Archivo mensual mayo 14, 2013

La calle II

La calle II
Desde lo técnico

Cuando escuchamos el dicho “todos los caminos llevan a Roma”, más allá de aceptar el hecho de que irremediablemente habitamos en un mundo donde todo se conecta y apunta a una misma dirección. Deberíamos ver lo que hay por debajo de esta frase que ha trascendido en el tiempo, desde una época donde de verdad en el continente europeo por casi mil años todos los caminos llevaron a Roma.

Hay un aspecto poco conocido de estos elementos, que paradójicamente resulta de vital relevancia para entender el éxito de este sistema, la parte técnica. Los caminos romanos eran resultado de una ingeniería probada en el terreno y avalada por un grupo de especialistas en su construcción que revolucionaron de igual manera la forma de hacer tanto los caminos como la guerra.

Pensado para la marcha de una o dos columnas de soldados alineados perfectamente y construidos mediante un sistema que garantizaba su prevalecía en el tiempo y un alto nivel de servicio, los caminos romanos resumen la importancia de tener vías de comunicación no sólo bien planificadas sino también bien montadas.

Este símil histórico nos sirve para hacer notar la importancia de un adecuado diseño y sistema constructivo en las vías de comunicación y, muy en particular, en las calles de nuestras ciudades.

Hoy día, de todos los factores posibles que pueden definir la solución técnica de las calles es qué y no quién circulará sobre ellas. Si las calzadas romanas estaban pensadas para la marcha del ejército y mantenían anchos relativamente estrechos de máximo 12 metros, en la actualidad la realidad es completamente distinta.

Las calles se han convertido en lugares donde la escala humana ha perdido su presencia en apenas medio siglo. En su lugar, los vehículos de motor han emergido como los auténticos propietarios de casi cada calle de la ciudad. Por lo tanto, el debate sobre cómo debe ser construida una calle se ha centrado en qué recubrimiento es más apto para que los diversos vehículos de motor rueden, no para que las personas caminen.

Así, cada asentamiento humano de nuestro país se ha convertido en un sistema de calles recubiertas de concreto o asfalto, que si bien pueden favorecer la circulación de vehículos que ruedan, ha generado otras problemáticas. Entre ellas, el hecho de que nuestras urbes se han convertido en inmensos tapones que apenas permiten la infiltración de agua al subsuelo, la temperatura de la ciudad se ha elevado varios grados y lo verde ha sido casi exiliado de sus límites.

Cuando el automóvil apareció en la urbe, resultó evidente que las calles de muchas ciudades nunca fueron pensadas para el tipo de vehículos que hoy las circulan. Por este motivo la ciudad colonial, por ejemplo, perdió sus empedrados y sus losas de cantera quedaron sepultadas bajo distintas capas de concreto y asfalto. Con esto desapareció parte de su carácter tradicional en favor de una mejor superficie de rodamiento para automóviles.

Pero quizás esta no es la peor parte del fenómeno, al final los autos son un componente de nuestra sociedad y modo de vida y puede incluso resultar necesario hace adaptaciones para que este funcione mejor dentro de nuestras ciudades. La verdadera contradicción aparece una vez que las ciudades optan por calles vehiculares en una especie de resistencia histórica, intentando simular un perfil tradicional.

Así, han ido apareciendo poco a poco calles con estampados que pretenden ser empedrados pese a estar fabricados de concreto, banquetas revestidas de cantera –pese a las prohibiciones de distintos reglamentos– o farolillos que intentan pertenecer a otro momento en la historia. Así es cómo contradictoriamente una negación del pasado de la calle termina por convertirse en un intento –malo casi siempre– por recuperarlo

Lo cierto es que finalmente hemos construido calles con sistemas constructivos poco amables con el medio ambiente, poco compatibles con medios de movilidad no motorizados, que dificultan el paso de peatones o que se deterioran rápidamente.

Las calles son elementos fundamentales y funcionales de la ciudad, por eso es que su fabricación desde lo técnico debiera ser una experiencia integral.

El adecuado diseño del sistema constructivo de una calle hace que el auto circule bien, que las bicicletas tengan lugar y que los peatones y personas con problemas de movilidad se muevan libremente. Esto es algo que continuamente se olvida; debemos detener la inercia de colocar cualquier cosa sobre nuestras calles sólo por costumbre y empezar a preguntarnos qué es lo mejor que tenemos para que todo mundo se mueva libremente.

¿Qué tanto sabes de verduras?

¿Qué tanto sabes de verduras?

¿Cuál es tu verdura favorita? ¿Cuál es la menos favorita? ¿O eres de los que no comen ni frutas ni verduras? Seguramente sabes que los alimentos frescos tienen todos los nutrientes que necesitas para crecer sano y fuerte. Pero, ¿qué tanto sabes de cómo crecen? ¿Alguna vez has visto una planta de papa? ¿O una lechuga florear? Te invitamos a contestar estas preguntas a ver cuánto sabes…
¿De cuál de las siguientes verduras no te comes la cáscara?
Zanahoria
Pepino
Chilacayota

¿Cuáles verduras crecen bajo tierra?
Zanahorias, rábanos y betabeles
Rábanos, pepinos y ejotes
Zanahorias, papas y lechuga

¿Cuál verdura puedes comer tanto cruda como cocida?
Lechuga
Espinaca
Pepino

¿Cuáles verduras puedes cultivar en casa?
Solo verduras que no necesitan agua.
Ninguna – las verduras sólo se dan en el campo.
¡Todo!

Para aprender más sobre los alimentos que comes te invitamos a acompañar a tus papás a hacer las compras y a cocinar. También puedes sembrar y cosechar tus propias hortalizas. Una alimentación sana es la base de una vida sana.
Respuestas: 1c, 2a, 3b, 4c.

La calle I

La calle I
El componente fundamental

La ciudades han evolucionado con tanta velocidad y fuerza en los últimos tiempos, que ha resultado prácticamente imposible seguirles de cerca la huella y reflexionar sobre su abrumadora transformación.

Esto nos permite por un lado quedar sorprendidos constantemente a propósito de los múltiples fenómenos que en esta ciudad se desatan, y por otro, disfrutar de un amplio campo de trabajo, en cuanto a comprensión e investigación de las urbes, que se ha convertido en una auténtica obsesión para muchos.

De entre todos los elementos por los cuales podemos interesarnos en la ciudad, quizás ninguno es tan sintético de los cambios a los que nos referimos como la calle misma. Este componente tan ordinario en la vida de todos puede ser la mejor radiografía para comprender cómo es que nuestras ciudades operan en la actualidad.

Y es que a veces olvidamos que las calles, o su forma en singular que suele contener la ciudad entera ‘la calle’, son la mayor parte del espacio público con que cuenta una ciudad. Una proporción que ronda 1/4 del total de la superficie de una ciudad son calles, y estas suelen representar más de 3/4 partes del total del espacio público que una urbe posee, es decir la mayor parte de la ciudad “colectiva”.

No son pocos los estudiosos de la ciudad que desde una enorme variedad de disciplinas se han dedicado al análisis de este elemento, desde lo histórico hasta lo funcional, de lo económico a lo estético. Lo que ha generado una paradoja; sabemos mucho de la calle como elemento y poco sobre su función en el conjunto. Quizás quienes mejor han descrito este vacío es una disciplina de la que podríamos esperar poco: la literatura.

Muchos escritores se han apoyado en la calle como factor de composición literaria, reconociendo de manera implícita su importancia como componente del imaginario y la conciencia colectiva. Paul Auster, Orhan Pamuk, Manuel Vazquez Montálban y otros muchos enormes literatos han usado la calle para describir la intrínseca relación que existe entre las personas, el lugar que habitan y la calle como el escenario colectivo por excelencia en nuestro tiempo.

La forma en que la literatura acude a la calle para plantear la estructura de la realidad del hombre es entonces quizás la forma más completa de atender este fenómeno bajo las circunstancias actuales.

Lo que hacen los escritores no es sino apropiarse del espacio de todos para describirse a si mismos. Porque todas, o casi todas las personas, –en particular en arco latinoamericano muy urbanizado– tenemos alguna referencia o vivencia referida a aquella estructura de arterias que nos permite desplazarnos por la ciudad. Son a la vez origen, tránsito y destino, pero también el inicio o final –depende de como lo queramos ver– de nuestra casa, negocio, o lugar de costumbre.

La calle es un lugar que colecta, que conecta a una sociedad que que se ha convertido más y más en un fenómeno urbano, entender cuál es su posición en la actualidad, la función o funciones que juegan las calles aquí y ahora.

Estas sin embargo han sido también la gran perdida que ha padecido la sociedad en tiempos recientes: la irrupción de la movilidad motorizada en la vida de las personas, combinado con el crecimiento sin control o bordes de las manchas urbanas transformaron el sentido y uso de estos ejes. Al grado tal, que hoy este componente vital de la ciudad ha quedado a disposición casi absoluta de las cosas que ruedan y de quienes caminan.

Este cambio que por obvio parece normal, ha significado sin embargo una transformación muy profunda hacia el interior de nuestras comunidades. Por un lado se ha perdido la mayor parte de la capacidad de las calles como espacio público. Jugar, charlar, comerciar, aprender y contradictoriamente hasta caminar, es en las calles de las urbes contemporáneas un reto que muchas veces resulta imposible de superar.

En el momento que retiramos a la calle la mayor parte de sus funciones comunitarias para sustituirías por otras alejadas de la vida social de las personas, la ciudad misma murió un poco.

Lo hizo porque aquellos elementos que ligaban la ciudad en lo físico y lo social, comenzaron a romperla. La calle es el lugar total por definición, el espacio a tomar en denuncia social y el mejor lienzo artístico, el paisaje común, es también posesión de todos y por esta razón es que de su compunción y salud depende tanto en nuestra actualidad.

Alimentación saludable para ti y nuestro planeta II

Alimentación saludable para ti y nuestro planeta II

¿Has probado algunos de los consejos que dimos la semana pasada? Ahora continuamos con más…
Come comida de verdad. Trata de evitar alimentos procesados. Cuando acompañes a tus papás al supermercado, lee los ingredientes de la comida que compras. ¿Sabes qué son? ¿Los puedes pronunciar? Este tipo de productos no son tan saludables como los alimentos que puedes reconocer.
Come el arcoíris. Comer alimentos de todos los colores te proporciona todos los nutrientes que necesitas para crecer saludable.
Menos empaque es mejor. Cada año se tiran hasta 40 mil millones de botellas de plástico. Las botellas de jugos y refrescos y los empaques de los productos que consumimos tienen un gran impacto en nuestro medio ambiente. Busca comprar productos que no tengan empaques o muy poco. Después, encuentra la manera de reciclar.
Consumir menos carne. No sólo es bueno para nuestra salud, sino también para el medio ambiente. La producción industrial de carne tiene un gran impacto ya que es necesario deforestar grandes áreas boscosas, requiere muchísima agua y produce muchos gases invernadero.
¡Disfruta la comida! Uno de los mayores placeres de la comida de verdad es cocinarla y compartirla con familia y amigos. Ayuda a tus papás en la cocina, invita a tus amigos y primos a cocinar contigo (y a limpiar también). Puedes pedir a tu abuelita a que te enseñe a hacer su platillo favorito. Vas a ver que cuando tú la preparas, la comida sabe más rica. Además, ¡cocinar es muy divertido!