La ciudad accesible
La ciudad accesible
Un espacio urbano más parejo
La modernización de los espacios urbanos en la actualidad pasa por varios conceptos y procesos que debemos ir comprendiendo para poder apostar a la construcción de una ciudad más justa y equilibrada. Hay que decirlo, debería ser una de las aspiraciones centrales para tener en la mira como colectivo urbano.
Entre ellos, conceptos esenciales que deberíamos tener en la mente de manera cotidiana: la protección del medio ambiente, el uso de energías renovables, la modernización del transporte público o el tema que hoy tocamos dentro de esta columna: la accesibilidad.
Hacer que la ciudad sea accesible para todos es una gran inversión para el presente y el futuro de ésta, más allá de valor directo que tiene el hecho de que cualquier persona se pueda desplazar por la ciudad sin obstáculos y de manera segura. Hay otros factores que se desencadenan de esta medida, que ayudan a que las ciudades despeguen en muchos otros sentidos.
Por ejemplo, concederemos el consumo, en particular en una ciudad abocada a este sector, donde los servicios y comercios ocupan, según el Sistema de Cuentas Nacionales del INEGI, un 70% de la actividad económica de la Zona Metropolitana.
Uno de los factores que hacen que una empresa en la ciudad sea exitosa es, sin duda alguna, su ubicación y la facilidad que tengan los usuarios de estos establecimientos para acceder a ellos. Muestra de esto es cómo se distribuyen los locales, por ejemplo, en el Centro Histórico de la ciudad o en la colonia Reforma. Lugares donde se pagan los alquileres más elevados en la ciudad.
Por un lado, la zona aledaña al corredor peatonal de la ciudad es donde se localiza la mayor parte de la oferta de altos ingresos en la zona centro, particularmente en los sectores norte del Centro Histórico. Aunque la mayor parte de las empresas del centro se ubican realmente en la zona sur, esto porque existe un factor determinante, es la parte donde están localizadas la mayor parte de las concesiones de transporte público urbano e interurbano en la ciudad.
Sin embargo, esta parte de la ciudad presenta un grave deterioro a nivel de su infraestructura urbana y la hace altamente inaccesible para un buen número de personas con alguna dificultad de movilidad o de percepción del espacio.
En el caso de la colonia Reforma tenemos un caso distinto; la amplitud de las banquetas en este sector de la ciudad permite una muy buena accesibilidad a la mayor parte de los negocios establecidos. Incluso en algunos casos, éstos se desdoblan hacia la calle, aumentando su capacidad de servicio en materias como la restauración.
Pese a estas evidencias y fenómenos cotidianos, lo cierto es que la ciudad no ha podido expenderse de forma más armoniosa con el concepto de accesibilidad. Todavía hoy es común encontrar, en los nuevos procesos de urbanización, un total desprecio por las áreas caminables en la ciudad. Donde las banquetas son mínimas, llegando al ridículo y las rampas son inexistentes.
Las compañías de servicios de electricidad, telefonía, cable y otros, siguen sembrando postes sobre las banquetas sin ninguna consideración hacia quienes caminan por la ciudad. Poniendo muchas veces en riesgo a los usuarios del espacio público, en particular a aquéllos que tienen alguna dificultad para recorrer la ciudad.
Pero el problema se extiende a lugares donde no debería existir; todavía hoy la mayor parte de los puentes peatonales de la ciudad no cuentan con rampas de acceso. Los paraderos de transporte público que se instalan, no cumplen con estándares de accesibilidad, como tampoco lo hacen los de marketing, que es a lo que están realmente destinados. Tal es el grado, que sus mamparas de anuncios pueden llegar a convertirse en un obstáculo.
Una ciudad accesible es una mejor ciudad en todos los sentidos, es una ciudad donde cabemos todos y donde los negocios se hacen de mejor manera. Además, no olvidemos que la dinámica demográfica nos lleva cada vez más rápido a ser una sociedad de gente de edad avanzada; es tiempo de prepararnos a nosotros mismos un mejor ambiente urbano antes de llegar al próximo puente peatonal y tener que subir 35 escalones de cada lado.
Un año para los mercados
Otro reto para la ciudad
Arranca el año y la ciudad no se detiene, tampoco lo hace el número infinito de retos que se incrementan a medida que la ciudad se hace más grande y compleja y que su población se desdobla poco a poco. Cada vez aparece un nuevo ingrediente del compendio social o económico que viene a incrementar las tensiones que esta ciudad que trata de ser moderna mantiene con su concepto de ciudad histórica y patrimonial.
Lo retos que enfrenta Oaxaca ciudad de cara al futuro no terminan en las discusiones del pasado, por el contrario se van ampliando a medida que este siglo se abre más y más. Actualmente la estructura humana de la ciudad se ha reconfigurado y transformado increíblemente y con ello se ha llevado a la ciudad a una nueva era llena de interrogantes sobre su estructura misma, pero sobretodo con una inmensa cantidad de retos por enfrentar.
Entre los mucho que se nos vienen encima destacan desde los más básicos hasta los más estéticos. Abastecer de agua de calidad una población creciente y en eterna demanda, o mantener en buen estado el casco histórico de la ciudad. Apuntalar la economía de una urbe intermedia que mantiene su condición de centro de intercambio, o preocuparnos por el creciente número de desechos que estamos produciendo, sin dejar de mencionar de largo el tema de la movilidad humana.
La ciudad cumple su función cada día y por ese motivo el compromiso de la Casa de la Ciudad como institución que acompaña su cotidiano resulta altamente importante al medio de una era de cambios y contrastes. Es necesario también que la propia institución se modernice y entre en un esquema de operación adaptado a los tiempos sociales y tecnológicos que se nos vienen por delante.
Uno de los ingredientes que se suman a este debate tiene que ver con la vida de y función de un componente básico en la estructura urbana de las ciudades en nuestro país. Los mercados públicos son para muchos el lugar de referencia de nuestras ciudades y un elemento tan añejo dentro de nuestra cultura que a veces, malamente lo pasamos de largo y damos por sentado.
Son también el motor que hace funcionar barrios enteros y genera un gran número de empleos directos e indirectos al tiempo que se transforma en un nodo de encuentros insalvables, desde donde se distribuyen noticias y novedades.
Hablar de mercados es hablar de ciudad, es hablar en muchos sentidos del origen mismo de muchas ciudades. Los mercados son lugares de intercambio, no sólo de productos y dinero, sino de ideas y perspectivas. Son el punto obligado de paso para todos los que habitan la ciudad y el lugar de llegada para aquellos que llegan del campo a vender sus productos. Son en resumen, uno de los componentes más importantes y necesarios de nuestra sociedad y sus urbes.
Los mercados, por lo tanto, son parte de esa ambigua definición que cada vez nos cuesta más entender y suponer: el espacio público. Lugares comunes donde acudimos con cualquier pretexto -no sólo el de comprar y vender- sino también comer, conocer, pasear… Son lugares para reconocernos e intercambiar noticia. Lugares para todos, propiedad y responsabilidad de todos.
La Casa de la Ciudad quiere dedicar este año a estos espacios singulares y únicos que en contexto de una ciudad como la de Oaxaca resultan imprescindibles. Queremos reconocerlos, entender su situación actual y tratar de aportar en la construcción de un debate que los conduzca hacia una mejora constante de sus condiciones, en la búsqueda de que estos lugares sigan formando parte importante de la vida de nuestra ciudad, de nuestras vidas.
Invitamos a toda la sociedad a involucrarse en este debate, para aportar en la recuperación y modernización de estos lugares tan centrales, milenarios y entrañables en la vida de las ciudades y nuestras propias experiencias cotidianas.
Transporte público en la ciudad IV
Inversión en infraestructura
Las ciudades necesitan moverse, esa es una realidad, su población demanda más y más formas de aproximarse a sus destinos, que suelen ser variados, de forma efectiva y segura. La decisión radica en que modelo de movilidad podemos ofrecer a quienes en las ciudades habitan.
La discusión se centra en que modelo de ciudad pretendemos construir y desarrollar, y que consecuencias acarrea este modelo para el futuro no sólo de las urbes y sus habitantes. Si no del planeta entero, las consecuencias de lo que hacemos en las ciudad se han trasladado de manera acelerada, en grandes problemas para el total de la población mundial.
Incluidas aquellas sociedades que no han entrado de lleno en la dinámica del consumo exacerbado, la demanda de recursos para hacer funcionar nuestros sistemas urbanos, empuja cada vez más a los países pobres a una situación más y más comprometida, poniendo en riesgo la sostenibilidad de los mismos.
Por estas causas es que resulta tan importante abordar la discusión de como queremos movilizar la vida en las ciudades. Pretender que podemos repetir modelos que han llevado nuestra situación ambiental al extremo puede resultar en una verdadera trampa de la cual resultará muy complicado escapar una vez que estamos sumidos en esta dinámica.
En ciudades que aun se encuentran en la adolescencia de la dinámica urbana como la nuestra, resulta aún más relevante centrarnos en este debate, de manera seria y oportuna.
Porqué puede ser que nos encontremos en el momento de escoger el modelo de ciudad que tendremos en las próximas décadas. Y esto se centra especialmente en un tema que resulta igualmente fundamental, para prever el desarrollo de la ciudad y sus cientos de miles de habitantes en sus diversas es calas.
Se trata de tomar una decisión apropósito de la infraestructura con que la ciudades como esta y otras de su estilo operarán en el futuro. Y como hemos mencionado en otros artículos de esta seria, la elección se centra en dos modelos, la ciudad del transporte colectivo, o la ciudad pro vehículo particular.
Cada uno de estos modelos nos demandará un tipo de infraestructura distinta y particular. Por un lado hablamos de hacer que las personas se movilicen de manera apropiada sin importar su clase o capacidad física. Y por otro nos abocaríamos a hacer que los vehículos de motor y sus propietarios se muevan más fácilmente.
Desde un punto de vista meramente técnico y basado en cientos de experiencias, la respuesta es muy obvia, deberíamos optar por modelo donde sean las personas las que viajen rápidamente. Pero lo cierto es que esta discusión se ha escapado de lo técnico y ha subido a lo político y económico.
Hoy en día muchas decisiones no se toman en función de lo que es mejor para la ciudad quienes aquí vivimos si no en que es mejor para determinado sector de la industria. Lo cual es un error de facto, lo cierto es que podemos encontrar un modelo donde todos salgan beneficiados, al tiempo que construimos infraestructuras más humanas y eficientes.
La discusión es entonces apropósito de como dar un giro a esta ambigua temática, para dirigimos a un modelo donde las inversiones sean eficientes, las personas cuentan con sistemas de transporte eficientes y económicos y se genera riqueza a partir del buen funcionamiento de la ciudad.
Parece mucho pedir pero cualquiera que haya estado en el inicio de su una nueva era se ha hecho la mismas preguntas, algunas lo han logrado, otras no, pero ese es el gran reto.
Transporte público en la ciudad II
Transporte público en la ciudad II
Un territorio cambiante
Uno de los problemas que enfrentan las ciudades de media escala en la actualidad es sin duda el trauma que significa dejar de verse a sí mismas como un pueblo grande para entenderse como una ciudad.
Lo cierto es que casi cualquier ciudad capital de nuestro país no merece ser vista como un pueblo en ningún caso, por más que muchas veces una parte de su población se empeñe en mantener esta nostálgica visión. En los tiempos que corren, la vida de las urbes ha alejado esta mirada de la realidad al pasar a formar parte -de manera voluntaria o inconsciente- de un concierto que se desarrolla más allá de los límites que solían reconocer.
La marea humana que ha ocupado las ciudades mexicanas en los últimos tiempos ha arrojado números que ni siquiera hubiéramos imaginada hace medio siglo. Los principales polos urbanos se han expandido de una manera descontrolada. Como resultado, por cada unidad de población que se incrementaba, la mancha urbana lo hace seis veces.
Pero como ya mencionamos en otra entrega de esta columna, la escala de la ciudad y su población no son ni por mucho el principal factor de cambio dentro de las ciudades del siglo XXI. Lo que realmente ha marcado el cambio entre una forma de entender la ciudad, es lo que pasa dentro de los límites. Es decir, la forma en que quienes habitan la urbe entienden y usan el espacio urbano.
El territorio urbano debe ser entendido a partir de esta perspectiva, desde la comprensión de que su estructura está sujeta a un proceso de transformación constante de ida y vuelta que induce e involucra su propia transformación.
Así, desde que la fuerza motriz apareciera en el cotidiano de los grupos humanos el territorio ha sido transformado cada vez de forma más violenta y acelerada. A medida que las formas de movilidad se han hecho más eficientes, las dimensiones de los espacios se hacen más compactas y lo mismo sucede en sentido opuesto. Cuando éstas son ineficientes, el territorio se expande.
Es decir, que a medida que se tiene un sistema de transporte en masa efectivo, el tamaño operativo de nuestras urbes es igualmente más pequeño. Una ciudad muy grande puede ser considerada compacta si su densidad media esta equilibrada con su entorno inmediato y si cuenta con transporte público que permita a sus habitantes movilizarse rápidamente por su territorio.
Por otro lado, una ciudad pequeña puede ser increíblemente extensa en el sentido funcional si para movernos de un lugar a otro es necesario gastar grandes cantidades de tiempo y recursos. Esto convierte a esta urbe en un lugar ineficiente y costoso que termina por rezagarse en comparación con ciudades más eficientes.
Esta breve y casi rudimentaria analogía nos debe servir para entender que mientras nuestro territorio urbano no se compacte mediante la puesta en marcha de un sistema de movilidad más adecuado a la estructura actual de la ciudad, nuestro nivel de competitividad será de los últimos del país. Así lo revela el último estudio realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad –IMCO– sobre ciudades mexicanas, donde somos la penúltima ciudad capital, solamente superando a Chilpancingo.
Según los datos con los que contamos hoy día, sabemos que un viaje en transporte público de un lado a otro de la Zona Metropolitana, es decir cambiar del corredor de la carretera a Etla al de la carretera a Mitla, toma cerca de 45 minutos. Esto es un tiempo exagerado si se toma en cuenta que la distancia media de este recorrido se encuentra en el marco de los 7 o 8 kilómetros.
Este modelo significa que el sistema de movilidad actual está jugando en contra de la estructura del territorio. Que no es capaz de ofrecerle respuestas a una sociedad que se ha vuelto muy compleja y dinámica y que refleja este dinamismo en su accionar cotidiano.
Los espacios urbanos contemporáneos son elementos muy cambiantes que pueden ser transformados o congelados en el tiempo a medida que acceden a mejores formas de ordenamiento, tanto de su espacio físico como de las actividades que en él se desempeñan. Las ciudades como la nuestra deberían de entender esta realidad y optar por modelos de movilidad igualmente más dinámicos y sostenibles, que encojan la ciudad y aproximen a sus habitantes.