Del verde al gris y de vuelta al verde II
Del verde al gris y de vuelta al verde II
Las urbes aparecidas
Cuando alzamos la mirada y apreciamos el paisaje que circunda y compone nuestras urbes, rápidamente notaremos el predominio de un color gris que da ese particular aspecto de ciudad improvisada al que estamos tan acostumbrados. La mayor parte de las veces las paredes están sin aplanar, varillas de acero se asoman por encima de columnas y losas están a la espera de otra planta construida por la siguiente generación.
La importancia del concreto en la vida de las ciudades es sin duda alguna fundamental y ha llevado a millones personas a contar con una casa propia. Pero su presencia es más contundente que eso.
La escalada migratoria iniciada a mediados del siglo XX y que en oleadas distintas llevó a un enorme número de personas a las ciudades -primero las grandes y luego las menores- demandó la construcción de viviendas de forma acelerada. Y, ante la ineficacia del estado para prever, planear y resolver, esta necesidad sólo la pudo resolver la gente misma.
Lo que sucedió en ese periodo de tiempo revolucionó las urbes en México y afectó en cada componente a la sociedad que arropaba estos cambios. Medio ambiente, economía, mercado de trabajo, todo resistió la llegada de esta nueva era en nuestras ciudades donde un conjunto urbano emergía al lado del otro de manera súbita sin que pudiéramos ni siquiera poder contabilizar su aparición.
A nivel de la economía del país, la dinámica de construcción autogestiva fue tan contundente que para finales del siglo XX las grandes empresas cementeras del país realizaban hasta el 85 % de sus ventas totales en forma de bultos al menudeo. Este dato es muy revelador si consideramos que una de nuestras industrias del concreto se encuentra en el top cinco de la industria a nivel mundial.
La ciudad de concreto tuvo que ser edificada por necesidad, no existe antecedente en cuanto a intensidad constructiva antes de esta era en el país, y quizás el continente. Literalmente cientos de kilómetros de ciudad fueron agregados en apenas medio siglo, multiplicando por mucho la extensión urbana preexistente.
Para darnos una idea de este relación, sólo en la ciudad de Oaxaca la mancha urbanizada de la zona metropolitana pasó de cerca de 8 km2 en los años cincuenta, a cerca de 100 km2 para el 2005, es decir la superficie se multiplicó más de diez veces. Lo que no significó por mucho un crecimiento de la población en ese ritmo, si bien hubo un aumento mantenido de la misma la expansión de la ciudad superó con creces la multiplicación de la población urbanizada.
Este es, de hecho, uno de los grandes problemas que enfrentan las ciudades mexicanas en la actualidad. Por cada tanto que se incrementa su población, la mancha urbana lo hace cinco veces, generando un elevado consumo de suelo y una alta demanda de servicios y recursos naturales. Lo anterior nos lleva a que la mayor parte de las ciudades en el país enfrenta algún tipo de crisis derivada sobretodo de la falta de agua.
Pero la construcción de la ciudad gris no se limitó a la construcción de casas, aunque es quizás allí donde venga la mayor parte de las problemáticas de este modelo. La urbanización de las ciudades implicó la construcción de infraestructuras que permitieron el asentamiento de los nuevos urbanitas, lo que se tradujo en la construcción de cientos de kilómetros de calles que predominantemente se construyeron también de concreto.
El resultado fue la transformación de ecosistemas integrales en espacios urbanizados donde casi nada entra o sale del suelo. Aquí podemos hacer una clara conexión con el problema hídrico de las ciudades del que hablamos antes. Mientras más personas se asentaban en un lugar y demandaban servicios, entre los cuales se encuentra el más fundamental que es el agua potable, la propia mancha urbana impedía la recarga de los acuíferos ubicados en el subsuelo que tapó.
Por otro lado, otras dos infraestructuras culminaban con ese ciclo nefasto. Los drenajes presentaban fallas ante movimientos de tierras y vierten una gran cantidad de desechos directamente al medio ambiente, enturbiando más el agua. Y la red de distribución de agua potable, igualmente improvisada y que filtra hasta el 40 % del agua bombeada antes de llegar a los hogares.
Por último, el encarpertamiento de la ciudad trajo un otro factor negativo inesperado: una elevación a veces muy marcada de las temperaturas medias de la ciudad, que afecta a todo lo vivo, incluidas las personas.
Si bien el uso del concreto resolvió de manera inmediata lo que era una crisis por espacios habitables, su uso excesivo está costando mucho a las ciudades. Es necesario mediar su avance en la ciudad, aprovechando sus ventajas y promoviendo nuevas formas de uso.