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Homenaje Ciudadano

Los rostros de la ciudad

La ciudad nos hará libres, enunciaban los antiguos griegos. Esta sentencia tenía varias connotaciones. Recordemos que en la antigua Grecia existían dos grupos de personas, los esclavos y los ciudadanos, y cada uno de estos grupos tenía funciones muy definidas. Como su nombre lo dice, unos servían a los otros y sólo los segundos disfrutaban las ventajas de la ciudadanía.

Ser ciudadano significaba tomar parte en las decisiones que afectaban a las ciudades, que si recordamos, en esos tiempos eran estados. Cuando se hablaba que la ciudad hacía libres, era en un sentido literal, pero también en el mismo sentido figurativo que lo hacemos hoy día. La urbe era el hogar de la creación y la espontaneidad. Las herencias del pensamiento griego, que han llegado hasta nuestros tiempos, se construyeron desde la ciudad, bajo el cobijo de la libertad que ésta garantizaba.

Muchos siglos han pasado; el esclavismo está oficialmente desterrado de casi todo el orbe, pero la ciudad sigue teniendo esta cualidad libertadora que le caracteriza. Los hombres y mujeres que venimos a ella, lo hacemos en la búsqueda de muchas cosas: trabajo, seguridad, un mejor modo de vida, pero también de esa libertad a la que consciente e inconscientemente aspiramos en la ciudad.

En este sentido, un factor ha tomado importancia en nuestra generación: el anonimato. En la ciudad hemos dejado de ser personajes, para pasar, formal o informalmente, al estrato de lo anónimo. Es parte de la libertad de acción que la ciudad ofrece, pero también una realidad que ha afectado de forma negativa el tejido social de nuestras urbes.

La falta de identidad de los habitantes de la ciudad con ella misma y con sus pobladores, es en parte responsable de la crisis social que atravesamos en estos tiempos, donde nadie asume responsabilidades de lo colectivo, y donde la relaciones humanas se van debilitando. Urge la reconstrucción de las redes sociales que hacen la ciudad habitable, y urge aún más, el volver a reconocernos en nuestros vecinos y conciudadanos.

Para lograr este objetivo hay que trabajar en muchos frentes. Uno de estos, es el reconocimiento de aquellas personas, que desde su realidad ayudan mediante su esfuerzo a mantener su medio ambiente y social saludable. Son muchos los habitantes de la ciudad, que pese a todas las dificultades, se lanzan cada día a la búsqueda de la construcción de un lugar mejor para crecer y habitar, y resulta importante reconocerlos y agradecerles tal esfuerzo en favor del colectivo que habitamos la ciudad.

En días pasados en la ciudad de Oaxaca, mediante un trabajo colectivo coordinado desde la Casa de la Ciudad con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y el Municipio de Oaxaca de Juárez, se realizó el primer Homenaje Ciudadano de la ciudad. En este ejercicio, desarrollado en la colonia Bugambilias, y por decisión colectiva de la colonia, se montó un homenaje a manera de mural urbano a Doña Lucrecia, una de estas heroínas que nos ayudan a mantener nuestra ciudad integrada y en funcionamiento.

El proyecto, creado por el grupo de artistas Menjurje Colectivo, consiste en convocar a la colonia, para que sean ellos mismos en asamblea popular, quienes decidan quién de sus miembros creen que merece este reconocimiento de los habitantes de la urbe hacia un individuo en particular. Una vez que se ha logrado un acuerdo, se propone el modelo de intervención a seguir en un espacio, de nuevo, asignado por los habitantes de la colonia.

Así, la imagen de Doña Lucrecia, de varios metros de altura, el día hoy se eleva en el callejón que conecta la calle Esmeralda con el Mercado Zonal de Santa Rosa, recordándonos cómo, el trabajo entregado de nuestros vecinos, es fundamental para que todos tengamos una mejor ciudad, una mejor calidad de vida.

Reconocer el trabajo que hacen estos personajes desconocidos resulta muy relevante en un momento, donde nuestra estructura social se tambalea ante las lacras de la violencia y el abandono. La ciudad nos hará libres, de eso no cabe duda, pero lo hará en la medida en que sus habitantes peleen por esa libertad, antes como ahora, con el coraje que la colonia Bugambilias reconoce en Doña Lucrecia. A ella nuestro aprecio también.

 

@tavomad

Anarquismo y ciudad IV

El camino que ha seguido el pensamiento anarquista en la vida de las ciudades, se ha basado en una intensa simbiosis, que ha permitido, por un lado, alimentar la ciudad de ideas sobre la igualdad social, y por el otro, la comunión de muchas personas concentradas en las urbes, alrededor de esa misma idea.

Sin embargo, en tiempos recientes y en el ambiente de violencia, que de a poco ha impregnado nuestras ciudades, el término anarquista ha sido retorcido y aplicado en un sentido muy distinto al que le dio origen.

El objetivo del pensamiento anarquista está, y ha estado siempre, relacionado con el concepto de comunidad. Una comunidad donde las habitantes poseen un sentido de responsabilidad social muy elevado, en lo personal y en el medio que les rodea. Esta idea es la base en la que se fundamenta la construcción de un ambiente equilibrado y justo, donde todos los miembros de la comunidad encuentran un sitio común.

Ese lugar común ha sido la mayor parte de las veces la ciudad, un espacio de todos, donde éste y otros modelos de pensamiento han encontrado cabida. Eso hace que sea el sitio, donde se expresan estas distintas formas de entender la realidad y tratar de controlar los fenómenos que nos rodean.  Cada forma de pensamiento ha encontrado un espacio en las urbes, donde hoy habita más de la mitad de la población mundial.

Es así, que las expresiones de la cultura del anarquismo en la ciudad, se plasman en obras y espacios dentro de la urbe misma, destinados al discurso de sus ideas y a la integración de más y más personas a sus líneas de pensamiento. El anarquismo es sin duda, una forma de organización social que ante todo, se basa en el diálogo y la construcción de discursos, lo cual necesita de espacios físicos para llevarse a cabo.

El anarquismo, sin embargo, pese a que cuestiona la existencia del Estado Central, no se ha caracterizado nunca por ser un movimiento que atente contra las personas o el bien común. Las recientes manifestaciones en el marco de las protestas reproducidas por todo el país, y que suelen ser atribuidas a grupos de anarcos, no son sino actos de vandalismo puro, que se encuentran muy alejados del pensamiento libertario, que dio sentido a este modelo de organización.

Para el modelo anarquista, el Estado sí es un adversario, pero en un estado de paz. La herramienta con la que lo enfrenta, es la del convencimiento y la construcción de una masa crítica. Una revolución de pensamiento, que hoy como antes, se basa en el uso de espacios públicos, abiertos o cerrados, para discutir ideas y generar estrategias que ayuden a la transmisión de sus mensajes.

Lo cierto es que, luego de más de un siglo de convivencia entre la ciudad y el pensamiento anarquista, éste se encuentra casi extinto en su sentido más puro. Incluso en las ciudades europeas, donde tuvo fuerte presencia, hoy sus reductos son mínimos y sus espacios de discusión pocos y diseminados. Quedan algunos Ateneos y Cooperativas, cuyo mayor esfuerzo lo dedican al diálogo, y a intentar desprenderse lo más posible de las estructuras del Estado.

Sus actos son más de resistencia que de agresión. Se han hecho populares por la toma de casas y espacios desocupados para asignarles un uso, y convertirlos en esos lugares de encuentro y discurso, que el movimiento requiere. Son espacios que resultan una mezcla de albergue, centro social, cultural y comedor, donde se penetra en la búsqueda de una forma de vida alternativa, y de los que continuamente es noticia, son expulsados por las fuerzas del orden.

El movimiento anarquista, hoy día, es más un sujeto de estudio que de práctica cotidiana, y lo es por la importancia que éste tuvo en la vida de las personas y las ciudades hace no mucho tiempo. Los aportes que hizo este pensamiento a la estructura social contemporánea, subsisten en nuestras formas de organizarnos, aún ocultas en las muchas capas de tiempo, que nos han tocado pasar desde entonces y como sociedad.

Sirva esta serie de artículos para reivindicar el papel del pensamiento y los propósitos anarquistas en la ciudad, más allá de los pasamontañas y las pintas sin sentido en paredes. El verdadero anarquismo no perdería la oportunidad de transmitir una idea, y de convocar a más miembros de nuestra sociedad a que se unan al movimiento libertario y de comunión social, que los verdaderos anarquistas enarbolan.

 

@tavomad

Anarquismo y ciudad III

Para el caso de las ciudades en México, la relación con el concepto anarquista, si bien no ha sido tan estrecho y evidente como en otros lugares, tampoco es que se haya mantenido distante. La importancia de este movimiento en la vida del país, se remonta también a los inicios del siglo XX y finales del XIX, cuando se vivía una profunda molestia social debido a la terrible desigualdad que predominaba en México, y a la permanencia de un sistema político dictatorial.

De nuevo, el anarquismo surgiría con una fuerte base social, y lo haría como en otros países, ligado a la vida en las ciudades. Este movimiento había encontrado cabida en la mente de jóvenes de la clase media y baja, que a diferencia de los revolucionarios de tipo institucional como los Maderistas, pretendían devolver a la gente el poder, que un Estado corrupto y de élites les había negado por generaciones.

No muchos tienen claro que, de hecho, el lema Tierra y Libertad asociado al zapatismo, se trataba realmente de uno de los clamores que el movimiento anarquista mexicano había generado como línea de pensamiento. También es poco conocido, que una buena parte de la base social y política de la Constitución de 1917, fue tomada de la plataforma política del partido anarquista mexicano.

Otro dato igualmente olvidado, es que los primeros disparos y muertos por la contienda revolucionaria de 1910, serían anarquistas. El ataque de la guarnición de Mexicali en enero de 1911, daría inicio a la lucha armada revolucionaria, que un año después, llevaría a Francisco I. Madero al poder y a personajes como Francisco Villa y Emiliano Zapata a la persecución.  Mientras, el mayor de los personajes del anarquismo mexicano moriría a golpes en una prisión de los Estados Unidos.

Ricardo Flores Magón, oaxaqueño de origen y libertario por convicción, sería una figura clave, no sólo del movimiento anarquista, sino de la historia moderna de nuestro país. Sin embargo, sus aportes y decisivas contribuciones a la construcción de un Estado moderno e igualitario, no le bastaron para que el gobierno postrevolucionario le rescatara de la cárcel de Kansas, en Estados Unidos, donde moriría.

Ricardo se negó a solicitar clemencia al gobierno americano y a retractarse de sus ideas y convicciones. Prefirió morir en circunstancias no claras, abandonado y enfermo en prisión, antes que negar sus principios. Hoy su nombre se escribe con letras de oro en el Congreso mexicano. Sin embargo, en su momento, fue renegado y dejado a su suerte,  por lo que se consideraba un gobierno emergido de una revolución, que él mismo había iniciado en el norte del país.

La presencia del movimiento anarquista en la ciudad de México y en el país entero, fue tan relevante y temida en esa época, que incluso dio lugar a la creación de un movimiento reaccionario, destinado a combatirlo. El denominado sinarquismo, era un movimiento de corte religioso y de origen burgués, que se enfrentaría al anarquismo y seríaresponsable, en gran parte, de la construcción de la leyenda negra que rodearía al fenómeno anarquista mexicano.

Una buena parte de la labor de los sinarquistas, fue una campaña de desprestigio, que describiría al anarquismo como un movimiento violento, creado para destruirlo todo y desconocer el orden social. Desde luego, quienes se encargaron de financiar y ejecutar el programa de este grupo,  eran personajes cercanos al poder, interesados en que no hubieran cambios en lo sustantivo, luego de que la revolución afectara sus intereses. Eventualmente lo consiguieron.

Mediante esta campaña, se intentó borrar del pensamiento de las personas, la profunda base social del anarquismo, construida varios siglos antes, y retomada por los ideales de la Revolución Mexicana, antes de ser contaminados por los caudillos que tomaran el poder al final de la era revolucionaria.

El movimiento anarquista, sin embargo, dejaría una huella profunda e imborrable en las primeras etapas del México institucional. Aportaría, no sólo la base de la que se desprendería una nueva Constitución, sería  también su programa social y educativo, el que daríalugar a las grandes obras del México postrevolucionario. Nuevas instituciones emergerían y con ellas, una nueva arquitectura y conceptos urbanísticos.

No es casualidad, que las primeras obras de los gobiernos postrevolucionarios fueran instituciones educativas y culturales, como la Escuela Normal Superior o el Conservatorio Nacional. Ni que sus programas funcionales se plantearan en un orden de jerarquías horizontal, a manera de un oculto homenaje a un modo de pensamiento, que de nuevo, ayudaba a la construcción de una sociedad más igualitaria y libre de pensamiento.

 

@tavomad

 

 

 

 

 

Anarquismo y ciudad II

Las urbes, a lo largo del siglo XX, fueron escenario de algunos de los más dramáticos eventos en la historia moderna de la humanidad. La llegada de la sociedad industrial, alteraría cualquier orden conocido hasta el momento. Dos grandes guerras involucrarían a una buena parte de los países del orbe, y muchas revoluciones y cambios sociales dejarían profundas huellas físicas y sociales en el interior de las ciudades.

Los movimientos sociales se exaltarían, y en muchos casos, se harían más radicales. Es el caso, por ejemplo, de la España de la época republicana previa a la Segunda Guerra Mundial, donde se había instaurado, por segunda vez, un gobierno republicano.

La España posterior a la Primera Guerra Mundial, gestó una transición desde lo rural hacia lo urbano, pero también dejo ver una profunda desigualdad social, que exigiría, para superarla, un orden más igualitario. Así, por segunda vez, se proclamaría un Estado republicano, que pretendía dar lugar a un estado de derecho nuevo, donde todos tuvieran cabida. El tiempo dejará ver que ese anhelo no sería posible.

Las profundas divisiones sociales construidas por siglos en la sociedad española, se hicieron patentes rápidamente; la separación de clases se mostró aguda y la reacción fue espontánea. Como mencionamos en la primera entrega de esta serie, en ese preciso momento, dos movimientos sociales proletarios se alzaban, como forma de organización de la base trabajadora.

Los movimientos comunistas estaban en apogeo a principios del siglo XX, y los Anarquistas ya formaban parte de la vida de media Europa desde finales del XIX. La España que despertaba tarde al escenario europeo, entraría igualmente con retraso a estos fenómenos, pero sin embargo, lo hacía en un momento crítico, en el que intentaba transformarse y modernizarse, dentro de uno de los escenarios más complejos previsibles.

En este periodo, las ciudades de la península Ibérica fueron determinantes para la construcción de esta etapa histórica, ya que sería la urbe, donde se debatiría el futuro del Estado.

Barcelona, Valencia, Madrid, y otras más, fueron los escenarios donde las ideologías se confrontaban, pero también, donde la gente se dirigía y por lo tanto, donde la ciudad crecía. Y lo haría apoyada en los preceptos sociales, que en ese momento se encontraban en conflicto, lo que se representaría de forma clara sobre el territorio urbano.

En Barcelona por ejemplo, el surgimiento de barrios autogestivos de carácter anarquista, se plasmó en el territorio de manera física y contundente. José Luis Oyón, investigador, historiador y académico, describió este fenómeno en varios escritos y finalmente en un texto, que darían cuenta de la importancia de este movimiento para la configuración de la estructura social y urbana de esta ciudad.

Barrios como el de Roquetas, por ejemplo, surgidos de la organización popular, alojaron a miles de obreros y campesinos urbanizados, que encontraban en las ideologías liberales, lugar dentro de la ciudad. Incluso en la actualidad, el barrio de Roquetas es un caso especial de autogestión y éxito en la vida de la urbe. Su modelo de autogestión de espacios culturales, por ejemplo, fue estudiado y replicado en otras partes de la ciudad, e incluso, introducido como modelo de Estado.

Lo que queda claro es que, en la sociedad española y catalana de la primera mitad del siglo XX, los movimientos anarquistas, pretendían, sobre todo, la construcción del diálogo con sus contrapartes. Entre éstas, la ciudad, donde plasmaron su huella de manera clara, al producir no sólo espacios de habitación, sino también centros culturales, parques, equipamientos y otros espacios, que el propio pensamiento requería, para prosperar en la parte más importante del tejido urbano de la ciudad: las conciencias de sus habitantes.

 

@tavomad