Diversidad en la urbe
Diversidad en la urbe
Las personas no son todas las mismas
Ciudades como la de Oaxaca se han convertido de a poco en lugares densamente poblados por cientos de miles de personas que han nacido o adoptado este lugar como su lugar para vivir. Sin embargo, en este proceso se han construido definiciones generalistas y globales que suelen encerrar a quienes habitan la ciudad en un concepto abstracto que los limita a un número, a una población.
Sin embargo, el hecho es que la ciudad está habitada por individuos complejos y con necesidades diversas. De grupos de edades que requieren atenciones particulares o de hombres y mujeres que presentan alguna discapacidad. Obviar este hecho y suponer que la ciudad pude -y debe- ser la misma para todos puede ser una enorme equivocación a la hora de planificar la ciudad, con graves consecuencias.
De entre las cosas por las que no deberíamos sentirnos orgullosos está el hecho de que somos, según muchos indicadores, el país más desigual del mundo. Esto quiere decir que mientras hay un grupo de la sociedad que mantiene un elevado nivel de vida, hay muchos que tienen muy poco. En México existen casi 60 millones de personas que viven en o por debajo la línea de pobreza.
Este mismo patrón se repite en el interior de las urbes actualmente. Nuestras ciudades son enormes espejos que reflejan la desigualdad de nuestra realidad en todos los aspectos que podamos imaginar.
De los 600 mil habitantes que habitan la ciudad de Oaxaca, 300 mil o más están en situación de pobreza. De éstos, cerca de 100 mil son niños, lo que finalmente significa la vulnerabilidad de los más débiles desde una temprana etapa de su vida.
Por otro lado, pese que aun somos una población relativamente joven en el espectro general, lo cierto es que poco a poco nuestra sociedad envejece. Si hoy en día la mayor parte de nuestra población está en la franja de los 14 a 50, en un periodo de 20 años este fenómeno se ira invirtiendo hasta que la población adulta ocupe un 20 % del total, para el año 2050 se calcula que hasta la cuarta parte de la sociedad mexicana tendrá más de 60 años.
Una de las cosas que tenemos que entender de todos estos aspectos del comportamiento social y demográfico de la población de la ciudad es que resulta importante a nivel de planeación de la ciudad futura. Estos patrones nos deben de ayudar a definir cuál es la ruta que debería seguir la ciudad en las próximas décadas.
En la actualidad es necesario dar atención y servicios a una elevada población infantil, de la que muchos de sus integrantes están en situación de pobreza. Por lo que debería ser una prioridad desarrollar estrategias que ataquen las necesidades de este grupo, dicho sea de paso siempre el más necesitado. Por otra parte es necesario iniciar la construcción de la infraestructura necesaria para una ciudad que en un futuro no muy distante estará habitada por una buena cantidad de ancianos.
Pese a lo dispar que pueda resultar la comparación de estos dos sectores de la población de nuestras ciudades, lo cierto es que sus necesidades son más compatibles de lo que podríamos llegar a pensar. Ambos presentan movilidad compleja y limitada, demandan actividades especiales para su buena salud y requieren de un entorno accesible y seguro para poder ejercer su derecho a la ciudad de manera equitativa.
Concebir la urbe desde la mirada de niños y ancianos es además una forma de pensarla para todos los demás. Si una banqueta es propia para ellos lo será para el resto. Si el acceder a un autobús de forma fácil y segura es simple para ellos, lo será para todos los demás. Si existe un área verde adecuada para el buen desarrollo físico y psico-social de estas personas, lo será para el resto.
Entender la ciudad de esta manera nos permite garantizar su salud en el tiempo y la inserción de todos los matices sociales que la urbe presenta en su funcionamiento. Hay que preguntarnos qué pasará cuando el número de personas que trabajan descienda debido al crecimiento de la población adulta. Quién realizara todas aquellas actividades que hoy en día hace una población joven caracterizada por un enorme bono demográfico
La ciudad es un espejo de lo que la sociedad ha construido en las últimas décadas cuando el campo sucumbió y el libre mercado tomó el mando. De nosotros depende hacerla apta o no para todas las personas. Si consideramos a los más débiles y necesitados a la hora de pensar el espacio urbano, tendremos garantizada una urbe al servicio de todos los demás.