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Transporte público en la ciudad I

Transporte público en la ciudad I

La escala del problema

Casi todos en algún momento de nuestra vida en la ciudad hemos tenido ya sea de forma cotidiana o casual, algún contacto con la red de transporte público que opera en la ciudad y la región de los Valles Centrales. Y sin duda y sin pena hay muy pocos usuarios de este sistema que podrían decir que se trata de un servicio que realmente funciona a la altura de las necesidades y demandas de la sociedad.

El problema es muy amplio y tiene muchas aristas. Algunas se han ido construyendo a lo largo de los años desde tiempos antiguos y otras que simplemente no han sabido ser manejadas por las diversas administraciones públicas, incapaces muchas veces de entender el impacto de este aspecto de la vida de las personas y las ciudades en la actualidad.

El mundo de hoy es uno en movimiento. Los intensos cambios sociales y tecnológicos de los últimos cincuenta años han puesto a nuestra población bajo una dinámica de movilidad sin precedentes. Podemos recorrer cada día incluso cientos de kilómetros como parte de nuestras actividades diarias sin apenas detenernos a pensar en el hecho.

Por ejemplo, pensemos en aquellas personas que se mueven en el metro de la Ciudad de México, la cual tiene 23.6 km de largo; solo recorrerla de ida y vuelta implica un paseo de casi 50 km. Y no hay que ir muy lejos para encontrar estos fenómenos en acción.

En los Valles Centrales un estudiante que venga a la Universidad de una población como Tlacolula recorrerá diariamente sólo en ir y volver cerca de 70 km, más aquellos desplazamientos que se realicen dentro de los límites de la ciudad. Pero sobre todo aquellos que se desarrollen dentro de sus hábitos y costumbres cotidianas, que es lo que realmente determina la distancia y la modalidad de medio de transporte aplicado.

Fenómenos como la participación de las mujeres en la estructura económica de las sociedades, el aumento de la expectativa de vida, o el acceso y ampliación de la población al sistema educativo, entre otras muchas causas, han dado como resultado una dinámica de movilidad impresionante. Mucha de ésta se desarrolla en la ciudad por ser el lugar donde hay más población y diversidad de alternativas cotidianas.

La dimensión del fenómeno de la movilidad en nuestra generación ha alcanzado una complejidad solamente comparable con la escala y estructura misma de nuestras ciudades. Ya sean las grandes urbes o las de pequeña escala, todas han adquirido un matiz distinto al que mantuvieron por largo tiempo, incluso cuando el siglo XX estaba muy avanzado.

Así como el borde de la ciudad se ha vuelto difuso y el modo de vida urbana se ha hecho presente en cada aspecto de la vida de las personas, incluso en ambientes “rurales”, la aparición de opciones dentro del campo de la movilidad de las personas se ha hecho igualmente complicado y, en ocasiones, hasta abstracta de la realidad a la que estábamos acostumbrados.

Si no, cómo podemos explicar de manera simple la reciente aparición del fenómeno del mototaxi en la ciudad. Más allá del hecho de que han llenado un nicho vacío –el de la movilidad de corta escala– lo cierto es que en apenas unos años se ha convertido lo mismo en una solución que en un problema de gran escala ante la mirada pasmada de las autoridades y la sociedad en general.

Hay que comprender que la escala del problema de la movilidad en la ciudad va más allá de la dimensión de los recorridos y el número de viajes que una persona pueda hacer en un día. Tiene una escala de acción social y económica que es lo que verdaderamente no se ha sabido entender a la hora de planear y proponer soluciones.

Ante la falta de una verdadera economía dinamizada desde varios sectores, el sector del transporte ha crecido dentro de la debilitada economía del estado. Hasta que un sector prácticamente auto regulado, con casi cero rendición de cuentas fiscales y con una base trabajadora que apenas conoce las prestaciones sociales de ley, se ha convertido en la quinta industria económica del estado.

El que esto haya adquirido estas dimensiones debería alertarnos a todos, porque mientras cientos de miles de personas buscan una forma de llegar a sus destinos diariamente. El sistema opera libremente, muchas veces sin sentido y alejado de los términos de servicio social que les fue encomendado.