Equipamientos mínimos I
El origen de las ideas
Recientemente se han desarrollado investigaciones y como consecuencia publicaciones, sobre el papel del espacio público en la conformación de una sociedad más equilibrada y estable. Por desgracia esta tendencia tiene poco que ver con un genuino interés por entender el papel de los lugares comunes en la psique de la ciudad, y se han desatado como una forma de entender y combatir la escalada de violencia que ha afectado a Latinoamérica y México, en particular en los últimos años.
El problema de esta perspectiva es que busca resolver sólo una pequeña parte del gran campo que representa la comprensión de la convivencia humana en ambientes adecuados dentro de la ciudad. Al simplificar esta comprensión, y reducirla al simple hecho que establecer un espacio público más o menos adecuado resuelve el o los problemas de convivencia que enfrentamos, se está perdiendo el fondo real de estas acciones.
La generación de espacios públicos a destajo como parques y áreas infantiles, no garantizan el éxito futuro de estos espacios y una mejora inmediata del carácter “humano” de la ciudad.
Para que esto suceda, se requiere una auténtica comprensión de lo que cada espacio y componente de la sociedad requiere. Las ciudades, pese a su aparente homogeneidad, son increíblemente diversas, mucho más de lo que el ojo o la perspectiva inmediata de cada urbe pudiera reflejar.
El tipo de lazo o lazos dentro de un barrio o colonia, el origen de sus pobladores, la historia, estrato social, nivel educativo, el índice de desarrollo humano de sus habitantes, e incluso algo casi imposible de definir pero que se parece mucho al “espíritu del barrio”, resultan ser factores que describen la situación y relación de una parte del entramado urbano u otra, de un bario a otro. La ciudad se replica, pero no se copia.
Es por eso que los procesos bajo los cuales se genera el espacio público, requieren la participación y comprensión de los actores que dan origen y sentido a estos espacios. Una ciudad sin la posibilidad de participar y hablar, termina conviviente por definición en una ciudad muda; los habitantes de la ciudad deben tener posibilidad de participar en las trasformaciones que su espacio vital demande o participe.
Desde luego la escala de las intervenciones urbanas requiere distintos tipos de participación ciudadana. Partiendo de los parques de bolsillo hasta las grandes infraestructuras, hay una gran distancia, y la forma de abordar estas intervenciones desde los procesos participativos debe ser también diferenciada.
Pero hay muchas experiencias que nos ayudan a enfrentar estas situaciones; las personas participan en la toma de decisiones y en la evaluación de proyectos en muchos lugares y bajo distintas estructuras. Desde los presupuestos participativos hasta los talleres de diseño que se realizan en pequeñas unidades territoriales para que la gente del lugar defina las transformaciones de su espacio inmediato, hay muchas maneras de que las personas se sientan parte y creadores de un proyecto.
Y es que, quién conoce más las necesidades de un lugar que sus propios habitantes, aquéllos que le recorren cada día y que han visto ir y venir transformaciones, asimilando cada día los cambios y construyendo soluciones silenciosas a las que resta sólo darle estructura y viabilidad.
En la actualidad los profesionales que se dedican a generar y transformar el espacio urbano, –que no debemos olvidar, en nuestro país la forma de vida urbana representa tres cuartas partes del total de la población– deben por condición natural, realizar un proceso de aproximación hacia quienes habitan el lugar que será intervenido.
Los tiempos en que los proyectos se hacían desde la estadística y el escritorio se han terminado, la ciudad requiere acuerdos para poder avanzar hacia un estado de paz social y por lo tanto de desarrollo. Y estos estados sólo se logran cuando se suman en su transformación la mayor cantidad de actores posibles, pese a las dificultades que esto pudiera implicar.
En algunos lugares este fenómeno se ha extendido más allá y se han conseguido cambios realmente increíbles que han redefinido el espacio público y por lo tanto las ciudades. Desde San Francisco hasta Barcelona, en Medellín o Río de Janeiro, la ciudad se construye con la participación de sus habitantes, y cada pequeño espacio que se genera, es una parte más de la ciudad que se suma, pero sobre todo es una parte más de algo que pertenece a todos.
Por: Gustavo Madrid Vázquez