Anarquismo y ciudad IV

Anarquismo y ciudad IV

El camino que ha seguido el pensamiento anarquista en la vida de las ciudades, se ha basado en una intensa simbiosis, que ha permitido, por un lado, alimentar la ciudad de ideas sobre la igualdad social, y por el otro, la comunión de muchas personas concentradas en las urbes, alrededor de esa misma idea.

Sin embargo, en tiempos recientes y en el ambiente de violencia, que de a poco ha impregnado nuestras ciudades, el término anarquista ha sido retorcido y aplicado en un sentido muy distinto al que le dio origen.

El objetivo del pensamiento anarquista está, y ha estado siempre, relacionado con el concepto de comunidad. Una comunidad donde las habitantes poseen un sentido de responsabilidad social muy elevado, en lo personal y en el medio que les rodea. Esta idea es la base en la que se fundamenta la construcción de un ambiente equilibrado y justo, donde todos los miembros de la comunidad encuentran un sitio común.

Ese lugar común ha sido la mayor parte de las veces la ciudad, un espacio de todos, donde éste y otros modelos de pensamiento han encontrado cabida. Eso hace que sea el sitio, donde se expresan estas distintas formas de entender la realidad y tratar de controlar los fenómenos que nos rodean.  Cada forma de pensamiento ha encontrado un espacio en las urbes, donde hoy habita más de la mitad de la población mundial.

Es así, que las expresiones de la cultura del anarquismo en la ciudad, se plasman en obras y espacios dentro de la urbe misma, destinados al discurso de sus ideas y a la integración de más y más personas a sus líneas de pensamiento. El anarquismo es sin duda, una forma de organización social que ante todo, se basa en el diálogo y la construcción de discursos, lo cual necesita de espacios físicos para llevarse a cabo.

El anarquismo, sin embargo, pese a que cuestiona la existencia del Estado Central, no se ha caracterizado nunca por ser un movimiento que atente contra las personas o el bien común. Las recientes manifestaciones en el marco de las protestas reproducidas por todo el país, y que suelen ser atribuidas a grupos de anarcos, no son sino actos de vandalismo puro, que se encuentran muy alejados del pensamiento libertario, que dio sentido a este modelo de organización.

Para el modelo anarquista, el Estado sí es un adversario, pero en un estado de paz. La herramienta con la que lo enfrenta, es la del convencimiento y la construcción de una masa crítica. Una revolución de pensamiento, que hoy como antes, se basa en el uso de espacios públicos, abiertos o cerrados, para discutir ideas y generar estrategias que ayuden a la transmisión de sus mensajes.

Lo cierto es que, luego de más de un siglo de convivencia entre la ciudad y el pensamiento anarquista, éste se encuentra casi extinto en su sentido más puro. Incluso en las ciudades europeas, donde tuvo fuerte presencia, hoy sus reductos son mínimos y sus espacios de discusión pocos y diseminados. Quedan algunos Ateneos y Cooperativas, cuyo mayor esfuerzo lo dedican al diálogo, y a intentar desprenderse lo más posible de las estructuras del Estado.

Sus actos son más de resistencia que de agresión. Se han hecho populares por la toma de casas y espacios desocupados para asignarles un uso, y convertirlos en esos lugares de encuentro y discurso, que el movimiento requiere. Son espacios que resultan una mezcla de albergue, centro social, cultural y comedor, donde se penetra en la búsqueda de una forma de vida alternativa, y de los que continuamente es noticia, son expulsados por las fuerzas del orden.

El movimiento anarquista, hoy día, es más un sujeto de estudio que de práctica cotidiana, y lo es por la importancia que éste tuvo en la vida de las personas y las ciudades hace no mucho tiempo. Los aportes que hizo este pensamiento a la estructura social contemporánea, subsisten en nuestras formas de organizarnos, aún ocultas en las muchas capas de tiempo, que nos han tocado pasar desde entonces y como sociedad.

Sirva esta serie de artículos para reivindicar el papel del pensamiento y los propósitos anarquistas en la ciudad, más allá de los pasamontañas y las pintas sin sentido en paredes. El verdadero anarquismo no perdería la oportunidad de transmitir una idea, y de convocar a más miembros de nuestra sociedad a que se unan al movimiento libertario y de comunión social, que los verdaderos anarquistas enarbolan.

 

@tavomad

Casa de la Ciudad