La Casa de la Ciudad en la UAM-Xochimilco
Este próximo martes 20 estaremos en la UAM-X México DF mostrando el trabajo realizado desde la Casa de la Ciudad y la FAHHO en favor de la ciudad de Oaxaca, si les es posible los invitamos a que nos acompañen.
La cultura de la ciudad
Construcciones desde los de adentro
Las ciudades han sido históricamente una especie de arca donde se acumula todo tipo de cosas, desde objetos materiales hasta quizás el valor más importante con que una sociedad puede contar, el conocimiento. La sabiduría de los pueblos ha sido atesorada por su gente en construcciones y ciudades desde el principio de la vida urbana, las primeras ciudades ya eran decoradas con narrativas de los pueblos que las construyeron y habitaron.
Esta dinámica poco a cambiado a lo largo de los ya muchos siglos de vida urbana que hemos acumulado hasta la actualidad. Por el contrario las ciudades siguen siendo más que nunca el lugar de encuentro donde convergen las mentes más brillantes con que contamos, y por lo tanto, se afianzan como los lugares donde la actividad creadora y el conocimiento se desarrollan de manera más constante.
También aquí se manifiestan muchos de los rasgos culturales de nuestra sociedad, ya sea porque la migración depositó aquí hay personas venidas todos lados, o por qué las ciudades tienen sus formas de expresión propia. Hoy dominantes debido al número de personas que la habitan, la cultura urbana adquiere un sentido primordial y privilegiado para entender nuestra era.
Sin embargo pese a esto las expresiones culturales de la ciudad no han sido siempre bien atendidas ni comprendidas. Muchas veces siguen siendo soslayadas por las élites que les ven como una parte menor del compendio cultural clásico de las sociedades, o fuera del folclore tradicional.
La conceptualización que se ha denominado por distintos autores como «alta cultura» y su sobrevalorización ha atrapado a muchas expresiones cotidianas de las ciudades en un limbo sin salida ni valor del que no han logrado despojarse. La cultura sigue siendo una construcción social que imprimen los grupos de élite sobre las masas, tal y como lo describirían los pensadores materialistas hace más de cien años.
Pero el problema de esta visión más allá de que no todo mundo está dispuesto a aceptar las definiciones de las élites culturales, es que su idea no ha podido ser extendida sobre las masas como si lo ha hecho la cultura de los medios de comunicación masiva –élite que lucra con productos culturales no necesariamente de alta calidad–. La «alta cultura» no ha encontrado un camino que seduzca a los habitantes de la ciudad a involucrarse en sus programas y acontecimientos.
Quizás esta condición está impresa en la existencia misma de esta definición, pero quizás también esta desconexión se deriva de la falta de conocimiento de lo que la ciudad representa hoy día para sus habitantes, siempre en proceso de transformación.
Es complicado que las personas de a pié disfruten un concierto de música clásica, una exhibición plástica o una ópera o expresiones cinematográficas contemporáneas. Mucho del problema es que no existen recintos ni programas que difundan estas expresiones en los barrios y colonias pobres de las ciudades.
Los entramados urbanos contemporáneos de ciudades como las nuestras son el resultado de una infinidad de fenómenos sociales acontecidos en momentos más o menos definidos, que se han conformado en grandes superficies con grandes poblaciones en un tiempo bastante reducido. Dentro de ellos habitan una gran cantidad de personas que han padecido procesos de urbanización a veces muy violentos que han reducido sus vidas a una subsistencia cotidiana.
En ese ambiente la construcción y consumo de discursos culturales se vuelve un problema difícil de atacar, sobre todo cuando se desconoce el cómo se constituyen estas realidades al interior de los espacios que habitan y de los cuales han sido constructores. Como intentar participar en la vida cultural de estas comunidades si las desconocemos casi del todo.
Es por esto que en tiempos violentos como los que nos ha tocado vivir en encontrar, deberíamos estar en la búsqueda de una fórmula para que cada persona que habite la ciudad tenga acceso a las expresiones culturales máximas de nuestra sociedad. El verdadero secreto y la pregunta real es: ¿Cuáles deberían ser estas?
El 482 aniversario
¿Que festejamos en realidad?
Este próximo 25 de abril celebraremos un aniversario más de la proclama «real» que eleva la ciudad de Oaxaca de villa a ciudad. Como cada año instituciones del orden municipal, estatal y privadas se encargaran de conmemorar el hecho, sin embargo, más allá de la mera celebración hay que detenernos ha hacer una breve reflexión, sobre lo que implica celebrar una fecha con la que se pareciera se pretende conmemorar la existencia misma de esta urbe.
Hay que retroceder más allá de la fecha misma que el documento señala para poder hacer un justo análisis de que es lo que estamos festejando con tanta devoción y que mensajes ocultos puede contener dicha fecha.
Desde luego la ciudad de Oaxaca no apareció por generación espontánea ese día, de hecho ni siquiera se trata del momento de su fundación –o de alguna de sus fundaciones— como ciudad hispánica. Lo que conmemora esta fecha no es si no un acontecimiento meramente burocrático que por generaciones a reducido la historia de la ciudad un periodo muy corto de su existencia, obviando muchos antecedentes previos que son cuando menos igual de importantes.
Cuando los conquistadores españoles arribaron al Valle de Oaxaca no encontraron un páramo vacío donde localizar una nueva ciudad colonial. De hecho de entre las grandes ciudades del centro del país el único antecedente de ese tipo de ocupación y fundación sería la ciudad de Puebla, que se alejó de los dos grandes asentamientos prehispánicos de la zona, Cholula y Tepeaca.
Diversos estudios arqueológicos y antropológicos nos han demostrado que por el contrario el Valle de Oaxaca era un lugar densamente poblado, con cientos de miles de personas que se ubicaban en un gran cantidad de asentamientos humanos que sobre el se colocaban. Desde el norte del Valle de Etla hasta la parte más oriental en Mitla, o al sur de Zaachila, aparecen gran cantidad de vestigios de civilización muchos de los cuales no han sido documentados, en parte debido a su número.
Para el caso de lo que hoy es la ciudad de Oaxaca se ha construido a partir de diversas evidencias un rastro que nos lleva a señalar que hay pruebas de urbanización en la zona de cuando menos 900 años A.C. Es decir unos 2 400 años antes de la citada fecha conmemorativa.
Cuando se resalta una fecha tan particular como ese 25 de abril de 1532 lo que se hace de forma indirecta es obviar todos estos antecedentes y darle valor primordial a un aspecto de la vida de esta ciudad que tiene que ver con una parte de nuestra cultura, por encima de otra. Es decir se sobrepone el tiempo colonial al tiempo prehispánico y se conmemoran los edictos de un pueblo conquistador haciendo de lado a los conquistados.
Lo cierto es que los rasgos de la civilización y la urbanización indígena permanecieron incluso dentro del trazado y la vida de la ciudad, antes y después de la mencionada declaración. La organización de la ciudad, su orientación, la ubicación de los órganos de poder, y hasta ciertas infraestructuras, como caminos o acueductos, permanecieron pese a los intentos de ser borrados y olvidados de la vida de la ciudad, para las generaciones venideras.
La ciudad de Oaxaca es una de esas urbes que parecen inmortales, a las que el tiempo cuando lo vemos más allá de nuestras limitadas cuentas sólo ha transformado y reinventado. Pero que ha mantenido su hegemonía como centro de la vida urbana en la región entera e inclusive más allá, hasta convertirse en lo que es hoy día. El lugar de referencia para un pueblo compuesto por una diversidad étnica única, proveniente de una gran variedad de sociedades que se han asentado en el territorio del estado desde antes de la llegada de los colonos españoles.
En un momento más actual, la ciudad de Oaxaca sigue siendo el mosaico urbano de todos aquellos pueblos originales que reflejan sus cargas culturales, en forma de expresiones sociales en la ciudad. Aquí el idioma español es sólo uno de los muchos que se hablan de forma nativa en la urbe, en sus barrios y colonias sobretodo de periferia, el sonido del mixteco, mixe, zapoteco, mazateco, entre otros muchos, llena las calles de ritmos multiétnicos, pero propios.
La persistencia de estas huellas en la estructura de la ciudad es también un pequeño ejemplo de lo que debió suceder antes de la entra de los europeos en el valle y la occidentalización de estas sociedades. Cuando la diversidad de las culturas locales se llenaba de la vida que cientos de miles de personas infringían a las ciudades de valle. Desde los muy antiguos antecedentes de urbanización y civilización de Yagul hasta el conjunto monumental de Monte Albán.
La ciudad de Oaxaca tiene muchas cosas que festejar, quizás entre ellas el aniversario de su elevación al grado de ciudad por parte de la corona española en el S XVI. Pero su existencia, su presencia como centro de gravedad de todo un sistema y múltiples culturas es un hecho que pertenece a otras historias mucho más antiguas y seguramente relevantes.
Oaxaca ciudad patrimonio II
Oaxaca ciudad patrimonio II
El estado del arte 27 años después
Mucho ha cambiado en el mundo y sobre todo nuestra parte del mundo en el último cuarto de siglo. Para muchos estos cambios son tan profundos y radicales como aquellos que trajo la invención de la imprenta o la llegada del hombre a la luna, dos hechos que marcan sin duda un antes y después en la era moderna de la humanidad.
Personalmente me incluyo entre quienes defienden esta tesis. Hace 25 o 30 años, pocos hubiéramos imaginado que arribaríamos a una era donde el mundo se comunica sin parar en tiempo real. Donde literalmente miles de millones de personas cuentan con dispositivos móviles que nos permiten estar en contacto e informados sobre cualquier cosa en cualquier momento.
Muchos de los que leerán esta columna lo harán en algún dispositivo electrónico que usa una tecnología que poco antes de este periodo de tiempo ni siquiera existía. Sin embargo ya está aquí, y forma parte de la vida de casi cada persona en el planeta. Incluso aquellas que mantienen un modo de vida alejado de la ciudad y el desarrollo tecnológico en algún momento de su vida tendrán un roce con la tecnología de la información contemporánea.
Respecto a nuestra ciudad, seguramente hay muchos cambios que quienes aquellos que hayan vivido lo suficiente podrán ser muy evidentes, otros más discretos pero que sin duda son igualmente relevantes.
Por ejemplo, en 1990 – tres años después de la declaratoria como ciudad patrimonio – la población de lo que hoy es la zona metropolitana de Oaxaca se calculaba en 350 mil habitantes. Hoy día esta roza los 600 mil, un incremento de poco más del 80 %. En cuanto al municipio central, el de Oaxaca de Juárez, en esa misma década contaba con 213 mil pobladores. En la actualidad la cifra ha aumentado en 50 mil hasta llegar a 263 mil almas habitándolo.
Estos cambios demográficos no son simples cifras que lógicamente han afectado la estadística de la ciudad. El crecimiento de la población en la mancha urbana de la ciudad ha generado un gran número de demandas que se ha traducido en un igual número de conflictos. Suministrar servicios básicos a una población urbana que casi se duplicó en un cuarto de siglo es una verdadera pesadilla.
Otro aspecto de la vida de la ciudad se vio igualmente transformado: el de la movilidad. A medida que la población se incrementaba, la ciudad se expandía y, hay que decirlo, muchas veces de la peor manera posible. Sobre todo cuando lo hacía en un territorio tan limitado en cuanto a recursos fundamentales como lo es éste. Esta dispersión urbana trajo consigo un gran número de medios de transporte que hoy atiborran las calles de la ciudad.
Los datos históricos al respecto son limitados, pero para crear una imagen general basta decir que según el INEGI, si para el año 2000 – es decir trece años después de la declaratoria – en todo el estado había cerca de 184 mil vehículos, para el año 2010 este número se incrementó hasta los 383 mil. Es decir 200 mil nuevos vehículos en una década, de los cuales actualmente cerca de 147 mil circulan por las calles de la zona metropolitana de Oaxaca; 100 mil de estos son autos particulares.
Es complicado asegurar cuantos vehículos motorizados circulaban por la ciudad en 1987, pero sin duda alguna el número sería increíblemente menor a lo que sucede en la actualidad.
De nuevo, las consecuencias del aumento en el número de automotores en la ciudad no son simples datos que se quedan en los archivadores del censo o las oficinas de vialidad. Esto significa que el volumen de emisiones a la atmósfera, la contaminación acústica y la congestión espacial se han incrementado igualmente de forma espectacular, agobiando a la ciudad y sus habitantes.
Como todo esto tiene que ver con la cuestión patrimonial es bastante directo. En una ciudad con la alta concentración de bienes y servicios en un sólo punto y abocada económicamente justo a esos sectores – como la nuestra – todo termina gravitando en el centro.
En la actualidad el nivel de deterioro ambiental y físico del Centro Histórico ha alcanzado niveles sin precedentes. Nunca tantos autos le circularon, personas le caminaron y jamás fue sometido al estrés de la lluvia ácida como ahora.
El Centro Histórico patrimonio de la humanidad se agrieta como resultado de su uso intensivo, de un modelo de ciudad poco sustentable y de la falta de conciencia del caso. Esto ha sido el resultado de décadas de descuido y falta de conciencia, pero nada es para siempre. Es quizás ahora el momento de romper este hilo, es tiempo de cambiar el modelo, es hora de revertir esta realidad.