Mercados orgánicos
Mercados orgánicos
Otras formas de comercio en nuestra ciudad.
Desde hace tiempo alegremente en nuestra ciudad ha venido apareciendo un modelo de mercado que tiene la particularidad de distribuir productos de origen orgánico o biológico. Es decir, aquellos que han sido producidos libres de pesticidas, herbicidas o cualquier otro producto que incluya moléculas artificiales o tóxicas para las personas.
Esta forma de producir alimentos que hoy va ganando adeptos alrededor del mundo, no es sino en buena parte la recuperación de las antiguas técnicas de producción de alimentos que prevalecía hasta antes de la revolución que acarreó el uso de químicos. En la actualidad, luego de comprobar los riesgos que implican los métodos convencionales de cultivo de alimentos nos hemos preocupado por tender a un consumo más responsable, tanto con el medio como con la sociedad.
Pero como suele suceder en los tiempos que vivimos hoy día, la producción es apenas el primer paso de una cadena que sólo resulta efectiva si logramos que los productos lleguen a los consumidores. Y aquí es donde ha irrumpido en el contexto de la urbe este nuevo esquema de casi siempre al aire libre que ha ido ganando lugar en los últimos tiempos.
Pero antes de hablar de estos nuevos componentes del tejido urbano, debemos detenernos en el lugar y en el tiempo donde nos encontramos y donde esta subcultura contemporánea ha ido ganando lugar.
A medida que nos hemos hecho cada vez más y más urbanos, nuestra sociedad se ha igualmente diversificado en cuanto a su tipología y complicado en cuanto a sus hábitos. Buena parte de estos cambios se describen desde el acceso a potentes canales de información que nos permiten lo mismo transmitir que recibir una gran cantidad de información en cualquier hora del día, hecho que a pesar de ser hoy día muy común se trata de un logro muy reciente.
Así tenemos más información para actuar sobre nuestras selecciones, mismas que alcanzan nuestros hábitos alimenticios. Sabemos gracias a esto que muchos de los padecimientos que nos afectan físicamente como individuos y como sociedad, son resultado de someternos a la relación con un medio cada vez más contaminado, artificial e inseguro.
Por ejemplo, un reporte de hace unos pocos años de la Unión Europea detallaba que sólo el 5 % de los químicos usados en la industria alimenticia han sido revisados en cuanto a su seguridad para las personas. Lo cual nos debería al menos alertar sobre la falta de control en el ámbito de los alimentos procesados.
En medio de esta falta de certeza sobre lo que llevamos a nuestra boca, por todo el mundo una serie de agricultores lo mismo conscientes de la necesidad de generar mejores alimentos, que cansados de los abusos de intermediarios, se han lanzado a la venta de alimentos básicos de forma directa.
Así han aparecido un sin fin de lugares, muchos callejeros, que se dedican a la venta de alimentos que pueblan la geografía lo mismo de las grandes ciudades que de los pequeños asentamientos del interior de países como Canadá, Estados Unidos, Francia o Alemania y muchos más. Poco a poco esta forma de consumo se une a nosotros ampliando nuestra oferta de alimentos y servicios.
En la ciudad de Oaxaca existen cuando menos tres puntos de venta de este tipo que poco a poco se han integrado a nuestras vidas.
El más antiguo de estos en El Pochote, ubicado en la parte sur del Centro Histórico en la calle de Rayón y Xicoténcatl, da servicio todos los días y se puede identificar un buen número de alimentos preparados y una variedad de productos regionales. El que se ubica en el atrio de la iglesia de Xochimilco cada viernes y sábado dando un gran colorido a este de por sí fantástico ambiente. Y otro, que se emplaza martes, viernes y domingos en la antigua estación de ferrocarril, otro excelente escenario.
Estos tres puntos de venta del productor de origen orgánico no sólo representan una forma de vida alternativa para muchos, son también un nuevo nicho económico y nuevo hito en la configuración de la ciudad, de esos positivos que tanto nos interesan. Uno donde se busca abrir la urbe a una vida más sana y justa con nuestros productores.
¿De dónde viene nuestra comida?
¿De dónde viene nuestra comida?
¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? La leche que te tomas en la mañana, la sopa que comes a la hora de la comida, las quesadillas que cenas… ¿de dónde vienen todas las cosas que comemos?
¿Del super o del mercado? ¿Del refrigerador? Pues no. Todo lo que comemos y tomamos, aún las papitas fritas y el refresco, vienen de la tierra. Para ello, muchos hombres y mujeres trabajaron arduamente durante meses -inclusive años. Después, más personas trabajaron en recoger frutas y verduras, en alimentar vacas y gallinas, en limpiarlas, empacarlas y llevarlas al lugar donde las puedes comprar para comer.
Aunque parece que los humanos hemos cultivado alimentos siempre, las pruebas más antiguas datan de hace 10,000 años. Fue entonces cuando los humanos comenzaron a domesticar el trigo y la cebada. Los expertos creen que la agricultura surgió en cuando menos dos lugares a la vez: el Creciente Fértil (el antiguo Egipto, Mesopotamia, Persia y la costa oriental del Mediterráneo) y América Central.
Conforme nuestros ancestros fueron poco a poco descubriendo, a través de prueba y error, cómo cultivar distintos alimentos, fueron abandonando poco a poco el estilo de vida nómada y se fueron asentando en lo que fueron las primeras ciudades. Por lo tanto podemos decir que la agricultura hizo posible que hoy en día más de la mitad de la población del mundo viva en ciudades.
Telecomunicaciones
Telecomunicaciones
El tema olvidado en la ciudad
Cuando las sociedades atraviesan situaciones de emergencia como las que vivimos en nuestro contexto, solemos centrar las discusiones en aquellas cosas que parecen urgentes. Contaminación, falta de agua, falta de empleo, educación…
Sin embargo, todas estas problemáticas suelen estar ligadas a un sistema que se arma de una serie de engranes, algunos de estos más importantes que otros. Es una especie de concatenación de eventos que derivan en múltiples circunstancias y una enorme cantidad de problemas. Muchos de estos se ven proyectados en la ciudad cada día.
Pero cuando la hora del debate llega, solemos centrarnos en el problema y no en su origen. Nos angustia la falta y terrible calidad del agua en la ciudad, pero nada hacemos para mantener la salud del sistema hídrico de nuestro medio. El tráfico sofoca la urbe, se amplían y renuevan vialidades, pero no estamos creando alternativas a la movilidad de las personas.
Nuestras regiones son de las más deprimidas del país, pero muy poco se ha intentado por resolver los déficit de infraestructura histórico que arrastra. De entre estos hay uno que resulta fundamental debido a los tiempos que vivimos: las telecomunicaciones.
Vivimos en un tiempo distinto, uno que se caracteriza por la generación y manejo de información. En la actualidad, los estados, las ciudades y las personas adquieren relevancia dependiendo de la cantidad de datos que se hacen, procesan y distribuyen.
Si miramos un mapa de las ciudades más ricas y poderosas de nuestro tiempo, descubriremos que se trata de aquellas que tienen más conexiones, donde la información llega y se distribuye, donde se concentra el conocimiento y las finanzas mundiales. Pero esta acumulación de poder sólo ha sido posible gracias a la existencia de potentes redes de comunicación digital que han hecho posible este progreso.
Desde el tendido del primer cable submarino a finales del siglo XIX hasta el día de hoy, se construyó un sistema de comunicaciones lo mismo terrestres que por señales inalámbricas que ha permitido una de las épocas más brillantes de la historia de la humanidad.
Pero pese a todo, lo cierto es que esta realidad no ha llego a todas partes y esquiva con particular indiferencia a las regiones más pobres del planeta. En México esto se refleja en la región sur de nuestro territorio, donde el estado de Oaxaca adquiere un particular tono, poco agradable.
Lo cierto es que una gran cantidad del territorio oaxaqueño se encuentra alejado del mundo de la información, que miles de niños crecen sin acceso de aquello que en otros países es considerado un derecho universal: acceso a la red global, al Internet.
Si observamos un mapa de la cobertura de red móvil, notaremos un inmenso vacío en la superficie del territorio del estado. En ese vacío se ubican miles de asentamientos donde habita una parte importante de la segregada población de la entidad. Así que si suponemos que el éxito del desarrollo humano de las comunidades en la actualidad depende en mucho este elemento, nos daremos cuenta que todas estas comunidades están condenadas.
Hoy en día, cuando se trata de construir ciudad y territorio, no podemos obviar estos conceptos, no podemos permitir que la población de nuestras urbes y demás asentamientos, no participen de los factores que llevan al desarrollo.
Así como una vez iniciamos una cruzada para llevar agua y drenaje a todos lados –por cierto sin éxito para una gran cantidad de la población–, tenemos que asumir que la llegada de las redes de telecomunicaciones es fundamental para generar el ambiente de desarrollo y negocios en cualquier lado.
En nuestro tiempo, una ciudad desconectada es una ciudad pobre, de la fila de atrás de las que no tienen bases para liderar el desarrollo regional. Así que si queremos ser factor de cambio y transformación, deberíamos aspirar a que no hay un sólo ciudadano fuera de este paradigma que marca nuestro tiempo: la era de la información.
La ciudad como sujeto de inversión
La ciudad como sujeto de inversión
El espacio público construido
Muchas veces en este espacio hemos mencionado la necesidad de comprender que la ciudad de Oaxaca es un conglomerado urbano que se extiende sobre el territorio de los Valles Centrales a lo largo de muchos kilómetros cuadrados. Hemos tratado de sensibilizar a los lectores sobre la necesidad de diversificar planes e inversiones a fin de que todos los sectores de la ciudad eleven su calidad de vida.
Se han hecho críticas sobre la excesiva atención que reciben lugares como el Centro Histórico con relación al abandono en el cual han estado históricamente muchas colonias y barrios que igual forman parte de la ciudad. Colonias que por cierto no dejan de aparecer en condiciones cada vez complicadas, en territorios más y más difíciles, donde será muy complejo llevar algún estado de bienestar.
Pero lo cierto es que esto no implica que se proponga el abandono del Centro Histórico de la ciudad a su suerte. Todo lo contrario. De lo que se trata es de crear un espacio urbano más justo y equilibrado donde todos seamos sujetos de interés y donde la ciudad pueda ser transformada para que esto suceda de manera normal y cotidiana.
De entre todas las cosas que resulta indispensable transformar, debemos poner especial atención a los lugares destinados a la convivencia diaria de las personas, esos espacio públicos donde los habitantes de una ciudad se encuentran unos a otros y se enfrentan al cotidiano de manera colectiva.
Sin embargo, lo que ha venido sucediendo en los últimos tiempos es que estos lugares han sido olvidados en los planes de gobiernos de todo tipo. En el caso de las áreas verdes por ejemplo, es común ver que la ciudad se extiende en todas direcciones y que estos espacios tan importantes para la convivencia y el buen desarrollo de los infantes no aparecen por ningún lado.
Según el INEGI, en todo el estado de Oaxaca existen apenas 50 parques infantiles, y en cuanto a simples áreas infantiles, prácticamente ningún municipio o barrio cumple con la recomendación internacional de 10m2 por habitante que hace las Naciones Unidas al respecto.
La actividad física en ciudades tan pavimentadas y, a veces monótonas como las que habitamos, debe ser un ingrediente cotidiano, sobre todo en las etapas de desarrollo infantil cuando se construyen buena parte de los hábitos futuros de las personas.
No basta con la construcción de uno o dos grandes centros deportivos en la ciudad; para muchas personas incluso moverse desde su lugar de origen hacia estos lugares es un problema. Ya sea por tiempo o dinero –no olvidemos el costo real de moverse en la ciudad para una familia– les puede resultar extremadamente complicado cambiarse de lado de la ciudad para realizar alguna actividad física.
Lo sensato sería retomar el espacio verde público como un lugar de inicio de la transformación del espacio urbano, como lo fue por largo tiempo en tantas ciudades, incluidas las mexicanas. Empezar a dar un giro a las inversiones de los gobiernos que no se recatan a la hora de construir enormes obras de infraestructura vial, pero muy poco o nada en favor de la aparición de espacios verdes allí en colonias que se cubren rápidamente de concreto.
Un apropiado diseño del espacio urbano es una potente herramienta para mejorar las relaciones sociales de las personas, se vuelven lugares de encuentro y desarrollo físico y cognitivo, donde se suaviza el tejido social, hoy tristemente tensado.
Invertir en el espacio público más allá de calles y plazas históricas, es invertir en un futuro más amable para todos los que poblamos las manchas urbanas del país. La ciudad de Oaxaca, con sus más de 600 mil habitantes, ha cruzado hace tiempo la línea que la separa de ser una pequeña y comprimida mancha urbana, a una metrópoli compleja.
Es necesario que esta lógica impacte en la urbe, entender que no basta con atrios y plazas públicas, y que es de gran importancia abrir lugar a las manchas verdes dentro del perímetro de la ciudad. Los muchos barrios que componen la ciudad deben ser sujetos de intervención, diseño e inversión. Porque hacer una ciudad más suave que la superficie del concreto, es una forma de hacer igualmente flexible y tolerante nuestra sociedad.