Transporte y demanda

Transporte y demanda

Hasta donde podemos llegar

Sin duda alguna un elemento central en la vida de la ciudad de Oaxaca tiene que ver con las opciones de transporte público que en la urbe operan y el nivel de demanda y servicio que de ellos esperamos.

Casi todos los habitantes de esta ciudad hoy con proporciones metropolitanas, hemos hecho uso de manera cotidiana o eventual de algún medio de transporte público. Nuestras actividades suelen desarrollarse en toda la geografía de la ciudad, trabajo, escuela, comercio ocio, las desarrollamos en prácticamente cualquier sector en la urbe, en parte por el impulso de nuestra dinámica cotidiana y en parte por falta de planeación en la ciudad pero eso es otro tema.

La suma de esto son literalmente cientos de miles de viajes diarios que se multiplican a medida que la ciudad se hace más compleja y su población joven entra en un rango de edad productivo.

Para resolver esta demanda se ha construido de manera intuitiva y sin mucha planeación un sistema de transporte compuesto por una diversidad de vehículos y modalidades que abarcan prácticamente todo el espectro disponible, con excepción de los sistemas masivos. La red de transporte público de la ciudad la componen, lo mismo autobuses, que mototaxis, suburbans, que taxis colectivos o locales.

En conjunto se ha construido una estructura de la que dependen para su sustento miles de familias sin que el sistema tenga algún sustento en particular que no sea la iniciativa o intereses de alguna de las asociaciones sociales que operan las concesiones.

El problema es que cuando un sistema crece en la forma en que ha crecido este, casi todo el peso de su operación cae al usuario. El exceso de recorridos, la falta de pasaje, el bajo rendimiento de los vehículos usados, son solventados desde el usuario, quién resulta cautivo de un sistema que no termina de ofrecerle el servicio que merece, pero del cuál se esta haciendo responsable casi en su totalidad.

En fechas recientes hemos dado cuenta en medios de comunicación, declaraciones y hasta amenazas a propósito de perdidas y bajos rendimientos de los concesionarios de transporte debido a las crispaciones sociales y el aumento en el costo de combustibles. Lo que puede ser cierto, hasta un cierto punto.

Lo que se extraña es que en ninguna de estas declaraciones llevara una sola frase de autocrítica. Ni una mención al mal estado de las unidades, a la falta de capacitación de los choferes, a la falta de respeto constante que muestran los cobradores, a las carreras urbanas que continuamente comparte, a las jornadas de trabajo que tiene que hacer los choferes y que supera o duplica el máximo autorizado.

De nuevo todo el peso de la problemática del sector pretende ser trasladado al usuario, mediante la solicitud de un nuevo aumento de tarifa, que se solicita cuando aún no se han cumplido los compromisos anteriormente adquiridos. De momento no se han reorientado rutas, los camiones siguen siendo alterados por su choferes y la seguridad en las unidades va en picada.

En el caso de los taxis seguimos siendo víctimas de la falta de un tarifario claro, de la mala atención de choferes y de la inseguridad del servicio. Ante esto el usuario esta desprotegido ante las poderosas asociaciones que apadrinan estos servicios y que superan el poder del simple consumidor, que no se ve en otro papel que el de acatar esta realidad.

¿Pero hasta dónde, que ha traído como consecuencia esta realidad? El resultado es casi obvio, la desestimación de los usuarios por el transporte público y un vuelco hacia el transporte privado. Lo que se convierte en un circulo vicioso que de a poco va golpeando la ciudad y su calidad de vida.

A medida que la población se motoriza de manera individual, el número de unidades se multiplica exponencialmente y con ellos los problemas que acarrean. Congestión vehicular, contaminación del medio ambiente, e incremento del estrés en las personas. La ciudad se orilla cada vez más hacia un estado de emergencia que amenaza su propia estabilidad.

Urge reflexionar en colectivo sobre esta situación, aceptar responsabilidades desde los distintos sectores involucrados e iniciar un proceso de cambio y transformación. En la situación actual que guarda la ciudad y sus habitantes no debería prevalecer un sistema de intereses minoritarios, si no el bien de la mayoría como antídoto a la falta de un sistema eficiente y justo.

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