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Antrification

 

El centro de la ciudad de Oaxaca es un lugar muy peculiar y especial para quienes habitan o visitan la ciudad, es el corazón de un entramado urbano donde habitan casi 600 mil almas. Es también el lugar de referencia, y el que más peso tiene –lo que no necesariamente es muy bueno– a la hora de hacer referencia a la ciudad misma, por lo que su estado general debería ser una prioridad.

El centro de la ciudad de Oaxaca concentra también la mayoría de las actividades económicas de la urbe, representadas en su mayoría por el sector comercio y servicios que a escala metropolitana significan el 60% del PIB de la ciudad según el último censo económico del INEGI.

En este sentido se generan muchos fenómenos que suelen acompañar este tipo de dinámicas económicas. Algunos reafirman el sentido productivo del sector, otros por el contrario si no se regulan adecuadamente pueden resultar altamente nocivos. No sólo para la ciudad y su economía si no para la imagen que de la ciudad se construye.

Calle por calle del centro histórico es más común identificar como el uso de suelo de muchos sectores se han transformado en corredores donde priva un modelo de negocio dedicado a la venta de bebidas alcohólicas que hoy día se distribuye en casi cualquier dirección. Este sector se va expandiendo rápidamente por la ciudad lo mismo en el lado norte que el sur del centro y da la impresión de que buena parte del centro está avocado a esta actividad.

Con la existencia de estos giros se desatan otros fenómenos, algunos de relativa poca relevancia, como la contaminación auditiva que generan desde tempranas horas del día y hasta muy pasada la noche. Otros son más complejos y tiene que ver con la inseguridad que se pervive en la ciudad, por más que las autoridades insistan en negar datos recolectados sobre los índices de delincuencia en la ciudad.

Lo cierto es que a nivel de la calle es común la percepción de que es mejor evitar ciertos sectores del centro, que hay que rodear o simplemente no pasar desde ciertas horas. Estos habían estado hasta hace poco concentrados en lado sur del centro pero desde hace muy poco se han ido expandiendo hacia el norte ocupando calles que tradicionalmente se habían mantenido liberadas de estos giros como Independencia o Morelos.

Actualmente bajo el esquema de bares o mezcalerías se han ido abriendo gran cantidad de locales que sólo ofrecen eso, bebidas alcohólicas. No se trata de lugares de consumo de alimentos o de diversión familiar, si no de centros de ingesta de alcohol que de a poco van dominando el paisaje de la ciudad, quién lo dude de una caminada por la calle Porfirio Díaz por la noche, descubrirá una calle que no conocíamos.

Quién escribe no intenta hacer de santurrón o de mojigato, no se trata de asustarse por que una actividad como esta se desarrolla en la ciudad. Lo que es verdaderamente preocupante es que a ratos parece que este es el único sector donde se hace negocio, pareciera que abrir un bar o cantina, garantiza el éxito para sus propietarios lo que nos debería preocupar en el plano social y económico de sobremanera.

Es común que muchos de estos locales tengan visitantes desde tempranas horas de la mañana, seguro que muchos nos hemos percatado de esta realidad. La pregunta es si estas personas están en un bar por la mañana ¿no significa que una parte de nuestra población, grande o pequeña, no está produciendo para mejora de nuestra sociedad?

Muchas veces nos hemos sorprendido como en un municipio colindante con este y parte de la zona metropolitana como Santa Lucía del Camino existan literalmente cientos de giros negros, y que sus datos en seguridad sean escandalosos. Que podemos esperar si esta dinámica prolifera en la ciudad entera y se impone como orden común.

Me parece que la existencia de actividad dentro del sector servicios incluso la de los bares es positiva, siempre y cuando exista una adecuada regulación en la materia y un mecanismo que controle su crecimiento desmedido. Resulta también importante que se impulse a los empresarios del sector hacia otros modelos, facilitando espacios, créditos y capacitación si lo hacen.

La ciudad tiene que tener espacio para todos los sectores y giros, pero requiere de equilibrio para subsistir, calles seguras y un mediano recato a la hora de presentar su imagen, de otro modo terminamos en el nefasto simbolismo del antritismo como descripción.

 

 

La cultura de la ciudad

Construcciones desde los de adentro

Las ciudades han sido históricamente una especie de arca donde se acumula todo tipo de cosas, desde objetos materiales hasta quizás el valor más importante con que una sociedad puede contar, el conocimiento. La sabiduría de los pueblos ha sido atesorada por su gente en construcciones y ciudades desde el principio de la vida urbana, las primeras ciudades ya eran decoradas con narrativas de los pueblos que las construyeron y habitaron.

Esta dinámica poco a cambiado a lo largo de los ya muchos siglos de vida urbana que hemos acumulado hasta la actualidad. Por el contrario las ciudades siguen siendo más que nunca el lugar de encuentro donde convergen las mentes más brillantes con que contamos, y por lo tanto, se afianzan como los lugares donde la actividad creadora y el conocimiento se desarrollan de manera más constante.

También aquí se manifiestan muchos de los rasgos culturales de nuestra sociedad, ya sea porque la migración depositó aquí hay personas venidas todos lados, o por qué las ciudades tienen sus formas de expresión propia. Hoy dominantes debido al número de personas que la habitan, la cultura urbana adquiere un sentido primordial y privilegiado para entender nuestra era.

Sin embargo pese a esto las expresiones culturales de la ciudad no han sido siempre bien atendidas ni comprendidas. Muchas veces siguen siendo soslayadas por las élites que les ven como una parte menor del compendio cultural clásico de las sociedades, o fuera del folclore tradicional.

La conceptualización que se ha denominado por distintos autores como «alta cultura» y su sobrevalorización ha atrapado a muchas expresiones cotidianas de las ciudades en un limbo sin salida ni valor del que no han logrado despojarse. La cultura sigue siendo una construcción social que imprimen los grupos de élite sobre las masas, tal y como lo describirían los pensadores materialistas hace más de cien años.

Pero el problema de esta visión más allá de que no todo mundo está dispuesto a aceptar las definiciones de las élites culturales, es que su idea no ha podido ser extendida sobre las masas como si lo ha hecho la cultura de los medios de comunicación masiva –élite que lucra con productos culturales no necesariamente de alta calidad–. La «alta cultura» no ha encontrado un camino que seduzca a los habitantes de la ciudad a involucrarse en sus programas y acontecimientos.

Quizás esta condición está impresa en la existencia misma de esta definición, pero quizás también esta desconexión se deriva de la falta de conocimiento de lo que la ciudad representa hoy día para sus habitantes, siempre en proceso de transformación.

Es complicado que las personas de a pié disfruten un concierto de música clásica, una exhibición plástica o una ópera o expresiones cinematográficas contemporáneas. Mucho del problema es que no existen recintos ni programas que difundan estas expresiones en los barrios y colonias pobres de las ciudades.

Los entramados urbanos contemporáneos de ciudades como las nuestras son el resultado de una infinidad de fenómenos sociales acontecidos en momentos más o menos definidos, que se han conformado en grandes superficies con grandes poblaciones en un tiempo bastante reducido. Dentro de ellos habitan una gran cantidad de personas que han padecido procesos de urbanización a veces muy violentos que han reducido sus vidas a una subsistencia cotidiana.

En ese ambiente la construcción y consumo de discursos culturales se vuelve un problema difícil de atacar, sobre todo cuando se desconoce el cómo se constituyen estas realidades al interior de los espacios que habitan y de los cuales han sido constructores. Como intentar participar en la vida cultural de estas comunidades si las desconocemos casi del todo.

Es por esto que en tiempos violentos como los que nos ha tocado vivir en encontrar, deberíamos estar en la búsqueda de una fórmula para que cada persona que habite la ciudad tenga acceso a las expresiones culturales máximas de nuestra sociedad. El verdadero secreto y la pregunta real es: ¿Cuáles deberían ser estas?

Ambulante en la colonia Azucenas

Este sábado 26 a las 2030 h los esperamos en la proyección del programa infantil de la gira ambulante en el parque público de la colonia Azucenas. Asistan y traigan a sus niños a disfrutar de la selección de documentales pensados para el público infantil.

El 482 aniversario

¿Que festejamos en realidad?

Este próximo 25 de abril celebraremos un aniversario más de la proclama «real» que eleva la ciudad de Oaxaca de villa a ciudad. Como cada año instituciones del orden municipal, estatal y privadas se encargaran de conmemorar el hecho, sin embargo, más allá de la mera celebración hay que detenernos ha hacer una breve reflexión, sobre lo que implica celebrar una fecha con la que se pareciera se pretende conmemorar la existencia misma de esta urbe.

Hay que retroceder más allá de la fecha misma que el documento señala para poder hacer un justo análisis de que es lo que estamos festejando con tanta devoción y que mensajes ocultos puede contener dicha fecha.

Desde luego la ciudad de Oaxaca no apareció por generación espontánea ese día, de hecho ni siquiera se trata del momento de su fundación –o de alguna de sus fundaciones— como ciudad hispánica. Lo que conmemora esta fecha no es si no un acontecimiento meramente burocrático que por generaciones a reducido la historia de la ciudad un periodo muy corto de su existencia, obviando muchos antecedentes previos que son cuando menos igual de importantes.

Cuando los conquistadores españoles arribaron al Valle de Oaxaca no encontraron un páramo vacío donde localizar una nueva ciudad colonial. De hecho de entre las grandes ciudades del centro del país el único antecedente de ese tipo de ocupación y fundación sería la ciudad de Puebla, que se alejó de los dos grandes asentamientos prehispánicos de la zona, Cholula y Tepeaca.

Diversos estudios arqueológicos y antropológicos nos han demostrado que por el contrario el Valle de Oaxaca era un lugar densamente poblado, con cientos de miles de personas que se ubicaban en un gran cantidad de asentamientos humanos que sobre el se colocaban. Desde el norte del Valle de Etla hasta la parte más oriental en Mitla, o al sur de Zaachila, aparecen gran cantidad de vestigios de civilización muchos de los cuales no han sido documentados, en parte debido a su número.

Para el caso de lo que hoy es la ciudad de Oaxaca se ha construido a partir de diversas evidencias un rastro que nos lleva a señalar que hay pruebas de urbanización en la zona de cuando menos 900 años A.C. Es decir unos 2 400 años antes de la citada fecha conmemorativa.

Cuando se resalta una fecha tan particular como ese 25 de abril de 1532 lo que se hace de forma indirecta es obviar todos estos antecedentes y darle valor primordial a un aspecto de la vida de esta ciudad que tiene que ver con una parte de nuestra cultura, por encima de otra. Es decir se sobrepone el tiempo colonial al tiempo prehispánico y se conmemoran los edictos de un pueblo conquistador haciendo de lado a los conquistados.

Lo cierto es que los rasgos de la civilización y la urbanización indígena permanecieron incluso dentro del trazado y la vida de la ciudad, antes y después de la mencionada declaración. La organización de la ciudad, su orientación, la ubicación de los órganos de poder, y hasta ciertas infraestructuras, como caminos o acueductos, permanecieron pese a los intentos de ser borrados y olvidados de la vida de la ciudad, para las generaciones venideras.

La ciudad de Oaxaca es una de esas urbes que parecen inmortales, a las que el tiempo cuando lo vemos más allá de nuestras limitadas cuentas sólo ha transformado y reinventado. Pero que ha mantenido su hegemonía como centro de la vida urbana en la región entera e inclusive más allá, hasta convertirse en lo que es hoy día. El lugar de referencia para un pueblo compuesto por una diversidad étnica única, proveniente de una gran variedad de sociedades que se han asentado en el territorio del estado desde antes de la llegada de los colonos españoles.

En un momento más actual, la ciudad de Oaxaca sigue siendo el mosaico urbano de todos aquellos pueblos originales que reflejan sus cargas culturales, en forma de expresiones sociales en la ciudad. Aquí el idioma español es sólo uno de los muchos que se hablan de forma nativa en la urbe, en sus barrios y colonias sobretodo de periferia, el sonido del mixteco, mixe, zapoteco, mazateco, entre otros muchos, llena las calles de ritmos multiétnicos, pero propios.

La persistencia de estas huellas en la estructura de la ciudad es también un pequeño ejemplo de lo que debió suceder antes de la entra de los europeos en el valle y la occidentalización de estas sociedades. Cuando la diversidad de las culturas locales se llenaba de la vida que cientos de miles de personas infringían a las ciudades de valle. Desde los muy antiguos antecedentes de urbanización y civilización de Yagul hasta el conjunto monumental de Monte Albán.

La ciudad de Oaxaca tiene muchas cosas que festejar, quizás entre ellas el aniversario de su elevación al grado de ciudad por parte de la corona española en el S XVI. Pero su existencia, su presencia como centro de gravedad de todo un sistema y múltiples culturas es un hecho que pertenece a otras historias mucho más antiguas y seguramente relevantes.