna acción humana.

Además, muchas de las cosas que hacemos como tirar basura, gastar agua, cortar árboles, entre otras, pueden ser muy dañinas para la naturaleza y la vida que depende de ella, incluyéndonos a nosotros.

Si aprendemos a respetar a la naturaleza, dándonos cuenta de que tanto las plantas como los animales son seres vivos que merecen que los tratemos igual que nos gustaría que nos trataran a nosotros, estaremos dando un gran paso para conservarlos, lo cual hace que nuestras vidas sean mejores, más bellas y más sanas.

A continuación te damos algunas ideas:

  • Evita tirar basura en calles, parques, banquetas…
  • Cuida el agua cuando te bañes, laves los dientes o ayudes en las tareas domésticas.
  • Respeta la vida de plantas y animales: no cortes las hojas de los árboles y plantas, cuida a tus mascotas si las tienes, o a cualquier animalito que te encuentres en tu casa o en la calle, incluyendo insectos, pájaros y reptiles.

Jardín

El contacto con la naturaleza siempre ha sido importante. Ahora vamos a ver cómo eran los jardines en otras partes del planeta.
En los jardines árabes, el agua y la sombra obviamente tienen una gran importancia, ya que el clima es seco y árido. Tradicionalmente, un jardín islámico es un lugar fresco para descansar y reflexionar, por lo que cuentan con lugares cómodos para sentarse. Por lo general estaban rodeados de muros y canales de agua los dividían en cuatro partes. Al centro había un estanque o pabellón. También había riachuelos y fuentes y estaban decorados con mosaicos y azulejos. Sembraban árboles frutales como naranjos, dátiles, higos, almendras, chabacanos, manzanas, peras, membrillos y duraznos. Sus flores preferidas son las rosas, narcisos y violetas.
Los jardines chinos, por otra parte, no están diseñados para verse por completo en un instante. Mientras el visitante va avanzando, va disfrutando de diferentes “cuadros” perfectamente compuestos. También estaban rodeados de muros blancos, que servían de fondo para las flores y los árboles. Usualmente al centro del jardín había un estanque. Un jardín típico tenía plantas, árboles y rocas.
El jardín tenía múltiples funciones; se podía usar para banquetes y reuniones. También para disfrutar de un espacio tranquilo para pintar, escribir poemas, tocar música o leer.
Y a ti, ¿cómo te gustaría que fuera tu jardín?

La historia de los jardines II

La historia de los jardines II

En la Edad Media, los conventos y monasterios tenían grandes jardines en los cuales cultivaban hortalizas para consumo propio, así como plantas medicinales para su uso y estudio.
En el siglo XIII, las clases altas comenzaron a cultivar jardines de esparcimiento, donde podían disfrutar del contacto directo con la naturaleza. Estos jardines tenían grandes murallas para prevenir la entrada de animales salvajes. En los siglos siguientes, se comenzaron a plantar hierbas de olor, árboles frutales y flores aromáticas.
Después del Renacimiento, en los siglos XVI y XVII, se retomaron ideas del mundo clásico, Grecia y Roma, y las aplicaron a los jardines, enfocándose en la simetría, proporción y equilibrio. También se adornaron con esculturas, fuentes y bromas con agua (donde se sorprendía a los visitantes con chorros de agua, ¿te imaginas?). También se formaban laberintos con plantas y árboles.
En el siglo siguiente, la gente se comenzó a rebelar contra los jardines “formales”, ahora preferían jardines con un estilo más “natural”. Comenzaron a haber jardines para pasear, aunque sólo podían ir las personas de clase media y alta, ya que había que pagar para entrar. Si los pobres tenían jardines, era para sembrar plantas comestibles.
A partir de la Revolución Industrial, con el crecimiento de las ciudades y las malas condiciones en las que vivían los trabajadores, las autoridades comienzan a crear parques públicos para que todos los habitantes pudieran tener lugares bonitos para pasear y estar cerca de la naturaleza.