Estrategias de resiliencia
Las ciudades en calma
La población del planeta supera ya los siete mil millones de personas, de los cuales más de la mitad habita en ciudades. Esta mitad es también la que más recursos consume. Agua, energía, alimentos, y todo tipo de insumos, que son necesarios para mantener nuestra sociedad en movimiento.
Sin embargo, este crecimiento de la población y sus demandas, ha generado una enorme presión sobre el planeta mismo. Como resultado, se ha producido una alteración de sus ciclos climáticos, y con esto, el modo de vida de millones de personas, al grado tal, que estos cambios son ya palpables en nuestra realidad. Las ciudades son cada vez más calientes, lo que implica grandes transformaciones en su ecosistema, lo cual termina por afectarnos directamente.
Una gran responsabilidad de estos cambios acelerados, es resultado del consumo exagerado de combustibles fósiles. En México, el uso de hidrocarburos es responsable de la emisión de cerca del 65 % de los gases de efecto invernadero. De este volumen, el grupo que más aporta es el de los vehículos automotores de todo tipo.
Desde la motocicleta más pequeña, hasta el avión más grande que podamos imaginar, la combustión de los motores es responsable de, poco a poco, alterar el equilibrio ambiental y traer alteraciones evidentes a nuestras vidas, haciéndose notar en todos lados. No sólo se trata, como hemos mencionado antes, de un cambio evidente en la temperatura, particularmente en las zonas urbanas. Los cambios más notables, de hecho, se encuentran en las alejadas zonas despobladas del planeta, donde aún persiste una naturaleza casi virgen, que se ha visto igualmente impactada.
Debido, por ejemplo, al incremento de temperatura en el bosque boreal, el más amplio del planeta, varias veces más grande que los bosques del Amazonas, éste está siendo invadido por plagas, que han destruido literalmente cientos de miles de hectáreas. La falta de inviernos fuertes, ha permitido la migración de insectos, hongos y bacterias que han dañado un ecosistema, que se había mantenido en equilibrio por miles de años.
En las costas, lugar donde habita el 40% de la población mundial, la situación no es menos dramática. El derretimiento de los casquetes polares y la afectación de los glaciales con hielos «eternos», han generado un incremento en el nivel del mar, que ha puesto a muchas ciudades y asentamientos menores en jaque. Igualmente, los ciclos de tormenta que hemos enfrentando en los años recientes se van más con las comunidades costeras, lo que amplía su poder destructivo.
Incluso las recientes epidemias que hemos padecido en el planeta y que han causado una alarma generalizada, se pueden relacionar con nuestro impacto en el territorio. A medida que nos expendemos, y que nuestras máquinas nos ayudan a colonizar más rápidamente el globo, invadimos reservorios naturales que desconocemos, y que no sabemos qué podría estar contenido allí. El reciente brote de ébola en África central es un caso de esta realidad.
Pero quizás de lo que se habla poco, es que el cambio climático es un gran constructor de pobreza. La destrucción del hábitat se termina traduciendo en la destrucción paulatina del agro, que aún hoy día, es el medio de subsistencia de millones de personas. Las consecuencias de esto resultan en una migración campo-ciudad, que termina por construir un círculo vicioso, al ser, como hemos explicado antes, las que más aportan en materia de contaminantes.
Pero también es cierto, que las ciudades tienen entre sus muchas virtudes, la capacidad de transformar sus dinámicas, a fin de hacer frente a estos retos y generar estrategias, bajo el concepto de resiliencia al cambio, que nosotros mismos hemos ocasionado. Las ciudades concentran de todo, entre lo cual, están personas capaces de generar soluciones y respuestas a los retos que hemos construido como sociedad industrial.
Y si algo está urgido de esta creatividad colectiva acomodada en las ciudades, es sin duda el sector transporte, responsable en gran parte, de todos los fenómenos que hemos descrito con anterioridad. Las urbes de mediana y gran escala arrojan a la atmósfera, producto de sus sistemas de transporte, millones de toneladas de CO2, que pueden ser reducidas con el desarrollo de mejores sistemas de movilidad, lo que resultaría en una gran estrategia y un respiro para la sociedad global.
Las ciudades pueden ser grandes problemas, pero igualmente enormes soluciones. El cómo aporten a la construcción de un mundo más sostenible, es responsabilidad de todos. La modernización de las infraestructuras para transporte público y la conservación del medio ambiente que las aloja, mediante la propuesta de proyectos ambientalmente equilibrados, es en mucho, la llave para la construcción de una realidad más alegre hacia el futuro.
@gustavo_madridv