Archivo mensual junio 25, 2013

Del verde al gris y de vuelta al verde I

Del verde al gris y de vuelta al verde I
Y se hizo el concreto

Entender la dinámica bajo la cual han sido constituidas y reconstituidas la ciudades en la actualidad, significa en muchos casos entender el intenso proceso de transformación del territorio que ha representado la construcción de la sociedad urbanizada que hoy somos.

A su vez, comprender estos cambios es también conocer mucho de nuestro origen, y un intento por vislumbrar un poco de nuestro futuro.

La configuración actual de las ciudades en México, Latinoamérica y buena parte del planeta tienen, por decirlo de alguna manera, fecha de inauguración. Son el resultado de los procesos de globalización de las actividades productivas acontecidos desde el último cuarto del siglo XX y que condujeron al establecimiento de la economía de exportación, lo mismo que la fragmentación y destrucción del agro y su modelo de vida.

En orden de mención, la llegada de la economía exportadora generó una serie de polos urbanos muy atractivos para el mercado de trabajo que generaron una ciudad más densa y diversa en su carácter social, lo cual era atractivo para muchas personas. Por otro lado, la caída del agro acarreo dos fenómenos muy relevantes para entender las ciudades hoy día: una segunda oleada masiva de inmigrantes rurales a la ciudad y un consumo acelerado de suelos antes agrícolas dentro de las manchas urbanas ya constituidas.

Desde luego podemos nombrar muchos otros fenómenos dentro de este proceso, pero las consecuencias que trajo la combinación de los dos antes mencionados fueron definitivas para comprender el estado de la ciudad actual.

De forma tal que podemos asegurar sin muy poco temor a equivocarnos que el perfil de nuestras ciudades es resultado de la aparición de la clase obrera urbana, la urbanización de campesinos y el consumo de suelos rurales y rústicos.

Esto significó la urgente construcción de vivienda para literalmente millones de personas que inmigraban a las ciudades a velocidades muy rápidas. Al tiempo, su descendencia ya urbanizada mantenía cuando menos en las primeras generaciones un crecimiento similar al de las familias rurales que se iría transformando al paso de las nuevas hasta estabilizarse.

El modelo de vivienda predominante en los nuevos asentamientos que la ciudad iba constituyendo fue predominantemente unifamiliar, con una cercanía al modelo rural del que provenía la mayor parte de esta población.

Esto significó un gran consumo de suelo al inicio del proceso, pero eventualmente los solares se fraccionaron, y la densidad aumentó. Hoy sabemos que la ciudad que se construye a sí misma, se caracteriza por una alta concentración de personas. Es, hasta cierto punto, una ciudad más sustentable que otros modelos de urbanización, como los llamados fraccionamientos y que actualmente se encuentran vacíos en medio del Valle de Oaxaca y con 100 mil unidades desocupadas a nivel nacional.

Este proceso de ocupación y urbanización del suelo en las ciudades se ha prodigado a nuestros tiempos con apenas variantes y excepciones. Algunas urbes se asomaron unos cuantos años después que otras al proceso, pero en general ha sido la forma en que casi el 80 % de nuestra población ha ingresado al mundo urbano, separándose de su progenitor rural.

En ese proceso una cosa fue más y más evidente. Para que la ciudad y sus habitantes lograran expandirse con tal contundencia necesitaron de la flexibilidad de un material que permitiera la urbanización y la edificación de viviendas de forma rápida accesible y duradera. Y nada representaba mejor esas cualidades en cualquier terreno y circunstancia que el concreto.

El cemento o concreto vino a llenar el nicho que había quedado vacío ante lo complejos y prologados que resultaban los procesos de construcción tradicional. Al tiempo junto con el acero representó una forma de edificar en situaciones muy complejas como zonas sísmicas, que es el caso del Valle de Oaxaca o el de México. Finalmente, permitió el desdoble de la vivienda en varias plantas, asumiendo el crecimiento familiar.

Pero la irrupción del concreto sin control no solo facilitó la expansión de la ciudad y el alojamiento de sus nuevos habitantes. También tiñó de gris el paisaje y selló su suelo. Este es el tema que trataremos en la siguiente entrega de esta columna.

Mariposas

Mariposas
¿Sabías que hay aproximadamente 20,000 especies de mariposas en el mundo? Solamente en nuestro país hay 2000 especies. ¿Cuántas especies conoces? Te invitamos a construir un comedor para mariposas y ver cuántas especies diferentes llegan.
Vas a necesitar:

 

  • Un plato desechable
  • Hilo
  • Fruta muy madura

 

  1. Haz cuatro hoyitos en el plato a una distancia regular para que el plato no quede chueco.
  2. Amarra un pedazo de hilo en cada hoyito y después amarra los cuatro hilos juntos.
  3. Pon la fruta en el plato y cuélgalo en un árbol o cerca de la ventana.
  4. Observa. Puedes poner platos con frutas y diferentes y observar cuál les gusta a qué tipo de mariposas.
  5. Puedes tomarles fotos o dibujarlas y así ver cuántos tipos de mariposas visitan tu casa.

Agua en Oaxaca

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Oaxaca

Oaxaca
La ciudad desigual

Habitamos un continente inmensamente rico en prácticamente cada aspecto del que podamos hacer referencia. Cuando se hace un balance general y macro de la realidad que afecta a los millones de latinoamericanos que habitamos de norte, centro y sur de América, notaremos que el balance es más menos positivo. Los grandes números casi siempre cuadran, pero a la escala de las personas no siempre es así.

América Latina no es una región pobre en lo económico. Por el contrario, muchas de las grandes economías se encuentran aquí y es uno de los polos de expansión y desarrollo más prometedores del planeta. Sin embargo esta condición no se ha distribuido de manera igual en los diversos grupos sociales que componen el espectro continental.

Somos también el continente más urbano del planeta. Junto con Canadá y Estados unidos, los dos gigantes Norteamericanos, agrupamos una población de 909 millones de personas, más o menos el 15% de la población total del planeta. De estos, el 82 % habita en ciudades de todos tamaños.

Por lo que la desigualdad en la distribución de la riqueza, en pocos contextos se refleja mejor que en las ciudades que abarcan nuestro territorio sin importar su escala. Una ciudad como Oaxaca, al sur de México, no es la excepción, sólo que aquí las evidencias de este desfase son más contundentes por lo grave de su estado general.

Oaxaca, junto con Guerrero y Chiapas, son los estados más pobres del país según las cifras que maneja el INEGI. Esta realidad, poco envidiable, se deja ver en sus ciudades capitales.

El que la capital de nuestro estado se encuentre al fondo de este listado acarrea una serie de graves consecuencias. Un reporte recientemente publicado esta vez por el CONAPO sobre el Índice de Marginación Urbana arroja números igualmente poco alentadores. Aunque editado este año, este Índice se armó con datos del Censo 2010 y manifiesta resultados que es importante tomar en cuenta.

Según la información que maneja el CONAPO, más de la mitad de la población de nuestra zona metropolitana, estimada en unos seiscientos mil habitantes, tiene un nivel alto o muy alto de marginación. Un 30 % está en el rango de marginación medio y sólo el 20% del total se ubica en el rubro del bajo o muy bajo. Hay que tener en cuenta que incluso una nota media en cuanto a este indicador no es un dato alentador.

La conclusión es que la ciudad de Oaxaca manifiesta una clara desigualdad social en cuanto a la calidad de vida de sus habitantes y las expectativas de futuro de los mismos. El asumir este estado y comprender la necesidad por generar cambios de fondo que reviertan estos números hacia un mejor estado de bienestar debiera ser un compromiso que nos lleve a una ruta constate hacia el progreso que anhelamos.

Las fórmulas no son simples y mucho menos inmediatas, pero requieren que a la brevedad se inicie un proceso de transformación en cuanto a objetivos y políticas públicas que impulsen el desarrollo metropolitano de la ciudad.

Quizás la primera tarea pendiente que tenemos hacia adelante es precisamente el reconocimiento de la escala misma de la ciudad y su problemática. Es imprescindible entender los procesos de interacción colectiva que los distintos municipios y unidades políticas que se integran en el territorio de la ciudad, así como buscar formas de organización que ayuden a su gobernanza y la toma de decisiones colectivas que afectan a todos los habitantes de la urbe en lo general.

La segunda tarea pendiente tiene que ver con la selección de los programas y proyectos de inversión que la ciudad requiere. Por largo tiempo hemos visto como en medio de las grandes crisis de sistema que sufren las urbes como la nuestra no hemos sido capaces de proponer un esquema de inversión en infraestructuras y servicios que atienda los grandes rezagos que la aqueja. De todos el más evidente e injusto seguramente es el acceso de agua potable de buena calidad.

La ciudad de Oaxaca de Juárez ha dejado ya hace un tiempo de ser un pueblo grande. Se trata de una ciudad complicada y polivalente que es necesario entender y administrar mejor. Sólo con trabajo en colectivo, un adecuado reconocimiento de sus problemas y la puesta en marcha de soluciones creativas y justas, tendremos la oportunidad de aspirar a reducir los niveles de desigualdad que muestran los números oficiales y que por crudos lastiman tanto.