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Redes técnicas lentas I

Vivimos en una sociedad caracterizada, en muy buena parte, por su capacidad de conectarse y compartir información a velocidades que otras generaciones sólo podrían haber imaginado. Esto lo hemos conseguido mediante la evolución constante, que en materia de medios y formas de comunicación han tenido las sociedades desde sus orígenes más antiguos.

En lo que consideramos el mundo moderno, este proceso inicia con la construcción de la red de caminos que conectaba a Roma, capital del Imperio Latino, con las provincias, a distancias considerables. Pasando por extensas vías que conectaban el Imperio Mongol o el Azteca en México, la creación de redes de comunicación ha sido esencial para nuestra existencia como sociedad.

Las innovaciones ya desde la época antigua, consistían en hacer más y más rápidas estas redes. El de los mongoles, por ejemplo, el más grande imperio que haya existido sobre la faz de la tierra, basaba su estructura de administración del territorio en un sistema de mensajeros a caballo, que operaba sobre una red de caminos, donde se ubicaba un establo a cada tanto, y de esta forma podían cabalgar siempre con monturas frescas y bien alimentadas.

Así la red de comunicaciones, permitía trasladar mensajes e instrucciones a gran velocidad por todo lo largo y ancho del Imperio del Kan. Desde entonces, resultó evidente que para controlar y desarrollar el territorio, era necesario acelerar cada vez más las velocidades con las que los seres humanos entramos en contacto unos con otros.

En nuestros tiempos, los sistemas de comunicación tienen matices distintos a los que las sociedades antiguas pudieron responder. Las comunicaciones están, en su mayoría, basadas en redes en tiempo real, dentro de las que destaca notablemente la existencia del internet y la telefonía móvil. Que la mayor parte de los habitantes del planeta usamos, a veces en las partes más remotas del orbe, donde pareciera imposible que esto sucediera.

Somos extremadamente dependientes de estas redes, al grado tal, que buena parte de nuestra economía global, se basa en una malla de cables submarinos que facilitan la conexión de todos los extremos de globo. Estos cableados tienen, a su vez, sistemas y rutas secundarias, ya que si uno de estos grandes cables de fibra óptica fallara, se generaría de inmediato una pequeña crisis global.

Para las ciudades, el interés por desarrollar redes no resulta menos vital. Si pudiéramos revisar un plano de estas redes de interconexión, descubriríamos cómo se desplazan de una parte a otra del mundo, conectando precisamente ciudades, casi siempre las más poderosas del mundo.

En nuestra realidad inmediata, por desgracia, nos encontramos bastante en la cola de este nivel de desarrollo tecnológico enfocado a las comunicaciones. Basta encender una computadora y tratar de navegar en búsqueda de información, para darnos cuenta de que algo no va bien, muchas veces las páginas no se despliegan propiamente o nuestros correos electrónicos no salen de la bandeja.

La velocidad de la red que cubre la ciudad de Oaxaca, está lejos de ser la que una ciudad de vanguardia necesita. Esto es en mucho culpa de la falta de una red troncal de fibra óptica, que distribuya conectividad a alta velocidad sobre la zona metropolitana. Por lo que la puesta en marcha de una infraestructura de este tipo, debería ser un elemento central en la construcción de nuestra ciudad hacia el futuro.

Igualmente, pese a ser las redes técnicas digitales la base del esquema de comunicaciones de las ciudades, otras redes son igualmente necesarias e indispensables, de unas veces acelerar y otras controlar mejor la comunicación.

Es el caso, por ejemplo, de las redes viales de todos tipos, éstas presentan flujos muy poco eficientes y nada constantes. Lo que hace que la movilidad humana en la ciudad sea un conflicto cotidiano, que padecemos todos los habitantes de esta urbe. A esta lentitud sistémica, se suma el gran número de conflictos sociales que usan las vialidades como forma de manifestación cotidiana.

Aquí también la situación y su solución, pasan de nuevo por el desarrollo e inclusión de respuestas tecnológicas nuevas y más avanzadas, que permitan regular los flujos de personas. El concepto de velocidad pasa a un segundo término, y nos debemos centrar en otros: la regularidad y seguridad con que este fluido se debe desplazar en la red urbana de nuestras ciudades, pero de eso hablaremos próximamente.

@tavomad

Centro de Convenciones

Las ciudades requieren constantemente renovarse y dar lugar a nuevos espacios para mantener su dinámica y tendencia natural al crecimiento. Para que esto suceda, dos aspectos son esenciales: entender las ventajas y desventajas de cada ciudad y dirigir los esfuerzos de los gobiernos, los colectivos y las personas, en dirección de aprovechar estas ventajas y combatir las desventajas.

Lo que sucede en nuestro país es que somos unos grandes desconocedores de nuestras propias ciudades, con unas pocas excepciones. Las ciudades en México son descritas desde el análisis de sus partes y pocas veces se contempla un todo. Tampoco se suele tener una visión de ciudad, es decir, un objetivo y un programa que conduzca, desde una definición elemental, a las ciudades en dirección de un concepto final vislumbrado de manera racional.

Las ciudades en México, por desgracia, son casi siempre objetos intuitivos que se van componiendo de forma acelerada, y las soluciones a los problemas que enfrenta, son casi siempre respuestas tardías a situaciones que ya ocurren. Son pocos los casos donde la planeación de la ciudad mexicana se adelanta a la ocupación del espacio, preparando éste para ser habitado.

La improvisación es un gran enemigo de las ciudades. Hace que sus recursos se gasten de manera apresurada y sin mucha conciencia, omitiendo ese conocimiento de la realidad de la urbe, o evitando planificar la ciudad futura de forma más inteligente.

Hay que entender un par de cosas antes de seguir adelante en esta definición sobre el citado proyecto. Muchas veces se ha repetido que la ciudad de Oaxaca vive del turismo; hasta el día de hoy quien escribe, no conoce una fuente oficial que sustente esto.

Por el contrario, los datos del censo económico del 2011, reflejados en el documento Zonas Metropolitanas de los Estados Unidos Mexicanos del INEGI, en su análisis para la Zona Metropolitana de Oaxaca, nos dice que el aporte del sector alimentos, hoteles y servicios turísticos es menos del 5% del PIB de la ciudad.

Estas cifras no son para nada despreciables, pero están muy por debajo del verdadero motor de la economía urbana, según este mismo documento. El consumo interno en su tipo minorista representa casi el 30% del PIB urbano. Si de algo vive la ciudad, es de los pequeños comerciantes que abastecen lo mismo a los habitantes de la urbe, que a otros oaxaqueños que acuden a comprar a alguno de los miles de locales que subsisten en el centro de la ciudad, particularmente en el cuadrante suroeste.

La segunda cosa que hay que entender, es que la ciudad de Oaxaca requiere tanto de áreas verdes como de empresas y proyectos exitosos. Y que nuestro desarrollo como ciudad debe considerar muchas cosas, pero una muy en particular, es la conservación del medio ambiente con el que convive y del cual, en última instancia, depende.

La contaminación de la ciudad de Oaxaca y su zona metropolitana no es un mito; el crecimiento de la mancha urbana y el uso intensivo de vehículos de motor se ha convertido en un reto para el que debemos prepararnos en un mediano plazo. En este aspecto, la conservación de los pocos pulmones verdes de la ciudad será una necesidad urgente para la que debemos estar preparados desde ahora.

El proyecto del Centro de Convenciones para la ciudad de Oaxaca puede ser un proyecto importante para el desarrollo de un sector económico de la ciudad. No el más importante como he tratado de explicar al inicio, pero sí de gran relevancia para permitir la llegada de recursos al PIB urbano de la ciudad capital. En eso pareciera que existe consenso.

Lo que de verdad está por demostrarse, es si la locación que se ha elegido para implantar tal idea es la adecuada; con mirada de urbanista y basado sólo en cuestiones técnicas, me parece que no es el mejor lugar. Existen una serie de dificultades propias del sitio, topográficas, mecánicas y viales, que si bien son superables, convertirían el proyecto en uno costoso social, económica y ambientalmente hablando, con buen riesgo de fracaso.

La urbe necesita ideas como ésta, pero sobre todo requiere ser muy sensible a que las soluciones deben ser de largo plazo y no inmediatas. Pese a la buena voluntad que pueda haber por parte del gobierno para activar la economía, en este caso creo que valdría la pena recapacitar y recordar que para hacer un proyecto valioso, es necesario hacerlo viable desde el mayor número de frentes.

 

@tavomad

La ciudad vs la barbarie

Los antiguos romanos llamaban bárbaros a aquellos pueblos que no usaban el latín como lengua madre. Pese a lo que hoy pudiera significar, en esos tiempos ser bárbaro no implicaba necesariamente ser incivilizado. Muchos de los pueblos que Roma iba anexando al imperio eran ya sociedades bien organizadas, que en ocasiones se resistían y en otras no tanto a la conquista romana.

La aplicación del concepto de barbarie tiene que ver más bien con una serie de levantamientos armados que culminaron con la toma de la ciudad por parte de un ejército bárbaro, que paradójicamente buscaba el reconocimiento como ciudadanos del imperio. Luego de una estrecha convivencia con el mundo latino se consideraban parte del mismo, muestra de esto fue que la ciudad no fue saqueada o destruida, sino preservada por sus captores.

En los tiempos que corren, el sentido de la barbarie ha adquirido un nuevo matiz, donde el límite que marcaba la preservación, la base fundamental de las sociedades, se ve amenazada por el radicalismo, la intolerancia y las verdades absolutas.

El ataque que sufrió el semanario satírico parisino Charlie Hebdo la semana pasada, es un recordatorio, no de la debilidad de la ciudades ante la barbarie como pudiéramos pensar. Se trata más bien de una muestra de cómo nuestras urbes tienen la capacidad, no sólo de resistir la barbarie, sino de contraatacar con medidas que estos personajes intolerantes son incapaces de dominar.

Cuando en el 2001 la ciudad de Nueva York fue atacada y tomadas de golpe más de siete mil vidas, sus atacantes esperaban el caos y la provocación contra la comunidad musulmana. Sorprendentemente, Nueva York contestó como nadie lo hubiera imaginado, sus comunidades se unieron e iniciaron la reconstrucción de un tejido social muy desgastado, incluso antes del cobarde ataque.

Ese fue el punto de arranque del resurgimiento de una gran ciudad, que había quedado estancada en los finales del siglo veinte bajo el velo de la inseguridad y la intolerancia. Hoy día Nueva York es el arquetipo de ave fénix urbano, resurgido de, literalmente, de sus cenizas.

París vivió otro nivel de impacto, pero el mensaje de la barbarie es el mismo, y esperemos que la reacción sea igual. Que de nuevo las comunidades que conviven dentro de la ciudad, se solidaricen unas con otras y se den cuenta que un ataque a la ciudad, es un ataque dirigido a todos los que la habitan y a todos los que se identifican y quieren a esta gran ciudad.

El pasado domingo, la primera reacción fue a la altura del golpe; más de 1.5 millones de parisinos de todas las clases sociales, grupos éticos y religiones salieron a la calle para dar una muestra del poder de la ciudad y su capacidad de enfrentar la barbarie. De forma pacífica y con sus liderazgos por delante, millones de personas tomaron la calle para recordar que París, si algo sabe hacer, es resistir.

Las imágenes de esta ciudad conmueven al máximo, pero las grandes manifestaciones no serán suficientes. Es necesario hacer mucho más y reflexionar la manera en que nuestras sociedades y su diversidad deben contestar en conjunto. De nuevo la reconstrucción del tejido social será indispensable para superar el trauma, y nada será más notable para aquellos que lo infringieron, que darse cuenta que la ciudad se re hace más dinámica y más unida, exactamente lo contrario de lo que pretendían generar.

La intolerancia, el pensamiento individualista y la denostación del bien colectivo, es sin duda la mayor amenaza que puede enfrentar una urbe en nuestro tiempo. Imponer las necesidades y estándares de la minoría a la mayoría por la fuerza, es siempre una amenaza que debemos aprender a enfrentar. Y nada es tan eficiente para lograr este objetivo, que hacerlo de forma directa e inteligente, mediante muestras de unidad y trabajo colectivo en una sola dirección, que debería ser la del bien común.

Hoy París somos todos aquellos que creemos que la ciudad es un espacio de libertades y tolerancia, que nos garantiza el derecho a existir y ser escuchados, a disentir y hasta a criticar. No olvidemos que las garantías que protegen al más débil y al más contradictorio de nuestros conciudadanos, nos dan derecho a todos a existir.

Je suis Charlie

 

@tavomad

 

La modernización de la ciudad

Otras veces hemos hablado, que si algo puede hacer la diferencia en el futuro de una u otra mancha urbana, sería, sin duda alguna, la apropiación y el uso de las múltiples herramientas tecnológicas con las que cuenta nuestra generación.

Pero esto incluye también una serie de otras acciones, que deben ser puestas en marcha. La tecnología requiere capital humano para operarla y generarla, por lo que resulta igualmente determinante contar con este último, al ser lo más valioso para las ciudades.

Así que, la modernización de las urbes del planeta requiere, sobre todo, de mentes audaces y manos laboriosas que pongan en marcha los esquemas innovadores de transformación que las ciudades demandan.

Los ejes que una urbe como la nuestra debe seguir para alcanzar un estado de bienestar y competencia hacia el futuro, son bastante conocidos, y si no, interpretados por sus habitantes. Mejor educación, más programas de salud colectiva, mejores servicios básicos, etc. Esto significa hacer más eficientes las redes de distribución que alimentan la ciudad, para lo que se hace necesario un cambio en la forma en la que entendemos el manejo de las redes técnicas en la urbe.

Esto incluye a todas aquellas infraestructuras que hacen la ciudad funcionar, sin embargo, esta acción no se limita a la generación o aplicación de nuevas y mejores tecnologías. El proceso de modernización debe ir más allá, y de nuevo, debiera vincular directamente la formación de personas, el desarrollo de tecnologías y la implantación de mejores técnicas como eje del desarrollo de las urbes.

Pero finalmente, no hay que perder de vista que el ser modernos, es más un estado de ánimo que una suma de acciones. Para poder modernizar la ciudad, será ante todo necesario un cambio de actitud de las distintas personas que ejerzan sobre ella en los siguientes años.

Ese es quizás el reto más importante que enfrentamos como comunidad para garantizar un futuro mejor para la ciudad, y por sobre todo, sus habitantes. Es una necesidad inmediata, entender que una urbe con el pasado que ésta enarbola, puede ser también una ciudad que aproveche todos los beneficios que la sociedad contemporánea ha obtenido desde el conocimiento.

El llevar la ciudad al uso de mejores tecnologías y procesos, no implica renunciar a su tradición. Por el contrario, puede ser un elemento importante para salvaguardarla, una vez que se vuelva un agente que reactive la economía local y garantice la movilidad social. Ese es el caso de muchas ciudades del planeta, entre ellas, algunas de las más importantes del mundo, que sin perder su esencia, han llegado a ocupar un papel relevante en el panorama internacional o local.

La combinación de tradición y modernidad ha sido una constante en la vida de las ciudades desde siempre. Sólo así se entiende el cómo la vida urbana ha prosperado hasta nuestro tiempo. Cada nueva etapa de convivencia en las ciudades, ha significado un proceso de cambio conjunto de ida y vuelta, donde las personas adaptaron la urbe a sus necesidades inmediatas. Al final cada generación ha dejado un poco de su marca en las etapas en la que se ha avanzado juntos.

Nuestro tiempo no debería ser la diferencia, más allá de la emergencia de cómo se han ido consolidando nuestras manchas urbanas recientes, llenas de asentamientos informales. Hay que entender que nuestra marca en la ciudad debiera expresar mejor el sentido de los cambios que los siglos XX y XXI han traído, y de los cuales estas generaciones estamos siendo partícipes, en menor o mayor medida.

Nuestra era es la era de la información, de las comunicaciones en tiempo directo, de los controles inteligentes, de los sistemas que utilizamos todos los días en nuestra vida cotidiana para mantenernos informados y conectados entre nosotros y con el exterior.

La ciudad también requiere estar conectada, para optimizar sus procesos y sistemas, para hacer más eficientes sus redes técnicas, para saber dónde hace falta más flujo de agua, de electricidad o a qué hora pasa un autobús. Eso significaría integrarla mejor a nuestro tiempo y por definición entonces, hacerla más moderna y mejor adaptada para las grandes necesidades de su población.

 

@tavomad