Vegetación urbana

Vegetación urbana

Vegetación urbana
Los árboles que necesitamos

Las ciudades en las que habitamos hoy día, son sin duda aluna las más grandes que jamás haya visto la humanidad. Hemos edificado sistemas urbanos increíblemente complejos con poblaciones de varios millones de personas. La ciudad de Tokio-Yokohama en Japón por ejemplo, es parte de un conjunto urbano que puede llegar a contener una población de más de 35 millones de personas.

Para muchos, el que las urbes tengan estas colosales proporciones es directamente proporcional a la calidad de vida de sus habitantes. Es decir, la ciudad entre más grande mejor. En general se trata de una afirmación que tiende a ser cierta, aunque no siempre, no a cualquier costo y no en todas circunstancias. Una en particular preocupa de forma especial: la ausencia de verde en nuestras manchas urbanas.

Las urbes en México, sin importar su escala, y en parte sumidas en una inmensa presión demográfica, se han expandido de forma más parecida a una infección que mata tejido vivo que a un organismo que  trata de estarlo.

Mientras tanto vemos como la ciudad va consumiendo cada vez más rápido enormes cantidades de territorio de todo tipo sin dar tregua a bosques, llanos, campos agrícolas, ríos, riberas o desiertos. En muchas ocasiones cuesta trabajo incluso llegar a suponer cuál podría haber sido el paisaje que dominó en lugar donde hoy está edificada nuestra casa, escuela o tomamos el café. Se borra todo rastro de naturaleza.

Esto ha ocasionado una terrible disociación de la población con el medio ambiente, ese del que dependemos directa e ineludiblemente. Aún no hay nadie que soporte beber agua contaminada o respirar aire sucio, sin que nuestro cuerpo lo resienta de forma negativa y a veces mortal. El gran Smog de Londres de 1952 y sus más de 12 mil muertos son una evidencia de esta afirmación.

Pero sin importar estas experiencias, nuestras ciudades cada vez muestran más falta de aquello que puede hacer de nuestro medio ambiente un lugar más amable y saludable: los árboles.

El árbol en la ciudad cumple con más de una función. Es eso que hace el duro paisaje de la urbe más amable, quién nos protege de la lluvia y los rayos del sol, –algo particularmente importante en nuestra ciudad. Limpia nuestro aire y es muchas veces guardián de la memoria y las tradiciones de un lugar. Como muestra están los magníficos sabinos que podemos encontrar en los Valles Centrales, uno de ellos en la estación del ferrocarril, que pese a su importancia histórica se encuentra terriblemente abandonado.

Los beneficios de estos habitantes estáticos de la ciudad son interminables, un sólo árbol puede amortizar la contaminación de 100 automóviles. También se ha demostrado que en un proceso de recuperación médica tiene un efecto positivo en el paciente. Y quizás lo más valioso, son el soporte de toda una diversidad biológica que enriquece nuestra experiencia urbana.

Plantas trepadoras, hongos, insectos, aves, etc. ocupan cada espacio disponible en un árbol para formar un círculo simbiótico del cual formamos parte directa, por más que nos empecinemos en demostrar lo contrario.

Pese a todo esto, pareciera que la nuestra, como muchas ciudades, tiene algo en contra de estos miembros tan destacados de nuestra sociedad. Casi cada día debemos lamentar la pérdida de algún árbol, muchos de ellos adultos y en plena forma, lo que le da al problema un matiz trágico del cual apenas nos percatamos pese a su terrible impacto en la sociedad y su medio.

Ya sea por la inconsciencia de unos cuentos que le maltratan cuando sigue siendo frágil, o por la realización de alguna obra civil en nuestro entorno, el árbol es continuamente talado y después olvidado. Ya nadie habla de  los muchos derribados en la Colonia Reforma para la construcción de una tienda de autoservicio, o más recientemente de los que desaparecieron en la zona de Cinco Señores para la edificación de una obra vial y otros tantos que se pierden cada día anónimamente.

Estas acciones, pueden estar justificadas –aunque a veces no lo suficiente– sin embargo, no deben ser pretexto para negarle a la ciudad y sus habitantes eso que nos tiene vivos. Si un árbol desaparece cientos deberían surgir, no solo ser plantados y olvidados, sino acompañados y cuidados  –la mayor parte de los árboles plantados no llega a adulto.

Como quién cuida lo más precioso, porque eso es lo que nos regalan cada día: una mejor, agradable y sobretodo, posible, vida.

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