Sobre ciudades y parques temáticos

Sobre ciudades y parques temáticos

Los Lunes del Cerro

Cada año en la ciudad se vive un sobresalto producido por las llamadas fiestas del Lunes del Cerro o como se le denomina normalmente: la Guelaguetza. Esta tradición bastante forzada se convierte peligrosamente en un experimento social que transmite una serie de principios que habrá que atender con especial cuidado, y desde el personal punto de vista de quien escribe esta columna, incluso precaución.

Lo que se ha tratado de vender mediante la realización de esta festividad no es la idea de una sociedad que se moderniza y avanza hacia el estado de bienestar común. Ni siquiera es una proyección de un sistema de valores con el que la mayoría de la sociedad comulgue, se trata más bien de una manifestación cada vez más folclorista que genera un espejismo sobre lo que es una sociedad como la oaxaqueña en la actualidad.

Este hecho no sería de mayor importancia si no fuera porque se ha venido desarrollando una estrategia cada vez más armada para relacionar a la ciudad y a sus habitantes con este modelo de espectáculo, que reduce a las personas a una expresión mínima de lo que realmente son. Se trata de una construcción artificial sobre lo que pasa en el estado y en sus ciudades, cada día más parecida a una simulación.

Este año se llegó al extremo de las cosas con la campaña publicitaria que tuvo que ser modificada, la cual presentaba a los habitantes de la ciudad y a sus grupos étnicos como meros sirvientes de quienes vistan el estado y la ciudad. Una mirada muy oscura y poco pensada de lo que deberían ser las manifestaciones culturales contemporáneas.

Una ciudad que se asume a sí misma como un polo cultural, no es aquella que realiza más representaciones masivas de este u otro tipo de expresiones. Es aquella donde su población, quienes la habitan y la hacen funcionar, tiene acceso y relación continua con agentes culturales que incrementan su sensibilidad sobre los aspectos fundamentales de la cultura local y universal.

Las estrategias culturales de las ciudades no deben estar construías y basadas para un espectáculo de un día o una tarde, deberían estar fincadas en la construcción de una sociedad bien informada y educada con acceso a infraestructura y servicios de calidad.

Esta confusión se hace más y más profunda y se llega al grado de dedicar grandes sumas de dinero para financiar festivales como éste, que sólo sobreviven por la inyección de grandes cantidades de dinero público. Se ha presumido que la ciudad de Oaxaca tiene una estrecha relación con las actividades turísticas, y desde allí se han justificado estas inversiones sin mucho sentido.

Sin embargo la realidad es otra, el aporte del turismo al PIB de la Zona Metropolitana de Oaxaca no llega al 4% del total, de acuerdo al Sistema de Cuentas Nacionales del INEGI, que está abierto para que cualquiera lo consulte. Otros sectores, como el de los servicios de salud privados, aportan más que este sector en particular a la vida de la ciudad. Sin embargo, la obsesión con la Guelaguetza obvia todos estos hechos.

Imaginemos que pasaría si una parte de los millones que se gastan en este festival, se dedicara a generar equipamiento cultural en barrios y colonias. Mismos, que dicho sea de paso, carecen de esta oferta de servicios y actividades, pese a ser donde habita más del 90% de la población. Población que permanece apartada de las expresiones folclóricas de la Guelaguetza y que difícilmente se podría ver identificada con ellas.

Las ciudades no pueden y no deben convertirse en parques temáticos de ningún tipo; una cosa es organizar un festival de cualquier tipo, y otra generar un ambiente de simulación generalizado. Sobre todo cuando la emergencia que se vive en la periferia es constante: inseguridad, falta de servicios básicos, escuelas, informalidad en el empleo, y en general, falta de opciones.

Si bien es necesario dar lugar a las expresiones culturales, incluso las que representa la Guelaguetza en la ciudad, no se puede centrar toda la estrategia de gestión cultural y de impulso económico de la ciudad en este acontecimiento. Resulta altamente importante poner este evento en su justa medida, como una celebración que hace 50 años ni siquiera existía, pero que en sí, no resuelve el rezago en materia de cultura y crisis económica que enfrenta la ciudad desde hace tiempo.

 

Por: Gustavo Madrid Vázquez

Casa de la Ciudad