Planes, normas, reglamentos

Planes, normas, reglamentos

Planes, normas, reglamentos
Su función en la ciudad

Cuando miramos nuestra urbe en toda su magnitud con ojos de observador inerte, notaremos en casi cualquier ángulo un perfil de ciudad sobrecargada y un tanto desolada que le caracteriza en la actualidad. El paisaje es una construcción social de la percepción que tenemos de nuestro entorno, y pese a algunas constantes casi universales, se le ha considerado y valorado de distintas maneras a los largo de los siglos.

En nuestros días, ante la omnipresencia de un modelo de urbanización extensivo y agresivo con el medio ambiente, el paisaje urbano lo constituyen un perfil de construcciones de baja altura que se han venido acomodando en cada metro cuadrado que el territorio ha dejado disponible, creando una visión poco sustentable de una ciudad que alberga a miles de personas en circunstancias muy desfavorables.

Pero quizás los factores sociales y políticos que han permitido la constitución de este paisaje son un fenómeno más interesante de discutir que el paisaje mismo. Uno de estos factores se destaca entre todos y lo hace paradójicamente por no estar presente: se trata de la regulación y normalización de la actividad urbana en el territorio de la ciudad.

Y cuando hablamos de su ausencia nos referimos más a un plano práctico que material. La ciudad de Oaxaca cuenta con planes de desarrollo urbano desde finales de la década de los setenta, justo cuando iniciaba la desesperada carrera de la ciudad por convertirse en una urbe metropolitana que empezaba a conurbar otros municipios y a rebasar límites físicos y socio-políticos.

Desde la edición del primer plan, otros muchos con distintos nombres y orientados por diversos organismos, según la moda del momento, le han venido sucediendo, hasta finalmente intentar llenar el vacío que deja el implacable ascenso del modelo urbano expansivo de la ciudad. Sin embargo, y después de muchos, pero muchos planes de todas las escalas, podemos afirmar con muy poco riesgo a equivocarnos que de poco o nada han servido para orientar el desarrollo de Oaxaca.

Por el contrario, resulta en la práctica evidente que las normativas que aplican al entramado urbano en la actualidad tienen dos constantes muy negativas: castigan fuertemente a aquel que pretende hacer las cosas por la vía normativa, y son omisos con aquellos que evaden el cumplimiento de las reglas, o están respaldados por individuos o grupos poderosos.

Podríamos citar multitud de ejemplos al respecto, pero por no ser ese el tema de fondo lo dejamos mejor a las experiencias que pueda acumular cada lector. Lo cierto es que esta constante omisión ha acarreado a la ciudad muchos y graves problemas que a medida que se expanden y multiplican se hacen más complicados de resolver.

Sin duda alguna, una buena parte de la razón por la que estos planes y normas no han tenido éxito en la práctica tienen que ver con factores variados, pero hay uno en particular que queremos resaltar. Estas ordenanzas son en la mayor parte de los casos regulaciones que pretenden ser generalizantes –por no decir simples copias– y omiten las condiciones sociales, económicas política y fisiográficas particulares de esta y cada ciudad.

Suponer que el desarrollo urbano de una ciudad como León o Querétaro, tiene las mismas prioridades que el de la ciudad de Oaxaca es un error de entrada. Personalmente dudo mucho que las ciudades del arco sur del país puedan ser estudiadas y controladas como lo son las del resto del país, las diferencias demográficas y del territorio son simplemente radicales.

Un plan que intente regular la estructura y problemática de una ciudad tan compleja como esta debería de arrancar desde su diversidad de personas, de formas de organizarse, de conflictos, de necesidades etc. Detenerse en el reconocimiento de su territorio y el reconocimiento de los problemas inmediatos que enfrenta su población que aunque son como los de otras muchas ciudades, no son los mismos.

Seguir reproduciendo normativas, que igualmente han fracasado por razones parecidas por todo el país, no va a llevarnos a un buen final, según la experiencia acumulada en los últimos 30 años.

Y es que pese al globalización y el intento de los gobiernos de omitir nuestras particularidades, las ciudades siguen proyectando lo más complejo de las sociedades en toda su contradicción. Si pretendemos avanzar en la superación de los conflictos que la limitan, deberíamos empezar por aprender a acotar eso que debe ser acotado, una vez que tenemos claro lo que debe ser entendido.

twitter: @Gustavo_MadridV

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