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Vamos por la calle peatonal

Vamos por la calle peatonal
La ciudad de Oaxaca con calles para todos

Si hacemos una revisión del estado que persiste en la ciudad de Oaxaca en los últimos tiempos no tendremos que ser muy inquisitivos para darnos cuenta que la situación general ha desmejorado bastante. No son pocos aquellos a los que nos cuesta reconocer esta mancha urbana y sus lugares más relevantes al paso de unos pocos años.

Crisis en el acceso y la distribución del agua, crecimiento urbano descontrolado y un auténtico caos vial que impacta de manera directa las condiciones medio ambientales de una urbe donde habitamos más de seiscientas mil personas.

Pese a estas realidades cotidianas, las estrategias para abatir dichos rezagos han sido pocas y en algunas casos mal conectadas entre ellas, minimizando su impacto en conjunto. Lo cierto es que durante mucho tiempo, los distintos actores que podrían y debieran participar en la construcción de soluciones a los retos que la ciudad capital del estado enfrenta cada día, hemos pasado de largo en la búsqueda de soluciones.

Bajo esta presión es que la Casa de la Ciudad, con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, se ha dado a la tarea de generar iniciativas que por un lado generen discusión sobre los temas que competen a la vida urbana, pero también a proponer proyectos que aporten a la resolución de los problemas que enfrentamos de manera compartida quienes aquí vivimos y aquellos que están por llegar.

De entre los ejes que la CdlC ha abordado en este ámbito destacan dos, el equipamiento urbano y la movilidad no motorizada. En el primero nos hemos lanzado en una cruzada por el equipamiento, sobre todo de zonas periféricas de la ciudad, donde se construyen áreas verdes e infraestructura básica como jardines de niños o comedores. Este es el caso de la Colonia Azucenas, donde implementamos el primer centro de barrio de la ciudad.

En materia de movilidad se han concretado iniciativas con distintas dependencias, tanto de orden estatal como municipal como con la sociedad civil organizada. Un ejemplo de ello es la ampliación de la ciclovía de Av. Ferrocarril al Tule.

Una de estas iniciativas en las cuales convergemos afortunadamente en cuanto a los niveles de gobierno y la voluntad civil, está destinada a la mejora integral de la infraestructura peatonal de la ciudad. Se trata de un proyecto que pretende equilibrar el espacio con que cuentan las personas para desplazarse a pie por el Centro Histórico de nuestra capital.

El proyecto no pretende la desaparición de los vehículos a motor del centro de la ciudad, pero sí busca una mejor distribución del espacio asignado a cada uno de estos dos tipos de usuario: motorizado y no motorizado. Se pretende tanto la ampliación de banquetas como su mejora integral y el retiro de obstáculos que las hacen complicadas y poco accesibles para personas con dificultades de movilidad.

Al mismo tiempo se mejoran las condiciones medio ambientales de la ciudad al incluir conceptos que atacan de forma directa algunos de los mayores conflictos que enfrentamos en esa materia.

Las nuevas banquetas permiten la absorción y bajada del agua mediante un sistema de adoquines que aprovecha un sistema de camas de materiales permeable y pozos de absorción. Esto se complementa con la introducción de arbolado urbano seleccionado especialmente para este proyecto que contribuye a la eliminación de contaminantes y la liberación de oxígeno al medio.

Finalmente se propone un nuevo modelo de luminarias solares con un consumo muy reducido, equivalente a un foco de 50 w, que mediante un sistema fotovoltaico, puede llegar a reducir el consumo eléctrico de la ciudad en un 70%. Esto reduciría ampliamente el gasto que hace la ciudad para mantener en funcionamiento el alumbrado urbano.

Pero sobretodo, el proyecto que se propone a consideración, y que de tener apoyo popular iniciará este mismo año, pretende la reactivación económica de la ciudad. Los peatones son los mejores compradores de las ciudades y su aportación al sector servicios es fundamental para que este siga siendo el motor económico de nuestra urbe. Porque si la calle funciona, la ciudad vive.

El proyecto Oaxaca Peatonal se presentará a cámaras empresariales y público en general este miércoles 24 de julio a las 19 horas en la Casa de la Ciudad ubicada en Porfirio Díaz 115, Centro.

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Plantas nativas I

Plantas nativas I

¿Alguna vez has visto un leucaena leucocephala? Seguramente sí, aunque el nombre no te parezca conocido. Te vamos a dar unas pistas para que lo identifiques. Se trata de una especie originaria de Oaxaca que produce vainas que puedes comer y que se llaman igual que la planta. Este árbol mide de 3 a 7 metros de altura. Sus flores se encuentran en grupos en la punta de las ramas y tienen un color entre crema y blanco. Además, fructifica en racimos de 5 a 20 vainas que tienen entre 8 y 18 semillas cada una. Estas semillas se usan para cocinar platos como el huaxmole, entre otros.

¿Ya adivinaste? Pues claro, se trata del árbol mejor conocido como huaje o guaje. Esta especie es nativa del sur de México, la puedes encontrar en Guerrero, Morelos, Chiapas y por supuesto Oaxaca. De hecho, el nombre de nuestra ciudad proviene del náhuatl Huaxyacac que significa “en la nariz o en la punta de los huajes”. Este árbol puede vivir unos 50 años y su nombre científico viene del griego leukos que significa “blanco” por el color de las flores.

Te invitamos a que cuando camines por la ciudad te fijes en cuántos hay. Seguramente mucho menos que cuando los nahuas le dieron a Oaxaca su nombre…

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Del verde al gris y de vuelta al verde IV

Del verde al gris y de vuelta al verde IV
La vuelta del color

Las ciudades que habitamos hoy día son las más pobladas, dinámicas y llenas de vida que jamás han existido en la historia de las sociedades humanas. Sin embargo, en el proceso que las llevó a este punto, perdieron mucha de su virtud, de su belleza natural, de su relación medio ambiente-personas, lo que finalmente la ha oscurecido y transformado muchas veces en lugares inertes, vacíos.

Pero este no es ni por mucho el fin de las transformaciones que las ciudades han visto o verán. Por el contrario. Se trata de un proceso constante y rápido en el que podemos intervenir de manera positiva si desarrollamos dinámicas en pro de reconstruir la relación entre el medio natural y las personas.

El que las ciudades cuenten con espacios verdes resulta siempre una ventaja en cualquiera de las posibles dimensiones desde donde lo analicemos.

Está por una parte el factor ambiental. Un árbol es capaz de absorber los contaminantes de 100 vehículos y generar suficiente oxígeno para varias personas. Están también otros componentes, como el que una propiedad esté cerca de un parque puede incrementar hasta un 70% su valor. Igualmente está comprobado desde la psicología ambiental que un paisaje natural ayuda a la buena salud mental de las personas.

Por lo anterior, reintegrar este tipo de espacios a las ciudades debería ser una tarea preponderante si pensamos en mejorar el estado general de las cosas en la urbe y las condiciones de nuestro medio ambiente. Las ciudades necesitan aire tanto como nosotros -aire limpio y de buen aroma- eso les ayuda a estar sanas y si ellas lo están, nosotros también.

Antes que nada es importante identificar cual es el estado real que guarda cada uno de los sectores de nuestra ciudad. Hay que entender que las ciudades son diversas; rara vez un pedazo de una urbe se parece a otro. Cada cual mantiene sus diferencias de orden físico y social, lo que condiciona las necesidades de espacio público y de lugares abiertos dentro del entramado urbano.

Crear espacios públicos abiertos no puede reducirse simplemente al cercado de algún espacio residual o a la colocación de algún mobiliario para incentivar el juego. Se trata de un hecho más complicado que debiera suponer un proceso de reintegración entre las personas primero, y luego entre ellos y el espacio que les rodea.

Deberíamos saber cuáles son las necesidades reales que tienen las personas que habitan un lugar, sus deseos e intereses, y pedirles que imaginen cómo será el espacio urbano que desean les rodee. Es muy importante involucrar a los pobladores de nuestra ciudad en la creación de los espacios abiertos de calidad que requieren para mejorar su barrio o colonia.

Lo cierto es que la constitución de un área verde bien equipada en la ciudad es una inversión de muy bajo costo si se le compara con otro tipo de infraestructuras. Un parque o jardín significa un gasto hasta diez veces menor del que representa una obra más tradicional. Por ésta y otras causas es que resulta inexplicable la inexistencia de estos lugares, así como la creación de programas dedicados a su construcción.

Otras ciudades, por ejemplo la capital del país, han iniciado un proyecto destinado a la creación de pequeños parques dentro de los entramados urbanos ya consolidados a los que denominaron Pocket Park. Denominación tomada de la lengua inglesa y que se traduce literalmente como “parques de bolsillo” haciendo alusión a lo pequeño de su escala pero también a su capacidad de arropar a todo un barrio.

La generación de este proyecto no demuestra otra cosa sino la urgencia que han determinado como indispensable algunos gobiernos para generar espacios verdes en las ciudades. En especial aquellas que han adquirido una escala tal que les aleja de la convivencia con la vida silvestre.

Pero quizás una de las más lindas virtudes de las áreas verdes es que no requieren de la presencia institucional para emerger en la ciudad. Muchas veces, y por todo del orbe, la organización popular ha arrojado algunos de los espacios verdes abiertos mejor logrados, sin la necesidad de contar con grandes recursos u enormes presupuestos.

La ciudad requiere de estos pequeños puntos verdes en nuestro entorno, ya sean los gobiernos, la sociedad organizada, o un vecino que planta un árbol en una esquina abandonada. Todo esfuerzo es necesario, porque quizás haya muchas coas que sobran en nuestro paisaje, pero siempre faltará un árbol más.

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Del verde al gris y de vuelta al verde III

Del verde al gris y de vuelta al verde III
Las urbes sin parques

Una de las muchas cosas que la ciudad perdió durante su proceso de crecimiento moderno es, por redundante o absurdo que parezca, su propio suelo. Las urbes crecieron a una velocidad tal y con un orden tan emergente que olvidaron dejar alguna reserva de suelo para algo que no sea la expansión física de la ciudad y el acomodo de personas.

Hoy día prácticamente cada ciudad de más de 50 mil habitantes de este país no cumple con las recomendaciones mínimas de espacio libre recomendado por habitante. El fin de este espacio dedicado a ser simplemente un área libre, es complementar algunas de las actividades más importantes en la vida de las personas: jugar, convivir, aprender, descansar, etc.

Diversos estudios realizados en todo el mundo y bajo la mirada de un buen número de organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, han demostrado la importancia de contar con lugares dónde llevar a cabo estas actividades para el buen desarrollo integral de las personas.

De hecho, no sería raro descubrir que una parte importante de los problemas sociales que vivimos hoy en día se debe a la falta y mala calidad de espacios abiertos en nuestras ciudades que faciliten la convivencia de las personas.

El por qué de la ausencia de estos lugares en la configuración de las ciudades actuales lo podemos encontrar en la evidente falta de planeación de las mismas y en la incomprensión de las fuerzas que dan forma a una ciudad en un entorno como el nuestro.

Las manchas urbanas son, como hemos dicho al inicio de esta serie, el resultado de fenómenos meramente sociales y económicos. Pretender que la mejor respuesta que podemos dar es la regulación en base a planes incumplidos y normativas imposibles de aplicar ha sido un error que ha costado mucho a la ciudad y sus habitantes.

Las ciudades crecen y consumen cada metro cuadrado con el que cuentan, y lo normal es que la infraestructura que las debe complementar llegue después, y no antes, a los espacios urbanos. Es decir, se tratan de cubrir deficiencias que para cuando nos damos cuenta de su existencia son demasiadas como para atenderlas efectivamente. Generar espacios libres y colectivos no es ni por mucho una urgencia.

Antes está la construcción de líneas de agua potable, drenaje, electricidad y la pavimentación de calles. Cuando esto esté concebido, difícilmente sobrarán recursos o espacios para una actividad tan poco valorada hoy en día, como el desarrollo humano y la existencia de la naturaleza entre nosotros. Otros barrios aparecerán con iguales necesidades y habrá que atenderlos.

Aquí la existencia de un modelo de crecimiento expansivo en nuestras ciudades es determinante. Mientras más se alarga la ciudad, las infraestructuras y los servicios, más complicado es hacerlos llegar a cada lugar y rincón del territorio de la ciudad. Esto genera un déficit de atención; no se cubren totalmente las necesidades de los barrios sino que se medio atienden a todas las unidades urbanas que van surgiendo.

Lo cierto es que somos seres sociales que seguimos dependiendo de nuestro entorno para poder desarrollarnos adecuadamente. Y la existencia de estos espacios es fundamental para que nuestras ciudades recobren el control de su territorio y más importante aún, de los fenómenos sociales que suceden en su interior.

El sistema de barrios y colonias presenta grandes ventajas para que esto suceda. Si pudiéramos dotar a cada demarcación con una unidad de equipamiento que permita la recuperación y consolidación de áreas verdes y otros espacios abiertos en la ciudad, seguramente la calidad de vida de cientos de miles de personas se vería impactada de forma positiva.

El que las ciudades no cuenten con espacios verdes en la actualidad, no quiere decir que no puedan contar con estos en un futuro. Y de hecho, así como surgen viviendas, en algunos casos surgen pequeños espacios residuales que forman una pequeña red de espacios abiertos. Estos podrían ser el inicio de un nuevo fenómeno urbano del que hablaremos después.

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