Archivo mensual agosto 31, 2014

La Ciudad al Margen

 

 

Una crítica social, que muestra la pobreza y la marginación urbana imperante en la historia de nuestro país, serán proyectadas a través de ciclo de cine La Ciudad al Margen. Imaginario cinematográfico de una ciudad en crisis. La Ciudad de México en las décadas de 1970 y 1980.  Secuencia que se proyectará a las 19:00 horas, del 5 al 24 de septiembre de 2014 en Casa de la Ciudad.

Con la conferencia La Ciudad de México y el cine de la crisis: 1976-1988, impartida por Hugo Lara Chávez, será inaugurado el ciclo fílmico este viernes 5 de septiembre a las 19:00 hrs. Así, durante septiembre se exhibirán cintas como: Mecánica Nacional (Luis Alcoriza, 1971), Los albañiles (Jorge Fons, 1976), El Mil Usos (Roberto G. Rivera, 1981) Lagunilla, mi barrio (Raúl Araiza, 1985) y La banda de los Panchitos (Arturo Velasco, 1986).

Pobreza, marginación y cine

Durante las décadas de los setentas y ochentas, México inició un proceso de desmoronamiento del modelo económico que había seguido desde los años cincuenta con el desarrollo estabilizador, causando una fuerte crisis económica, desempleo, falta de productividad en el campo y migración de zonas rurales hacia zonas urbanas.

La Ciudad de México se convirtió en el reflejo de esta crisis, al ser la ciudad más grande del país, y recibir a miles de personas provenientes del campo en su zona periférica. En el ámbito cinematográfico, los realizadores mexicanos recrearon la idiosincrasia de estos años, a través de cintas con temas populares aparentemente irrelevantes, como la comedia alburera y el cine de violencia.

Utilizaron recursos que iban desde la falsa denuncia, hasta la representación neopopulista, mostrando el barrio y la vecindad – Tepito y la Lagunilla, por ejemplo – como una muestra del carácter y los estereotipos populares urbanos. Sin embargo, todos ellos lograron encausar una crítica social, evidenciando la pobreza y la marginación urbana imperante en estas dos décadas en la historia de nuestro país.

Organizado porla Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, A.C., a través de la Casa de la Ciudad, el ciclo de cine: La Ciudad al Margen. Imaginario cinematográfico de una ciudad en crisis. La Ciudad de México en las décadas de 1970 y 1980, tendrá como sede la Casa de la Ciudad, ubicada en Porfirio Díaz 115 esq. Morelos, Centro Histórico, Oaxaca. La entrada es libre. Para consultar la cartelera visita la página casadelaciudad.org.

 

*Ilustración: Carlos Morales

Equipamientos mínimos II

La manzana como escala

Continuamente, cuando se habla de las ciudades, se repite a veces con exageración, lo costoso que suelen ser las intervenciones que requiere el espacio urbano para poder funcionar cada día. Y esto es parcialmente cierto, las ciudades son organismos complejos llenos de infraestructuras de todo tipo, que resulta difícil mantener en operación, aunque esto no es necesariamente una ley.

Hay muchas cosas en las ciudades, que no dependen de grandes inversiones o de enormes planes para que resulten de alto impacto en la vida del tejido social y urbano.

La cuestión es que hay veces, que lo mejor es dejar de ver la ciudad como un gran conglomerado, donde habitan miles de personas con infinidad de problemas y situaciones cambiantes. En ocasiones, hay que entender la ciudad, como un conjunto de bloques que se ensamblan más o menos de manera armoniosa para generar un todo que interactúa entre sí, pero desde la escala mínima de la cuadra o manzana en que habitamos.

Esta visión mucho más local, tiene un potencial que las grandes visiones no tienen; su conservación e incluso transformación están al alcance de quienes habitan estos lugares.

La manzana es una unidad de territorio poco entendida en la actualidad y bastante mal manejada en los aspectos que tienen que ver con la administración de la ciudad. En otros lados y ciudades, se hacen más o menos de manera continua, estudios muy particulares que tratan de comprender cómo es que se han conformado las estructuras de los bloques que componen la ciudad.

Estos esfuerzos tienen como objetivo analizar e interpretar, cuáles son las formas de ocupar el espacio de quienes pueblan estas pequeñas unidades. Este conocimiento resulta muy útil para implementar estrategias urbanas, arquitectónicas y sociales que ayuden a la mejora del espacio urbano a pequeña escala.

Sabemos que en la actualidad, una buena idea es que una manzana mantenga un uso de suelo mixto, es decir, que no se trate de lugares demasiado especializados en un sólo aspecto de la vida de las personas y la cadena productiva. Lo ideal sería, que en un mismo bloque haya vivienda, comercio, servicios, áreas verdes y recreativas, e incluso actividades fabriles de pequeña escala; así la ciudad se compacta y se reduce, por ejemplo, el gasto en movilidad tanto económico como energético.

Hay quienes se han atrevido a marcar, incluso, coeficientes ideales de uso del suelo de un bloque, aunque la verdad es que estos coeficientes son realmente particulares dependiendo de las características de cada lugar.

Lo cierto es que, pocas cosas resultan tan efectivas para mejorar poco a poco una ciudad, que entender el sentido de mantener un bloque o manzana en buenas condiciones. Ya sea mediante la puesta en marcha de algún programa por parte del gobierno, o la participación de quienes habitan el lugar, intervenir la cuadra es una gran inversión para el resto de la ciudad.

Pero como hemos mencionado antes, para que esto pase, resulta necesario comprender la estructura básica de los bloques urbanos que habitamos. Cuál es su estructura física, escala, número de habitantes, identificación de necesidades en sus habitantes, costo de mercado de sus predios, disponibilidad de solares. Toda esta información se vuelve la base de la mejora que requiere la ciudad y sus habitantes.

En muchas urbes del mundo, esta perspectiva permite que con un presupuesto limitado se realicen acciones, que permitan la mejora y embellecimiento de la ciudad. La asignación de áreas verdes en cada bloque, o equipamientos mínimos diseñados de acuerdo a las necesidades de cada manzana, ha resultado una muy buena experiencia en materia de desarrollo urbano.

Así se ha logrado, no sólo actuar con conciencia sobre cómo se estructura uno u otro bloque en la urbe, sino también dirigir de mejor manera los esfuerzos y recursos con los que se cuentan, que normalmente en los tiempos que corren, son extremadamente delicados.

Las ciudades son hoy día grandes y complejas estructuras, donde habitan miles y cientos de miles de personas, pero sus componentes siguen siendo bastante simples a pequeña escala. Actuar a la escala de la manzana, implica actuar a la escala donde las personas se sienten más identificadas, de forma tal, que pese al correr del tiempo, nuestra calle y lo que pasa a su alrededor, siga siendo la parte más importante de la ciudad.

 

Por: Gustavo Madrid Vázquez

El territorio como relación

Sobre la conferencia «Comunicación y Derechos Territoriales» impartida por Peter Bloom, coordinador de Rhizomatica, Oswaldo Martínez de la Fundación Santa María A.C. de Santa María Yaviche y Erick Huerta, abogado y encargado de políticas públicas en Rhizomatica, en Casa de la Ciudad.

Oaxaca cuenta con una enorme cantidad de radios comunitarias en las diversas regiones del estado. También, sus variadas comunidades cuentan con sistemas ancestrales organizativos y de trabajo conjunto. Sin embargo, también existe un sinnúmero de regiones que se encuentran en los huecos de cobertura de las grandes redes de comunicación.

Consciente de estas particularidades, la organización Rhizomatica decidió potencializar estas cualidades para la implementación de redes de telefonía celular comunitaria. Para Peter Bloom, iniciador del proyecto, una de las principales dificultades a las que tuvieron que enfrentarse en un principio fue la normativa para poder hacer uso del espectro radioeléctrico, ya  que la premisa del proyecto siempre fue hacerlo dentro de la legalidad, para que pudiera ser reconocido y ejercido como un derecho y viceversa. El gran éxito de este proyecto ha sido haber logrado obtener una concesión para operar servicios de telefonía celular comunitaria, y haber instalado a la fecha 6 redes en la Sierra Norte, 2 de ellas en fase piloto.

Oswaldo Martínez, campesino, zapoteco del Rincón y promotor de las actividades de la radio y la red de telefonía celular comunitaria en Santa María Yaviche, en su experiencia en diversas radios comunitarias dentro de los cuatro grupos zapotecos de la Sierra Norte, se dio cuenta de la importancia de la comunicación en la lengua particular de cada grupo, para identificarse y reconstituir la idea del territorio y de ahí su definición de éste: “no sólo un pedazo de tierra, territorio es el idioma”.

Para Oswaldo el proyecto de radio y telefonía celular comunitaria en Santa María Yaviche ha contribuido en este sentido a reafirmar su comunidad, más allá de la actual división geográfica y política, ya que: “el territorio va ligado a la comunicación y dentro de la comunicación, el lenguaje, el habla, nuestra fiesta y nuestra forma de usar la tierra.”

Por su parte, Erick Huerta profundizó en cómo se construye la idea de territorio, cómo es que puede ser despojado y cuál fue el proceso que siguió Rhizomatica para recuperar esta noción, a través del reconocimiento del espectro electromagnético frente a la ley.

“El territorio no es una cosa, sino una relación, y existe en función de esa relación”, es decir que el territorio existe gracias a la vinculación entre los diversos factores que lo componen como su gente y su lengua, su historia y sus componentes naturales.

La destrucción del territorio ha sido posible debido a su fragmentación,  ya que ha abierto la brecha para que esta noción integral se convierta en un simple bien que pueda ser vendido.

La fragmentación sucede al romper con esta relación, es decir, al quitarle validez a ese conocimiento sobre los elementos que lo constituyen. Por una parte, el no reconocerse de un sitio, el sentirse avergonzado de ser de tal o cual lugar y no hablar su lengua, genera segregación de sus partes. Por otro lado el que ciertos elementos del territorio hayan sido declarados como bienes de la nación, en realidad han pasado a la administración del gobierno, privilegiando a unas cuantas empresas privadas, negando el derecho, simplemente de uso, a miles de personas.

Si entendemos el espectro radioeléctrico – la vía por la cual viajan las ondas electromagnéticas – de la misma forma, como una relación en donde sólo a medida que se generan vibraciones, se crean las ondas, podemos entender que éste forme también parte del territorio, y haya sido utilizado desde épocas ancestrales, con técnicas más antiguas, con la misma finalidad de comunicarse.

El proceso para reincorporar el espectro frente a la ley como territorio tuvo que seguir dos procedimientos. El primero fue romper con el mito de la imposibilidad de contar con un sistema propio de telefonía celular. “El primer derecho es el derecho a soñar”, como relata Erick. El caso Talea de Castro, fue el gran ejemplo, ya que devolvió la esperanza a muchas personas que se sentían impotentes ante los abusos de las grandes compañías de telefonía celular. El segundo fue romper con la legitimación, al poner en evidencia ante el gobierno, que la compañía concesionada para dar un servicio público y generar un bien común, en realidad no lo estaba haciendo y no lo iba a hacer por no ser viable en términos económicos y empresariales, y que con infraestructura autofinanciada y capacitación, las comunidades estaban autogestionado, operando y haciendo uso de su propia red de forma exitosa.

Rhizomatica ha decidido cambiar las reglas del juego, al hacer posible la telefonía celular rural por medio de este contraesquema, que demuestra la viabilidad de los sistemas de telefonía celular comunitaria y que ha repercutido finalmente en el otorgamiento de la concesión social en la nueva ley de telecomunicaciones.

 

Por: Luciana Renner

Equipamientos mínimos I

El origen de las ideas

Recientemente se han desarrollado investigaciones y como consecuencia publicaciones, sobre el papel del espacio público en la conformación de una sociedad más equilibrada y estable. Por desgracia esta tendencia tiene poco que ver con un genuino interés por entender el papel de los lugares comunes en la psique de la ciudad, y se han desatado como una forma de entender y combatir la escalada de violencia que ha afectado a Latinoamérica y México, en particular en los últimos años.

El problema de esta perspectiva es que busca resolver sólo una pequeña parte del gran campo que representa la comprensión de la convivencia humana en ambientes adecuados dentro de la ciudad. Al simplificar esta comprensión, y reducirla al simple hecho que establecer un espacio público más o menos adecuado resuelve el o los problemas de convivencia que enfrentamos, se está perdiendo el fondo real de estas acciones.

La generación de espacios públicos a destajo como parques y áreas infantiles, no garantizan el éxito futuro de estos espacios y una mejora inmediata del carácter “humano” de la ciudad.

Para que esto suceda, se requiere una auténtica comprensión de lo que cada espacio y componente de la sociedad requiere. Las ciudades, pese a su aparente homogeneidad, son increíblemente diversas, mucho más de lo que el ojo o la perspectiva inmediata de cada urbe pudiera reflejar.

El tipo de lazo o lazos dentro de un barrio o colonia, el origen de sus pobladores, la historia, estrato social, nivel educativo, el índice de desarrollo humano de sus habitantes, e incluso algo casi imposible de definir pero que se parece mucho al “espíritu del barrio”, resultan ser factores que describen la situación y relación de una parte del entramado urbano u otra, de un bario a otro. La ciudad se replica, pero no se copia.

Es por eso que los procesos bajo los cuales se genera el espacio público, requieren la participación y comprensión de los actores que dan origen y sentido a estos espacios. Una ciudad sin la posibilidad de participar y hablar, termina conviviente por definición en una ciudad muda; los habitantes de la ciudad deben tener posibilidad de participar en las trasformaciones que su espacio vital demande o participe.

Desde luego la escala de las intervenciones urbanas requiere distintos tipos de participación ciudadana. Partiendo de los parques de bolsillo hasta las grandes infraestructuras, hay una gran distancia, y la forma de abordar estas intervenciones desde los procesos participativos debe ser también diferenciada.

Pero hay muchas experiencias que nos ayudan a enfrentar estas situaciones; las personas participan en la toma de decisiones y en la evaluación de proyectos en muchos lugares y bajo distintas estructuras. Desde los presupuestos participativos hasta los talleres de diseño que se realizan en pequeñas unidades territoriales para que la gente del lugar defina las transformaciones de su espacio inmediato, hay muchas maneras de que las personas se sientan parte y creadores de un proyecto.

Y es que, quién conoce más las necesidades de un lugar que sus propios habitantes, aquéllos que le recorren cada día y que han visto ir y venir transformaciones, asimilando cada día los cambios y construyendo soluciones silenciosas a las que resta sólo darle estructura y viabilidad.

En la actualidad los profesionales que se dedican a generar y transformar el espacio urbano, –que no debemos olvidar, en nuestro país la forma de vida urbana representa tres cuartas partes del total de la población– deben por condición natural, realizar un proceso de aproximación hacia quienes habitan el lugar que será intervenido.

Los tiempos en que los proyectos se hacían desde la estadística y el escritorio se han terminado, la ciudad requiere acuerdos para poder avanzar hacia un estado de paz social y por lo tanto de desarrollo. Y estos estados sólo se logran cuando se suman en su transformación la mayor cantidad de actores posibles, pese a las dificultades que esto pudiera implicar.

En algunos lugares este fenómeno se ha extendido más allá y se han conseguido cambios realmente increíbles que han redefinido el espacio público y por lo tanto las ciudades. Desde San Francisco hasta Barcelona, en Medellín o Río de Janeiro, la ciudad se construye con la participación de sus habitantes, y cada pequeño espacio que se genera, es una parte más de la ciudad que se suma, pero sobre todo es una parte más de algo que pertenece a todos.

 

Por: Gustavo Madrid Vázquez