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Isla Urbana

Forevers profesionales

Llevar el diseño industrial a sectores para los cuales muy pocos diseñan, aquellos de escasos recursos, fue el interés que movió a Enrique Lomnitz y a su compañera de carrera y socia Renata Fenton a explorar contextos urbanos con grandes carencias en México, como las zonas altas de Tlalpan en el Distrito Federal, para identificar problemáticas y tratar de buscar soluciones de desarrollo sostenible a través del diseño.

Se encontraron con uno de los retos más grandes que enfrentan las ciudades hoy en día y claramente en el futuro: el acceso al agua. A través de un profundo entendimiento de este problema y de una sencilla lógica: la provisión natural, abundante en muchos casos e involuntaria del agua de lluvia como solución a la escasez y a la precariedad de los sistemas de suministro de agua, es que comenzó su exploración en el diseño de sistemas de captación de agua de lluvia para consumo humano.

En 2009 fundaron Isla Urbana para, a través de un trabajo colectivo, tratar de encontrar la forma de elevar la calidad del agua captada, mejorar su accesibilidad y adaptación a distintos tipos de viviendas de escasos recursos. Así lograron implementarlo, en su sistema más común, a través de cisternas nuevas o aprovechando las existentes, un separador de primeras aguas y una serie de filtros para limpiar el agua de lluvia hasta hacerla 100% potable.

Isla Urbana ha logrado desde entonces quitarle a las ecotecnias la idea de lo rudimentario y artesanal al elevar su nivel de diseño y llevarlo a cabo de manera profesional. Sin embargo, también ha encontrado el equilibrio en estos sistemas, al ser una tecnología aún abarcable económica y técnicamente para ser transportada e instalada en diversas comunidades con este tipo de complicaciones.

Claro que su preocupación ha ido más allá de hacer funcionales estos sistemas y de proveer de un servicio de abastecimiento de agua. Cómo trabajar con los habitantes de las comunidades para realmente generar un entendimiento y un reconocimiento desde lo más profundo y hacer que la captación de lluvia penetre, es la labor paralela de exploración que ha realizado Isla Urbana en colaboración con artistas, técnicos, teatreros, sociólogos, diseñadores y voluntarios.

Primero en la Sierra Huichol, a la par de la instalación de los sistemas de captación, se realizó un trabajo comunitario y social más amplio; se realizaron talleres de arte, proyecciones de cine, baile, teatro y juego, logrando establecer una diálogo profundo con la comunidad de niños y adultos. De esta forma, los colaboradores notaron cómo podían trascender las diferencias, pudiendo entonces abordar temas como la higiene y la salud en cuestión del agua y cumplir con el objetivo de que las personas aprendieran a querer su sistema, a mantenerlo y a operarlo.

El ímpetu por hacer esta experiencia replicable, pensando en que existen otros 10 millones de personas en el país que viven en condiciones similares, teniendo que acarrear agua de los ríos, llevó a Isla Urbana a comenzar a hacer tours de instalación de sistemas de captación de agua de lluvia y foreverez profesional, como lo llama el mismo Enrique de cariño para hacer ver la importancia y la eficacia para la adopción profunda de estos sistemas, de un trabajo de empatía, resiliencia y procesos sensibles, para lograr que las ecotecnias se integren y se vuelvan parte de lo que los habitantes quieren desde lo más profundo para su comunidad.

Después de comprarle un camión escolar a una familia hippie en el estado de Nayarit, el Paz Paz Bus, y hacerlo enchular por un colectivo de amigos graffiteros de Chimalhuacán en Cd. Neza, Distrito Federal, un equipo interdisciplinario de artistas, diseñadores y técnicos cargó los sistemas de captación y comenzaron a principios del 2014 una gira por el Valle del Mezquital en el Estado de Hidalgo. Con financiamiento de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales delegación Hidalgo, instalaron 106 sistemas de captación de agua de lluvia, 106 sistemas de aguas grises por medio de biofiltros, 50 biodigestores para propietarios de animales de traspatio, impartieron 65 talleres de educación ambiental y sustentabilidad, dieron 10 capacitaciones comunitarias, 20 representaciones de teatro, 20 noches de cine, 36 cisternas pintadas, 3 murales pintados y 2 conciertos.

Para Enrique “la misión es lograr un impacto muy profundo en las comunidades que trabajamos, que abarque desde las necesidades materiales y concretas como el agua, a las necesidades radicales cualitativas como estas experiencias de convivio y empatía.”

Y el tour del Paz Paz Bus sigue. Le haremos la parada en Oaxaca.

 

Por: Luciana Renner

 

 

Las reglas del juego en movilidad urbana

Una sociedad participativa

Las ciudades del mundo son en la actualidad extremadamente dinámicas, más de la mitad de quienes habitamos en urbes realizamos al menos un viaje al día en alguna dirección, aunque lo normal es hacer más de uno.

Ya sea en medios privados o públicos, nuestra población se encuentra en un constante movimiento que va saturando las opciones de movilidad en la ciudad. Este colapso del sistema es casi inevitable; el número de vehículos en las ciudades se multiplica, pero las vialidades apenas se pueden desdoblar dentro de las metrópolis.

La pregunta que nos hacemos constantemente ante esta situación es simple, cómo generar alternativas y soluciones ante la saturación de la red de movilidad de las ciudades.

Pese a que existen múltiples alternativas y respuestas a esta pregunta, las soluciones no son para nada sencillas. Implican medidas no siempre populares que tenemos que asumir en el marco de una conciencia colectiva. La apuesta por la creación de redes de transporte público eficientes y accesibles, son sólo una parte de la solución al problema.

Lo mismo sucede con las estrategias que involucran a la movilidad no motorizada pese a su demostrada eficiencia, en el mejor de los casos conocidos a nivel mundial, representan el 9% del total de viajes cotidianos.

Y es que el verdadero cambio y reto en materia de movilidad sin embargo, tiene poco que ver con la movilidad en sí y mucho con la creación de una auténtica cultura alrededor de cómo moverse en las ciudades. Es decir, es mucho más importante generar un estado de conciencia colectiva sobre nuestra responsabilidad al desplazarnos sobre las urbes, que el viaje o viajes que realizamos en un día cualquiera.

Para que esto suceda resulta urgente asumir una especie de pacto social entre quienes en la ciudad habitamos para respetar las normativas y leyes escritas y no escritas que permiten la convivencia de las personas por las calles. Porque pese a lo que se pudiera suponer, ésta es sin duda la medida más eficiente a la hora de enfrentar la crisis que vivimos en materia de movilidad.

Más allá de la edificación de grandes o pequeñas infraestructuras, las ciudades se hacen más amables cuando su población se concientiza de cómo su actuar afecta  a sus vecinos y cómo es que una sociedad más civilizada en esta materia beneficia a todos lo que habitan en las urbes.

Si respetamos el derecho de todos a transitar por la ciudad, evitando malas prácticas al volante, como la doble fila o el arrojar los autos a los peatones en los cruces, notaríamos una mejora inmediata en los patrones de movilidad de ambos colectivos. Si hacemos caso al reglamento de tránsito en materia de seguridad, se reducirá el número de accidentes y el peligro que éstos implican para los viajeros.

Hacer uso de los vehículos de motor en casos realmente necesarios y no para cualquier evento ayudaría a disminuir el tránsito en la ciudad, pero también a nuestra salud, al motivar el caminar como forma de movilidad, atacando la crisis de salud que padecemos derivada del sedentarismo de nuestra sociedad.

Todas estas y otras muchas medidas que básicamente están destinadas a facilitar la tolerancia y la seguridad en nuestras calles, son acciones que no requieren de grandes inversiones sino de acciones individuales que terminan beneficiándonos a todos. Sin embargo, implementarlas puede ser sin duda el motor de una transformación más profunda que cualquier alternativa pueda suponer.

La conciencia colectiva en las urbes de nuestro tiempo es mucho más necesaria de lo que podemos suponer. Ante un sistema de finanzas públicas altamente comprometido, donde la inversión pública se reduce en favor del gasto corriente, el que las personas se involucren desde sus hábitos en la mejora de su espacio inmediato ya no es una opción, hoy día es una necesidad más que urgente.

La cultura de andar en bicicleta

Construir identidad

Con la llegada del siglo XXI se gestó una nueva ruptura en cuanto a los movimientos sociales y urbanos, parecida al impacto que causó la transformación urbana de la segunda mitad del siglo XX. En particular en esta nueva era, las ciudades retomaron una gran fuerza como formas de la expresión de una sociedad que igualmente se identifica más y más con el modelo de vida urbana.

Pese a sus parecidos y convergencias, ninguna ciudad es igual a la otra, tampoco sus expresiones lo son, aunque los tópicos suelen repetirse.

Uno de estos temas recurrentes tiene que ver con la construcción de una sociedad saludable. Lamentablemente hemos tocado piso en cuanto a la mala calidad de vida de las ciudades y los también malos hábitos cotidianos de quienes en la ciudad viven. Esto nos ha generado realidades que impactan el estado de nuestra economía y comprometen nuestro futuro.

Entre los hábitos más cotidianos que nos involucran como individuos destaca el tema de la alimentación, cosa que podemos regular desde nuestra casa y en nuestra vida diaria. Pero también otros como la movilidad o la participación en la toma de decisiones de lo que pasa en el medio ambiente urbano, es decir el cómo las personas se expresan transformando desde sus capacidades su entorno.

Así se van construyendo identidades culturales, que tarde o temprano terminan por redefinir el carácter de la ciudad, normalmente en un sentido positivo y constructivo.

Una de estas expresiones tiene que ver con el uso de la bicicleta como medio de transporte, que pese a lo que pudiéramos suponer, se va convirtiendo de a poco, no sólo en una forma de movilidad alternativa en las ciudades. También se transforma en una auténtica identidad, que pretende transmitir el mensaje de la vida saludable y responsable con el medio ambiente, amén de que es la forma en que miles de familias reducen el impacto en el gasto de movilidad.

La cultura del uso de la bicicleta como medio de transporte ha triunfado en muchos lugares, en parte por la potencia del movimiento social que implica. Pero también por las ventajas que representa para las ciudades que lo adoptan y lo toman seriamente como una solución a los crecientes problemas que enfrentan y que involucran a la movilidad y al transporte como factor o detonante.

Cada usuario de bicicleta no sólo es un individuo más sano, que representa una disminución en los riesgos de desarrollar enfermedades crónicas y por lo tanto una menor carga al sistema de salud estatal. Está también el hecho de que una bicicleta demanda mucha menor infraestructura y espacio que un automóvil; por cada ciclista que va por la ciudad, hay más espacio disponible y el desgaste de las superficies de rodamiento es igualmente menor.

Así que el que se construya una identidad alrededor de la bicicleta resulta de una gran rentabilidad para la ciudad que lo impulsa. Muchos son los casos que podemos mencionar, y prácticamente ninguno implica una reacción negativa hacia esta construcción social. Las bicicletas se ubican por todo el planeta y de a poco se extienden por nuestro continente ocupando más y más ciudades.

De los más inmediatos, podemos señalar sin duda alguna la Ciudad de México, donde una mezcla de edificación de infraestructura, bicicleta pública, pero sobre todo una política institucional hacia su uso, ha dado resultados increíbles. Hoy circulan sobre el Paseo de la Reforma 80 veces más ciclistas que antes del inicio del programa, el 70% de los usuarios de ECOBICI no habían usado antes una bicicleta de manera cotidiana, y la dinámica se expande.

Pero otras ciudades de nuestro país como Guadalajara, han iniciado una transformación paulatina en esa dirección, con la construcción de un sistema de ciclovías cada vez más completo.

El movimiento bicicletero o ciclista es sin duda uno de los que mayor bien hace a las ciudades. Su desarrollo e identificación con las urbes que lo acogen, genera una dinámica constante que debemos aprender a respetar y hasta integrar. Porque si nuestra sociedad opta por un modelo de movilidad sostenible, también estará optando por una ciudad mejor administrada y más justa para todos.

El acto de sembrar

El urgente combate a la contaminación

Mientras las ciudades acumulan más y más personas, también reúnen actividades humanas que en nuestra región se caracterizan por una elevada dependencia tecnológica, que a su vez significa un aumento en las emisiones de contaminantes que nuestras actividades cotidianas conllevan.

El proceso de motorización de la población del país y en particular de nuestras ciudades ha sido muy precoz y en la actualidad significa la principal causa de producción de gases de efecto invernadero. Sin embargo, lo importante de este hecho no es la realidad en sí, sino las consecuencias, que es realmente importante y relevante destacar.

La emisión de contaminantes, hoy sabemos es responsable de una gran variedad de consecuencias para la salud de las personas, que finalmente se transforma en un alto costo social y económico para los estados.

Como sucedió en el caso del tabaco y sus consecuencias a la salud, a medida que pasa el tiempo, se descubren más y más consecuencias de este constante incremento de las emisiones contaminantes a la atmósfera. No son sólo los contaminantes tradicionales como CO2 los que generan consecuencias negativas a la salud de las personas, sino que existen toda una serie de otros gases, como el dióxido de nitrógeno y partículas suspendidas, que también acarrean consecuencias sobre la buena salud de los habitantes de las ciudades.

Sin duda resulta indispensable iniciar una estrategia de mitigación que nos ayude al control de este fenómeno, que a escala global trae consecuencias aún más extraordinarias. Los cambios en materia de ciclos climáticos son cada vez más evidentes e implican también afectaciones al medio inmediato donde habitamos.

El aumento en la temperatura del planeta es claro en muchos lugares, la ciudad de Oaxaca no es la excepción, resulta claro que los veranos son más calurosos y las temporadas de lluvias cada vez más instintivas. También la flora local se ha venido afectando; muchas especies están en riesgo de desaparecer por el desarrollo de plagas que arriban bajo la cubierta de estos cambios de temperatura y ambiente.

Ante esta realidad, es necesario implementar acciones que nos ayuden a mitigar estos efectos, que por desgracia van a ritmos cada vez más acelerados y arrojan consecuencias cada vez más extensas sobre nuestra sociedad.

Regular el uso de vehículos automotores sería una parte importante y necesaria para buscar solucionar el problema, lo mismo la implantación de un sistema de transporte público mejor armado y eficiente. Pero estas medidas requieren un amplio consenso y seamos realistas un desgaste en materia política importante, que igualmente en algún momento tendremos que abordar en forma colectiva.

Pero hay otras actividades, en particular una, que debería ser una constante pese a todo en la ciudad si queremos enfrentar el reto de mejorar la calidad de vida a largo plazo de los habitantes de esta ciudad: reforestar.

Cada árbol, seto, o planta que aparece en la ciudad se convierte en una pequeña solución a los retos que hemos descrito antes y que no son pocos. Si nos concientizamos de esta realidad y aportamos desde nuestra realidad inmediata, sembramos o cuidamos una planta, el mundo cambia a nuestro favor.

Este pasado fin de semana, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, la Casa de la Ciudad, Mundo Ceiba, los gobiernos municipales del Tule, Tlalixtac de Cabrera, Santa Cruz Amilpas y Santa Lucía del Camino, junto con el Gobierno del Estado, nos dimos a la tarea de sembrar casi 600 nuevos árboles sobre el recorrido de la ciclopista Arco Sureste en su tramo Tlalixtac-Tule.

Esta sencilla pero significativa acción representa generar 600 nuevas esperanzas de que un día nuestro aire será más limpio y nuestro futuro más transparente. Un reconocimiento a todos los que participaron en esta apuesta por un futuro más verde, y por conjuntar dos factores esenciales para proveernos de una forma de movernos por la ciudad limpia y un camino lleno de árboles.