Infraestructura escolar

Infraestructura escolar

Infraestructura escolar

El tema que nadie menciona

Durante los últimos meses, en medio del alboroto que generó las protestas de una parte del magisterio por la llegada de la llamada “reforma educativa”, el tema de la educación tomó verdadera importancia en el debate local.

No debería sorprendernos ya que, pese a lo trillado de la frase, sin educación no hay futuro, es un hecho que habría que tatuarlo en la frente de todos los involucrados en esta discusión. Especialmente la clase política y una parte de la magisterial que han lucrado con el tema hasta cansar al resto de la sociedad, sin que eso se traduzca en una mejora del nivel o las condiciones educativas. Somos el último de la lista en el tema y eso no es una suposición, es una realidad.

Esta columna no es una de carácter político sino de análisis urbano, sin embargo es importante entender este contexto para adentrarnos a la materia del tema que pretendemos tocar.

Luego de meses de debate, nadie –por lo menos que sepamos– ha puesto atención a un tema que por conocido da preocupación: la calidad de la infraestructura educativa en el estado y la urbe, es decir la condición física que guardan las escuelas. Quiénes habitamos la ciudad, y sobre todo quienes lo hacen en las zonas de bajos recursos de la misma, saben exactamente a qué nos referimos.

Existen en nuestra ciudad miles de niños en todos los niveles educativos asistiendo a clases en situaciones realmente desconsoladoras, sin que nada se esté proponiendo de forma contundente para resolver el problema. En especial el tema de la educación preescolar es realmente escandaloso, la periferia de la ciudad de Oaxaca se ha plagado de escuelas de lata que encierran en condiciones terribles a seres humanos en su edad más temprana.

La película se pone aún más negra cuando el tema se traslada al ámbito de lo rural. Si en la ciudad hay latas con mesas rotas como mobiliario, en las comunidades rurales es común ver a los chicos acudir a escuelas a cielo abierto, sin ninguna facilidad para desarrollar su actividad.

El cómo un estado con uno de los presupuestos más grandes de la federación ha generado este desequilibrio es un misterio, un tema en el que los especialistas en desarrollo humano deberían investigar. Cómo es que entrado el siglo XXI no se hayan subsanado estas necesidades y que tampoco se vea un plan agresivo que lo resuelva es aún una interrogante más grande.

Hasta hace poco, incluso cuestionar el número de escuelas en la entidad era una pregunta sin respuesta. El suponer que se conoce el estado de las mismas pareciera mucho desear, pero lo cierto es que la situación es crítica y urgente. Si se pretende sacar adelante a la generación de gente joven más grande que jamás ha existido debemos trabajar en esa dirección todos unidos: gobiernos, sociedad, magisterio.

Es realmente urgente reposicionar al estudiante como la parte central del desarrollo académico y considerar los requerimientos de infraestructura. Construir escuelas resistentes, sostenibles y aptas para recibir una buena educación en los tiempos que corren. Integrar nuevas tecnologías y materiales ambientalmente poco agresivos en su diseño, así como involucrar a la sociedad en su concepción y manejo.

Sabemos por experiencia que los habitantes del estado y esta ciudad están dispuestos a hacer su parte para sanar esta situación. Por más de un año, en la colonia Azucenas en lo alto de la cordillera de Monte Albán, nos hemos sumido en un profundo trabajo -desde la concepción de la idea hasta la ejecución de la obra- que ha dado como resultado una nueva escuela donde antes había láminas oxidadas.

Se trata de un proyecto humilde pero sensible a la realidad que enfrentan tanto estudiantes como profesores, ambos víctimas de la mala situación de infraestructura que se padece. Sin embargo, este proyecto logró reunir la buena voluntad de la sociedad organizada, gobiernos y padres de familia para resolver la realidad de una de las miles de escuelas que cada día acogen niños y jóvenes para su formación a pesar de contar con una situación muy desfavorable.

Este sencillo experimento social, urbano y arquitectónico, da una pequeña muestra de que si asumimos este reto con la seriedad que demanda, la solución es posible. Y luego de un año de trabajar con estas personas, desde la Casa de la Ciudad y su equipo, sólo nos queda dar las gracias a ellos por todo lo que nos han

Casa de la Ciudad