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Oaxaca

Oaxaca
La ciudad desigual

Habitamos un continente inmensamente rico en prácticamente cada aspecto del que podamos hacer referencia. Cuando se hace un balance general y macro de la realidad que afecta a los millones de latinoamericanos que habitamos de norte, centro y sur de América, notaremos que el balance es más menos positivo. Los grandes números casi siempre cuadran, pero a la escala de las personas no siempre es así.

América Latina no es una región pobre en lo económico. Por el contrario, muchas de las grandes economías se encuentran aquí y es uno de los polos de expansión y desarrollo más prometedores del planeta. Sin embargo esta condición no se ha distribuido de manera igual en los diversos grupos sociales que componen el espectro continental.

Somos también el continente más urbano del planeta. Junto con Canadá y Estados unidos, los dos gigantes Norteamericanos, agrupamos una población de 909 millones de personas, más o menos el 15% de la población total del planeta. De estos, el 82 % habita en ciudades de todos tamaños.

Por lo que la desigualdad en la distribución de la riqueza, en pocos contextos se refleja mejor que en las ciudades que abarcan nuestro territorio sin importar su escala. Una ciudad como Oaxaca, al sur de México, no es la excepción, sólo que aquí las evidencias de este desfase son más contundentes por lo grave de su estado general.

Oaxaca, junto con Guerrero y Chiapas, son los estados más pobres del país según las cifras que maneja el INEGI. Esta realidad, poco envidiable, se deja ver en sus ciudades capitales.

El que la capital de nuestro estado se encuentre al fondo de este listado acarrea una serie de graves consecuencias. Un reporte recientemente publicado esta vez por el CONAPO sobre el Índice de Marginación Urbana arroja números igualmente poco alentadores. Aunque editado este año, este Índice se armó con datos del Censo 2010 y manifiesta resultados que es importante tomar en cuenta.

Según la información que maneja el CONAPO, más de la mitad de la población de nuestra zona metropolitana, estimada en unos seiscientos mil habitantes, tiene un nivel alto o muy alto de marginación. Un 30 % está en el rango de marginación medio y sólo el 20% del total se ubica en el rubro del bajo o muy bajo. Hay que tener en cuenta que incluso una nota media en cuanto a este indicador no es un dato alentador.

La conclusión es que la ciudad de Oaxaca manifiesta una clara desigualdad social en cuanto a la calidad de vida de sus habitantes y las expectativas de futuro de los mismos. El asumir este estado y comprender la necesidad por generar cambios de fondo que reviertan estos números hacia un mejor estado de bienestar debiera ser un compromiso que nos lleve a una ruta constate hacia el progreso que anhelamos.

Las fórmulas no son simples y mucho menos inmediatas, pero requieren que a la brevedad se inicie un proceso de transformación en cuanto a objetivos y políticas públicas que impulsen el desarrollo metropolitano de la ciudad.

Quizás la primera tarea pendiente que tenemos hacia adelante es precisamente el reconocimiento de la escala misma de la ciudad y su problemática. Es imprescindible entender los procesos de interacción colectiva que los distintos municipios y unidades políticas que se integran en el territorio de la ciudad, así como buscar formas de organización que ayuden a su gobernanza y la toma de decisiones colectivas que afectan a todos los habitantes de la urbe en lo general.

La segunda tarea pendiente tiene que ver con la selección de los programas y proyectos de inversión que la ciudad requiere. Por largo tiempo hemos visto como en medio de las grandes crisis de sistema que sufren las urbes como la nuestra no hemos sido capaces de proponer un esquema de inversión en infraestructuras y servicios que atienda los grandes rezagos que la aqueja. De todos el más evidente e injusto seguramente es el acceso de agua potable de buena calidad.

La ciudad de Oaxaca de Juárez ha dejado ya hace un tiempo de ser un pueblo grande. Se trata de una ciudad complicada y polivalente que es necesario entender y administrar mejor. Sólo con trabajo en colectivo, un adecuado reconocimiento de sus problemas y la puesta en marcha de soluciones creativas y justas, tendremos la oportunidad de aspirar a reducir los niveles de desigualdad que muestran los números oficiales y que por crudos lastiman tanto.

El solsticio de verano

El solsticio de verano

¿Alguna vez te has preguntado por qué los días son más largos en verano y más cortos en invierno? Cada año, alrededor del 20 o 21 de junio experimentamos el solsticio de verano,   que es el día más largo del año. En diciembre 21 o 22, por el contrario, experimentamos el día más corto del año, que es el solsticio de invierno.
Para los que vivimos en el hemisferio norte, el solsticio marca el momento en el cual la Tierra está más inclinada hacia el Sol, y a partir de ese momento los días comienzan a ser más largos. Lo opuesto sucede en el hemisferio sur.
La palabra solsticio viene del latín y significa que el sol “está quieto”.

Celebraciones

Diferentes culturas han celebrado los solsticios desde hace milenios. Ya que nuestros ancestros dependían de las estaciones y el clima para alimentarse, le prestaban especial atención.
Los celtas, por ejemplo, encendían fogatas para aumentar la energía del Sol. En China se conmemora el día celebrando a la diosa Li, responsable de la luz.
Te invitamos a celebrar el inicio oficial del verano (y la próxima llegada de las vacaciones). Puedes ir a nadar, hacer una comida especial, salir a pasear en la naturaleza… hay muchas opciones para disfrutar la llegada del verano.

Planes, normas, reglamentos

Planes, normas, reglamentos
Su función en la ciudad

Cuando miramos nuestra urbe en toda su magnitud con ojos de observador inerte, notaremos en casi cualquier ángulo un perfil de ciudad sobrecargada y un tanto desolada que le caracteriza en la actualidad. El paisaje es una construcción social de la percepción que tenemos de nuestro entorno, y pese a algunas constantes casi universales, se le ha considerado y valorado de distintas maneras a los largo de los siglos.

En nuestros días, ante la omnipresencia de un modelo de urbanización extensivo y agresivo con el medio ambiente, el paisaje urbano lo constituyen un perfil de construcciones de baja altura que se han venido acomodando en cada metro cuadrado que el territorio ha dejado disponible, creando una visión poco sustentable de una ciudad que alberga a miles de personas en circunstancias muy desfavorables.

Pero quizás los factores sociales y políticos que han permitido la constitución de este paisaje son un fenómeno más interesante de discutir que el paisaje mismo. Uno de estos factores se destaca entre todos y lo hace paradójicamente por no estar presente: se trata de la regulación y normalización de la actividad urbana en el territorio de la ciudad.

Y cuando hablamos de su ausencia nos referimos más a un plano práctico que material. La ciudad de Oaxaca cuenta con planes de desarrollo urbano desde finales de la década de los setenta, justo cuando iniciaba la desesperada carrera de la ciudad por convertirse en una urbe metropolitana que empezaba a conurbar otros municipios y a rebasar límites físicos y socio-políticos.

Desde la edición del primer plan, otros muchos con distintos nombres y orientados por diversos organismos, según la moda del momento, le han venido sucediendo, hasta finalmente intentar llenar el vacío que deja el implacable ascenso del modelo urbano expansivo de la ciudad. Sin embargo, y después de muchos, pero muchos planes de todas las escalas, podemos afirmar con muy poco riesgo a equivocarnos que de poco o nada han servido para orientar el desarrollo de Oaxaca.

Por el contrario, resulta en la práctica evidente que las normativas que aplican al entramado urbano en la actualidad tienen dos constantes muy negativas: castigan fuertemente a aquel que pretende hacer las cosas por la vía normativa, y son omisos con aquellos que evaden el cumplimiento de las reglas, o están respaldados por individuos o grupos poderosos.

Podríamos citar multitud de ejemplos al respecto, pero por no ser ese el tema de fondo lo dejamos mejor a las experiencias que pueda acumular cada lector. Lo cierto es que esta constante omisión ha acarreado a la ciudad muchos y graves problemas que a medida que se expanden y multiplican se hacen más complicados de resolver.

Sin duda alguna, una buena parte de la razón por la que estos planes y normas no han tenido éxito en la práctica tienen que ver con factores variados, pero hay uno en particular que queremos resaltar. Estas ordenanzas son en la mayor parte de los casos regulaciones que pretenden ser generalizantes –por no decir simples copias– y omiten las condiciones sociales, económicas política y fisiográficas particulares de esta y cada ciudad.

Suponer que el desarrollo urbano de una ciudad como León o Querétaro, tiene las mismas prioridades que el de la ciudad de Oaxaca es un error de entrada. Personalmente dudo mucho que las ciudades del arco sur del país puedan ser estudiadas y controladas como lo son las del resto del país, las diferencias demográficas y del territorio son simplemente radicales.

Un plan que intente regular la estructura y problemática de una ciudad tan compleja como esta debería de arrancar desde su diversidad de personas, de formas de organizarse, de conflictos, de necesidades etc. Detenerse en el reconocimiento de su territorio y el reconocimiento de los problemas inmediatos que enfrenta su población que aunque son como los de otras muchas ciudades, no son los mismos.

Seguir reproduciendo normativas, que igualmente han fracasado por razones parecidas por todo el país, no va a llevarnos a un buen final, según la experiencia acumulada en los últimos 30 años.

Y es que pese al globalización y el intento de los gobiernos de omitir nuestras particularidades, las ciudades siguen proyectando lo más complejo de las sociedades en toda su contradicción. Si pretendemos avanzar en la superación de los conflictos que la limitan, deberíamos empezar por aprender a acotar eso que debe ser acotado, una vez que tenemos claro lo que debe ser entendido.

twitter: @Gustavo_MadridV

El pizarrón mágico

El pizarrón mágico
Por Pedro Pablo Sacristán

Iba una vez un niño caminando por un bosque, cuando sobre un viejo árbol encontró un gran pizarrón, con una caja de gises de cuyas puntas salían brillantes chispas. El niño tomó uno de los gises y comenzó a dibujar: primero un árbol, luego un conejo, luego una flor…
Mágicamente, en cuanto terminaba cada figura, ésta cobraba vida saliendo de la pizarra.

Así que en un momento, aquel lugar se convirtió en un estupendo bosque verde, lleno de animales que jugaban divertidos. Emocionado, el niño dibujó también a sus padres y hermanos disfrutando de un día de picnic, con sus bocadillos, y dibujó también los platos y vasos abandonados en el suelo, como solían hacer.

Pero cuando los desperdicios cobraron vida, sucedió algo terrible: alrededor de cada plato y cada vaso, el bosque iba enfermando y volviéndose de color gris, y el color gris comenzó a extenderse rápidamente a todo: al césped, a las flores, a los animales… El niño se dio cuenta de que todo aquello lo provocaban los desperdicios, así que corrió por el bosque con el borrador en la mano para borrarlos allá donde habían caído. Tuvo suerte, y como fue rápido y no dejó ni un sólo desperdicio, el bosque y sus animales pudieron recuperarse y jugaron juntos y divertidos el resto del día.

El niño no volvió a ver nunca más aquella pizarra, pero ahora, cada vez que va al campo con su familia, se acuerda de su aventura y es el primero en recoger todos los desperdicios, y en recordar a todos que cualquier cosa que dejen abandonada supondrá un gran daño para todos los animales.