El rescate del espacio público
El rescate del espacio público
Cada rincón cuenta
La “batalla” que cada día enfrentamos por mantener una ciudad funcionando de manera eficiente y con concordia entre su población implica sin duda el que cada parte de la urbe funcione adecuadamente. Y quizás ninguna parte es tan importante como aquellas donde los habitantes de una ciudad se encuentran para relacionarse entre sí.
Sin embargo, es quizás ese aspecto de las ciudades el que más se ha dejado de lado a la hora de elegir dónde invertir y actuar. Se ha perdido el interés por generar y mantener espacios que permitan la sana convivencia entre los que habitamos un lugar geográfico. Ese es quizás uno de los grandes pecados en materia de desarrollo urbano de nuestra y muchas otras ciudades.
Este hecho no puede ser materia menor de la planeación de la ciudad y la inversión pública. Desde hace mucho tiempo tenemos evidencia de que las personas se desarrollan de mejor manera si su espacio inmediato tiene una calidad ambiental de buen nivel y existen lugares comunes donde personas de distintas edades puedan desarrollar una sana convivencia.
La ciudad se extiende cual mancha de aceite arrasando con cada metro cuadrado de suelo sin detenerse a calcular las necesidades mínimas de convivencia que un grupo de personas requiere. En otros casos, el espacio residual que queda a cargo de los municipios y gobiernos estatales luego de un proceso urbanizador carece de certeza legal o plan y proyecto para su utilización.
La mayor parte de estos hiatos urbanos son rellenados por escuelas e instituciones públicas burocráticas, pero poco lugar queda para otro tipo de actividades como la recreación y el desarrollo físico. Con contadas excepciones, como en el caso de los deportivos que se distribuyen aquí y allá, estos espacios no son accesibles a todos los espectros de la población de la ciudad.
Es necesario entender la compleja diversidad socio-política de la ciudad en la actualidad, el balance demográfico que se inclina claramente al lado de los más jóvenes, en particular los menores de 18 años que componen casi la mitad de la población de la ciudad. Conocer su nivel económico y su capacidad de movilidad interurbana es esencial para poder planear mejor el tipo y lugar de las infraestructuras que se necesitan para abatir estos regazos.
Desde hace más de una año en la Casa de la Ciudad nos hemos puesto a la tarea de primero identificar estas necesidades, analizar sus circunstancias y tratar de intervenirlas de manera eficiente. Lo cierto es que se han logrado algunos avances menores, considerando la naturaleza del problema. En fechas próximas serán concluidos dos proyectos que pretenden atacar estas carencias.
Por una parte tenemos el parque infantil Húzares, uno de los pocos espacios para la recreación de los niños pequeños que hay en la zona centro de la ciudad. Por otra tenemos el parque y jardín de niños de la colonia Azucenas en la zona de cordillera de Monteaban. Se trata en ambos casos de proyectos dedicados a la infancia, sin lugar a dudas el sector más abandonado de nuestra ciudad, pero también se trata de espacios públicos recuperados luego de largos procesos de olvido.
Esta misma semana el parque Húzares, y quizás la siguiente el Centro de Barrio de las Azucenas, entrará en funcionamiento integrado completamente a la sociedad que les da sentido. Sin embargo y pese a la satisfacción que esto nos pueda generar, la tarea es amplia y ardua. Miles de niños crecen por todos los rincones de la ciudad sin escuelas adecuadas o espacios verdes mínimos. Es algo con lo que nos debemos comprometer a terminar.
Los dos casos que hemos mencionado han sido logrados con la colaboración del Ayuntamiento y el soporte de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca A.C., pero sobretodo con el trabajo de los habitantes del lugar. Sin embargo, este pacto en pro de los espacios públicos de la ciudad se debe ampliar.
Sin el compromiso de aquellos que tienen el poder público y la capacidad de invertir el dinero de todos allí donde hace falta, los esfuerzos aislados poco podrán hacer por revertir las faltas de espacios públicos dignos, que se multiplican por todos lados. Esto no significa que pintar una barda o arreglar un banco sea algo inútil, sin embargo debemos comprometernos mucho más allá, en especial con los más débiles, con los más pequeños, con los más grandes.