Paisaje vehicular

Paisaje vehicular

La ciudad detrás de la fila

Los que tenemos más de treinta años podremos darnos cuenta, al hacer un acto de memoria, que cuando caminamos por lo que son las calles de nuestras ciudades y luego las comparamos con lo que solían ser, una realidad aparecerá ante nosotros. Vivimos en ciudades ocultas detrás del acero y cristal de lo que parece un sin número de autos.

De a poco hemos renunciado a apreciar lugares, para pasar a la observación de objetos como la sustancia predominante en buena parte del espacio urbano de la ciudad.

Desde luego este proceso no ha sido inmediato, por el contrario, ha sido resultado de un proceso que se ha extendido por más de medio siglo y que vino a transformar el uso y comprensión del espacio urbano de forma radical. Cuando las ciudades arrancaron con el proceso de acumulación de población aceleradamente a finales del siglo XIX, iniciaron también lo que sería su proceso de transformación visual más radical.

El problema estriba en que las ciudades no partían de cero en ese momento, y su estructura urbana y social, aunque en constante transformación, ya contaba con fuertes identidades. Esta dualidad entre la tradición y la modernidad, es sin duda una de las características que marcaron a las ciudades del siglo XX y que en este tiempo sigue siendo una discusión admisible.

Existe otro factor que debemos poner sobre la mesa, nuestra propia naturaleza, nuestra necesidad de habitar en entornos organizados y saludables para mantener un equilibrio entre nosotros y el medio. La psicología ambiental lleva más de un siglo analizando estas relaciones y la sociología, desde hace mucho tiempo, define la relación texto-contexto y el impacto en nuestro desarrollo humano. Un mejor hábitat, un mejor individuo.

Pero cómo formar individuos saludables cuando su espacio vital no lo es, cuando el entorno que habitamos se ha transformado más en los últimos cincuenta años que en los diez mil que llevamos construyendo y habitando ciudades. Cuando el espacio urbano se ha degradado en las ciudades de nuestro entorno con una velocidad que apenas nos ha permitido reaccionar de manera parcial.

Esta combinación de factores hace que en la actualidad, al referirnos al paisaje urbano, debamos hacer una discreción de éste,no sólo en función de la escala o situación socioeconómica del lugar, sino también de la hora del día. El paisaje de las ciudades tiene actualmente un componente dinámico importante que aporta la movilidad –o a veces la inmovilidad– urbana.

Se trata de la intromisión de una cuarta dimensión a la percepción de la ciudad, que tiene que ver con las cosas que se mueven y que terminan formando parte de la composición que generamos en nuestra mente, a propósito de los lugares que habitamos.

Esta realidad se hace más dramática cuando nos referimos a espacios de carácter histórico, donde la presencia de medios de transporte es aún más notable, asícomo el contraste que estos generan en el lugar. Y es que la escala de las calles de las ciudades históricas que sobreviven en México, así como los objetos arquitectónicos que les componen, no da para la inclusión de los miles de vehículos que las atascan cada día.

Porque pese a todo, los centros históricos de las ciudades siguen siendo, en la mayoría de los casos, el eje de las actividades económicas y sociales de las ciudades. Siguen manteniendo su papel como centro comercial primigenio, donde se concentran miles de empresarios y cientos de miles de consumidores. Por lo que llegar a estos destinos es una actividad cotidiana en el devenir diario de estas ciudades.

Así, las proporciones de las ciudades se ven reducidas al volumen de autos que pueden alojar en sus calles, donde poco a poco desaparecen las fachadas, paramentos y decoraciones, para dar lugar a una gran variedad de máquinas que cierran el paisaje. En el caso de las ciudades de alta intensidad, la presencia de estos vehículos puede ser menos impactante, pero para el caso de nuestras urbes, acostumbradas a uno o dos niveles, el contraste resulta definitivo.

Es imprescindible para las ciudades, en especial las que mantienen un carácter histórico, el recuperar el valor tanto del espacio público como verdaderamente público, asícomo el del paisaje como materia de construcción del equilibrio social y medio ambiental.

El que los vehículos automotores sea aquello que predomina en el paisaje, sólo define a una ciudad corta de aspiraciones. Porqueaquellas grandes urbes mundiales, que hoy dominan el espacio económico, cultural y social, los han relegado de a poco a lo que son; una simple máquina, que poco tienen que competir con la materia sustancial de nuestras ciudades: sus habitantes y sus logros.

 

Por: Gustavo Madrid Vázquez

Casa de la Ciudad