La fuente gris
La fuente gris
por Pedro Pablo Sacristán
Había una vez un niño que cuando paseaba por el bosque escuchó un triste lamento, como si lloraran cantando. Siguiendo el ruido llegó hasta una gran fuente, misteriosa y gris. De su estanque parecía surgir aquel sollozo constante. Al asomarse, entre las sucias aguas de la fuente vio un grupo de peces grises girando en círculo lentamente. De sus bocas surgía un sollozo con cada vuelta.
Divertido por la situación, el niño trató de atrapar uno de aquellos peces parlantes, pero al meter la mano en el agua, se le volvió gris hasta el codo y una enorme tristeza le invadió. Al tiempo comprendió enseguida la tristeza de aquellos peces: sentía lo mismo que sentía la tierra. Se sentía sucio y contaminado. Sacó la mano del agua rápidamente y se fue corriendo. Pero su mano siguió gris y siguió sintiéndose triste.
Probó muchas cosas para alegrarse, pero nada funcionaba. Un día se dio cuenta de que sólo devolviendo la alegría a la tierra podría él estar alegre. Desde entonces se dedicó a cuidar del campo, las plantas, el agua, y se esforzaba porque todos obraran igual. Y tuvo tanto éxito que su mano fue recobrando el color y, cuando el gris desapareció completamente y volvió a sentirse alegre, se atrevió a volver a ver la fuente. Desde lejos pudo oír los alegres cantos de los peces de colores, que saltaban y bailaban en las cristalinas aguas de aquella fuente mágica. Y así supo que la tierra volvía a estar alegre, y él mismo se sintió de verdad alegre.