Telecomunicaciones

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El tema olvidado en la ciudad

Cuando las sociedades atraviesan situaciones de emergencia como las que vivimos en nuestro contexto, solemos centrar las discusiones en aquellas cosas que parecen urgentes. Contaminación, falta de agua, falta de empleo, educación…

Sin embargo, todas estas problemáticas suelen estar ligadas a un sistema que se arma de una serie de engranes, algunos de estos más importantes que otros. Es una especie de concatenación de eventos que derivan en múltiples circunstancias y una enorme cantidad de problemas. Muchos de estos se ven proyectados en la ciudad cada día.

Pero cuando la hora del debate llega, solemos centrarnos en el problema y no en su origen. Nos angustia la falta y terrible calidad del agua en la ciudad, pero nada hacemos para mantener la salud del sistema hídrico de nuestro medio. El tráfico sofoca la urbe, se amplían y renuevan vialidades, pero no estamos creando alternativas a la movilidad de las personas.

Nuestras regiones son de las más deprimidas del país, pero muy poco se ha intentado por resolver los déficit de infraestructura histórico que arrastra. De entre estos hay uno que resulta fundamental debido a los tiempos que vivimos: las telecomunicaciones.

Vivimos en un tiempo distinto, uno que se caracteriza por la generación y manejo de información. En la actualidad, los estados, las ciudades y las personas adquieren relevancia dependiendo de la cantidad de datos que se hacen, procesan y distribuyen.

Si miramos un mapa de las ciudades más ricas y poderosas de nuestro tiempo, descubriremos que se trata de aquellas que tienen más conexiones, donde la información llega y se distribuye, donde se concentra el conocimiento y las finanzas mundiales. Pero esta acumulación de poder sólo ha sido posible gracias a la existencia de potentes redes de comunicación digital que han hecho posible este progreso.

Desde el tendido del primer cable submarino a finales del siglo XIX hasta el día de hoy, se construyó un sistema de comunicaciones lo mismo terrestres que por señales inalámbricas que ha permitido una de las épocas más brillantes de la historia de la humanidad.

Pero pese a todo, lo cierto es que esta realidad no ha llego a todas partes y esquiva con particular indiferencia a las regiones más pobres del planeta. En México esto se refleja en la región sur de nuestro territorio, donde el estado de Oaxaca adquiere un particular tono, poco agradable.

Lo cierto es que una gran cantidad del territorio oaxaqueño se encuentra alejado del mundo de la información, que miles de niños crecen sin acceso de aquello que en otros países es considerado un derecho universal: acceso a la red global, al Internet.

Si observamos un mapa de la cobertura de red móvil, notaremos un inmenso vacío en la superficie del territorio del estado. En ese vacío se ubican miles de asentamientos donde habita una parte importante de la segregada población de la entidad. Así que si suponemos que el éxito del desarrollo humano de las comunidades en la actualidad depende en mucho este elemento, nos daremos cuenta que  todas estas comunidades están condenadas.

Hoy en día, cuando se trata de construir ciudad y territorio, no podemos obviar estos conceptos, no podemos permitir que la población de nuestras urbes y demás asentamientos, no participen de los factores que llevan al desarrollo.

Así como una vez iniciamos una cruzada para llevar agua y drenaje a todos lados –por cierto sin éxito para una gran cantidad de la población–, tenemos que asumir que la llegada de las redes de telecomunicaciones es fundamental para generar el ambiente de desarrollo y negocios en cualquier lado.

En nuestro tiempo, una ciudad desconectada es una ciudad pobre, de la fila de atrás de las que no tienen bases para liderar el desarrollo regional. Así que si queremos ser factor de cambio y transformación, deberíamos aspirar a que no hay un sólo ciudadano fuera de este paradigma que marca nuestro tiempo: la era de la información.

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