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¿Que hacemos con las motos?

Esta pregunta es una que seguramente más de uno de quienes habitamos la ciudad nos hemos hecho alguna vez, la respuesta no es nada fácil y a medida que avanza el tiempo se hará más y más compleja encontrarle una respuesta.

Un par de imágenes de la semana pasada describen esta preocupación. En la primera una familia de cuatro, con un bebe pequeño viajaban en el mismo vehículo; una motocicleta en horario nocturno. Ninguno de ellos llevaba casco, para colmo la madre no podía sujetarse a nada por cargar el bebe que llevaba en los brazos.

La segunda era un muchacho joven, que circulaba por la calle Morelos al atardecer, aunque iba sólo el casco colgaba de su brazo en vez de llevarlo puesto. En algún punto de esta situación se desbalanceó y terminó por caer justo enfrente del edificio de la Casa de la Ciudad lo que  ocasionó como era de suponerse daños al motociclista y un problema vial en tan demandada arteria.

Estas dos escenas son apenas un par de muchas que podemos apreciar cada día en la calles de la ciudad con especial énfasis en los últimos años, donde la presencia de este tipo de vehículos se ha hecho más y más preponderante.

Hay muchos factores que han llevado a los habitantes de la urbe a depender de estos medios de transporte en su vida cotidiana. Sin duda, la necesidad de desplazarse de un lugar a otro en una ciudad que crece de forma expansiva es uno de estos factores. La metrópoli se ha convertido en un lugar dinámico donde sus pobladores realizan un gran número de viajes cotidianos por diversos motivos.

Entonces el tema tiene más que ver por que se opta por un vehículo de baja capacidad y elevado riesgo como forma de transporte. Allí hay cuando menos dos factores dominantes:

El primero la carencia de un transporte público de calidad y a un costo razonable. Mover una familia de cuatro integrantes de ida y vuelta, suponiendo que se realiza un sólo transbordo tendría un costo de 80 pesos en la actualidad. Esto es un muy alto costo de desplazamiento para una familia media en la ciudad de Oaxaca, que puede incluso superar su ingreso medio familiar, pero qué sin embargo muchos de sus habitantes tienen que cubrir cada día.

El segundo, es la velocidad de flujo en las vialidades de la ciudad, la ciudad de Oaxaca se ha hecho cada vez más lenta, al tiempo que sus habitantes necesitan desplazarse más rápidamente. Ante tal disyuntiva se ha optado por el uso de un medio de transporte que en teoría se mueve más rápidamente por el territorio de la ciudad, pero que implica otro conjunto de situaciones que le resta efectividad.

Entre algunas que se pueden mencionar está el hecho de que se trata de vehículos de baja gama, de fabricación extranjera que apenas cumplen con los estándares mínimos de seguridad y protección medio ambiental. Esto se traduce en un mayor número de motores circulando por la ciudad con una menor eficiencia y mayor contaminación tanto acústica, se regresa al tan poco deseado paradigma de un motor una persona.

También está el aspecto regulatorio que sobre este tipo de unidades pondera, ya que actualmente existe en las legislaciones y reglamentos actuales un vacío que no podemos obviar sobre que trato dar a este tipo de vehículos. No es lo mismo un scooter de 100 o 150 cm2 de capacidad de fabricación china, que una moto 1000 o 1200 cm2 de fabricación japonesa, habrá que adaptar las normas para este tipo de vehículos se ordenen de manera adecuada de acuerdo a sus características particulares.

Y esto se amplía a su presencia en el espacio urbano, un vehículos de motor no debe invadir una banqueta, sin importar su dimensión. La visión entre movilidad motorizada y no motorizada debe aplicar a este hecho y se tendría que prohibir que vehículos de motor invadan áreas destinadas a peatones y ciclistas, esto aplica también para los lugares de estacionamiento, que actualmente motociclistas invaden con una total impunidad.

La motocicleta como cualquier otro medio de transporte requiere ser regulado y ordenado de manera clara y oportuna para evitar conflictos. Por desgracia, basados en otros casos parecidos, –como el de los mototaxis por ejemplo–, si no se sientan las bases que regulen su presencia en la ciudad, se pueden convertir en una situación más de conflicto, en una ciudad que ya padece demasiado en esa materia.

La ciudad de Oaxaca

100 entregas después

Esta que leen en la columna número cien que aparece publicada en este diario, eso significa que se están por cumplir dos años desde que apareció la primera entrega  hablando de la historia del ferrocarril en la ciudad de Oaxaca. Desde entonces muchas cosas han ido y venido y los escenarios de la ciudad se han transformado, a veces para bien, a veces no.

El debate y la lucha por la ciudad no pueden ser tomados a menos, tenemos suficientes experiencias negativas de las consecuencias de que esto suceda. La importancia de mantener un sistema urbano saludable y en constante revisión y cambio es esencial y aunque se define a sí misma no está de más recordar la importancia que las ciudades como la nuestra tienen y tendrán en un futuro no muy lejano.

Recordemos algo que hemos mencionado constantemente en esta columna, el proceso de urbanización de nuestra sociedad ya abarca casi el 80 por ciento de la población nacional. El resto se encuentra en camino a esta realidad o está de alguna manera muy conectada con el modelo de vida urbana de formas directas o indirectas. Al final serán muy pocas personas las que queden exentas de este proceso integrador.

Aquí, en la ciudad se genera y maneja la mayor parte de la riqueza de nuestra sociedad, se crean la gran mayoría de los empleos y se mantienen los mejores niveles de vida. Pero también es el lugar donde se concentra el conocimiento, donde los servicios son mejores, la infraestructura prosperan y donde las opciones de ocio se hacen más diversas.

De allí que ya sea de manera formal o informal la lucha por el control del espacio urbano ha sido particularmente dura en los últimos tiempos. Y que una parte importante de la población que aquí habita no ha sido más que víctima y testigo de este encuentro, en ocasiones  inclusive violento.

Lo presenciamos de distintas maneras, desde la ocupación de los espacios públicos por comerciantes callejeros informales, hasta los choques entre sindicatos, organizaciones sociales y otros actores, que se confrontan al estado con la ciudad como fondo. No es una casualidad que eso suceda, lo que no terminamos de darnos cuenta es que lo que está en juego es la ciudad misma y todo lo que representa.

Es decir, la ciudad se ha convertido cada vez más en el centro de un debate fundamental sobre el destino de buena parte de nuestra sociedad, si no terminamos de comprender esta realidad se compromete el porvenir de varias generaciones que nos vienen siguiendo de cerca. El compromiso abstracto con la ciudad se convierte entonces en un compromiso con aquellos que habitarán nuestras ciudades en un futuro.

La lista de problemas y aspectos a debatir se complica de igual manera a medida que la población que habita las ciudades se hace más diversa. Ya no basta con suponer que las necesidades de la ciudad se acotan a la dotación de servicios básicos y el pavimentado de calles. Eso apenas es el inicio de una serie de argumentos mucho más profundo y delicados.

Es mejor que las distintas áreas de la sociedad y su gobierno se den cuenta de esto lo antes posibles. Antes de que se reproduzcan sin control fenómenos sociales y humanos desagradable para la vida de la ciudad y sus habitantes. Es el caso de lo que ha acontecido en algunas ciudades del norte de México como Ciudad Juárez o Monterrey, temas que hemos tratado en estas mismas columnas y que son la muestra de hasta donde se puede empujar una ciudad ante la incomprensión de su realidad actual.

El discurso por la ciudad es entonces uno que se debe construir cada día, y debe ser mucho más amplio e inclusivo de lo que ha sido hasta ahora. Debería ser un discurso formado desde la participación de todos los actores que en la ciudad se manifiestan, en igualdad de circunstancias. Pero sin las estrategias de presión y extorción que algunos ponen en práctica en detrimento de muchos.

El dialogo debe ser eso, un discurso impulsado desde las ideas y los debates bien fundamentados, al cual están invitados todos los actores de la sociedad. Porqué sólo así con el compromiso y trabajo de todos estos actores, es que podremos encontrar el camino común a la mejora de este espacio común donde vivimos y al que todos acudimos en la búsqueda de la concreción de nuestros objetivos cotidianos.

La ciudad se está reinventando cada día, no ha dejado de ser así desde que se edificó la primera, así se unió en un solo lugar el conocimiento y la rueda de la sociedad empezó a girar más rápido. Estos maravillosos artefactos contemporáneos si bien son donde se acumulan los problemas, también son de donde parten las soluciones. Este es quizás su principal virtud y es el factor al que nos deberíamos aferrar.

Andar en bicicleta en Oaxaca

Una alternativa que crece

Quienes usamos la bicicleta como medio de transporte cotidiano, habremos notado un cambio en varios sentidos respecto a cómo se percibe este medio de transporte en la ciudad. Este cambio de percepción ha sido especialmente evidente los últimos tres años, pese a que existe una larga tradición y lucha, por devolver a este medio de transporte su papel como actor central en la movilidad de la ciudad.

Muchos han sido los esfuerzos para que esto suceda, entre los más destacables está el que ha hecho por casi diez años la asociación civil Mundo Ceiba, que se ha encargado de organizar paseos recreativos e impulsar otras muchas actividades con el fin de hacer más accesible y continuo el pedalear como medio de transporte.

La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca  A.C., ha sido también gran promotor de la bicicleta, lo mismo apoyando a otras organizaciones que realizando acciones directas. Como la instalación de más de 15 biciestacionamientos en la zona del centro histórico, que se espera se amplíen a otros municipios conurbados. También ha sido quién ha patrocinado las acciones de la Casa de la Ciudad para la elaboración de proyectos como el Arco sureste, que dio como primera etapa, la construcción de la ciclovía al Tule hoy en operación.

La Secretaría de las Infraestructuras ha hecho también su parte, al ejecutar los 2.8 km de ciclovía a Santa María del Tule. Sin embargo, el proyecto Arco sureste incluye también la rehabilitación de la actual vía ciclista sobre Av. Ferrocarril y la construcción de un eje más con dirección 5 señores-Ciudad universitaria al Tequio, que conectaría el centro con la parte sur de la ciudad generando un recorrido total de 14.5 km integrando 7 municipios.

Estas acciones han hecho una buena parte del trabajo complicado, a la hora de transformar cualquier aspecto de la ciudad. Han iniciado el proceso de cambio de consciencias que ubica a los usuarios de la bicicleta en un rango igual al que tiene cualquier propietario de un vehículo motorizado, respecto al derecho de poder circular por la ciudad libremente y sin peligro.

Hoy a diferencia de hace unos pocos años el usuario de la bicicleta inicia ser tomado en cuenta como actor urbano relevante. En buena parte porque muchos habitantes de la ciudad o sus familiares y amigos han recuperado este buen hábito ya sea de manera cotidiana o esporádica.

Sin embargo, los retos aún son amplios y la labor está muy lejos de terminar. No, mientras no exista tanto la infraestructura adecuada como la percepción de la sociedad de que usar este medio de transporte para moverse en la Zona Metropolitana no le implica un riesgo inminente, que es, según una encuesta realizada hace tres años, el principal factor para no utilizar este medio de transporte.

Para lograr dicho objetivo es necesaria la participación continua y comprometida de todos actores de la sociedad a fin de establecer una ruta común hacia un modelo de movilidad más justo y sostenible. Aquí deben involucrarse decididamente los responsables a nivel estatal de llevar a cabo acciones en el ramo de la movilidad y el transporte, como lo son SINFRA y SEVITRA, de quienes se demanda un mayor compromiso con esta modalidad de transporte para seguir generando proyectos, pero sobre todo para que estos se realicen.

En el caso de los municipios es igualmente importante que estos incluyan en sus líneas de acción locales acciones que involucren a la población en el uso de la bicicleta. Tanto de manera recreativa como cotidiana, hay que entender que entre más personas usen este medio, menor será la inversión en re pavimentación y mejor será el estado de salud de quienes aquí habitamos.

Aquí hay que hacer un paréntesis para solicitar al Municipio de San Antonio de la Cal que libere los más de 200 metros de la ciclo vía de Av. Ferrocarril que tiene bloqueados y socavados desde hace más de medio año, con una obra hidráulica que parece no tener fin. La falta de interés y planeación de las autoridades de este municipio no sólo ha dañado esta vía, si no que pone en peligro a quienes por ella circulan al tener que andar por el arroyo vehicular o en una zona de zanjas y terrecerías.

Es necesario que de nuevo todos los actores interesados en un giro de timón hacia una ciudad mejor, entiendan la necesidad de construir desde cada una de nuestras trincheras un mejor ambiente, tanto físico como social para que la bicicleta se consolide como medio de transporte en la urbe.

Porqué final mente como marca el eslogan: una bici más significa un auto menos. Lo que se traduce en menor contaminación, menos ruido, más salud y en general un mejor medio ambiente que todos nos merecemos.

Un año para los mercados

Otro reto para la ciudad

Arranca el año y la ciudad no se detiene, tampoco lo hace el número infinito de retos que se incrementan a medida que la ciudad se hace más grande y compleja y que su población se desdobla poco a poco. Cada vez aparece un nuevo ingrediente del compendio social o económico que viene a incrementar las tensiones que esta ciudad que trata de ser moderna mantiene con su concepto de ciudad histórica y patrimonial.

Lo retos que enfrenta Oaxaca ciudad de cara al futuro no terminan en las discusiones del pasado, por el contrario se van ampliando a medida que este siglo se abre más y más. Actualmente la estructura humana de la ciudad se ha reconfigurado y transformado increíblemente y con ello se ha llevado a la ciudad a una nueva era llena de interrogantes sobre su estructura misma, pero sobretodo con una inmensa cantidad de retos por enfrentar.

Entre los mucho que se nos vienen encima destacan desde los más básicos hasta los más estéticos. Abastecer de agua de calidad una población creciente y en eterna demanda, o mantener en buen estado el casco histórico de la ciudad. Apuntalar la economía de una urbe intermedia que mantiene su condición de centro de intercambio, o preocuparnos por el creciente número de desechos que estamos produciendo, sin dejar de mencionar de largo el tema de la movilidad humana.

La ciudad cumple su función cada día y por ese motivo el compromiso de la Casa de la Ciudad como institución que acompaña su cotidiano resulta altamente importante al medio de una era de cambios y contrastes. Es necesario también que la propia institución se modernice y entre en un esquema de operación adaptado a los tiempos sociales y tecnológicos que se nos vienen por delante.

Uno de los ingredientes que se suman a este debate tiene que ver con la vida de y función de un componente básico en la estructura urbana de las ciudades en nuestro país. Los mercados públicos son para muchos el lugar de referencia de nuestras ciudades y un elemento tan añejo dentro de nuestra cultura que a veces, malamente lo pasamos de largo y damos por sentado.

Son también el motor que hace funcionar barrios enteros y genera un gran número de empleos directos e indirectos al tiempo que se transforma en un nodo de encuentros insalvables, desde donde se distribuyen noticias y novedades.

Hablar de mercados es hablar de ciudad, es hablar en muchos sentidos del origen mismo de muchas ciudades. Los mercados son lugares de intercambio, no sólo de productos y dinero, sino de ideas y perspectivas. Son el punto obligado de paso para todos los que habitan la ciudad y el lugar de llegada para aquellos que llegan del campo a vender sus productos. Son en resumen, uno de los componentes más importantes y necesarios de nuestra sociedad y sus urbes.

Los mercados, por lo tanto, son parte de esa ambigua definición que cada vez nos cuesta más entender y suponer: el espacio público. Lugares comunes donde acudimos con cualquier pretexto -no sólo el de comprar y vender- sino también comer, conocer, pasear… Son lugares para reconocernos e intercambiar noticia. Lugares para todos, propiedad y responsabilidad de todos.

La Casa de la Ciudad quiere dedicar este año a estos espacios singulares y únicos que en contexto de una ciudad como la de Oaxaca resultan imprescindibles. Queremos reconocerlos, entender su situación actual y tratar de aportar en la construcción de un debate que los conduzca hacia una mejora constante de sus condiciones, en la búsqueda de que estos lugares sigan formando parte importante de la vida de nuestra ciudad, de nuestras vidas.

Invitamos a toda la sociedad a involucrarse en este debate, para aportar en la recuperación y modernización de estos lugares tan centrales, milenarios y entrañables en la vida de las ciudades y nuestras propias experiencias cotidianas.