La ciudad de Oaxaca

La ciudad de Oaxaca

100 entregas después

Esta que leen en la columna número cien que aparece publicada en este diario, eso significa que se están por cumplir dos años desde que apareció la primera entrega  hablando de la historia del ferrocarril en la ciudad de Oaxaca. Desde entonces muchas cosas han ido y venido y los escenarios de la ciudad se han transformado, a veces para bien, a veces no.

El debate y la lucha por la ciudad no pueden ser tomados a menos, tenemos suficientes experiencias negativas de las consecuencias de que esto suceda. La importancia de mantener un sistema urbano saludable y en constante revisión y cambio es esencial y aunque se define a sí misma no está de más recordar la importancia que las ciudades como la nuestra tienen y tendrán en un futuro no muy lejano.

Recordemos algo que hemos mencionado constantemente en esta columna, el proceso de urbanización de nuestra sociedad ya abarca casi el 80 por ciento de la población nacional. El resto se encuentra en camino a esta realidad o está de alguna manera muy conectada con el modelo de vida urbana de formas directas o indirectas. Al final serán muy pocas personas las que queden exentas de este proceso integrador.

Aquí, en la ciudad se genera y maneja la mayor parte de la riqueza de nuestra sociedad, se crean la gran mayoría de los empleos y se mantienen los mejores niveles de vida. Pero también es el lugar donde se concentra el conocimiento, donde los servicios son mejores, la infraestructura prosperan y donde las opciones de ocio se hacen más diversas.

De allí que ya sea de manera formal o informal la lucha por el control del espacio urbano ha sido particularmente dura en los últimos tiempos. Y que una parte importante de la población que aquí habita no ha sido más que víctima y testigo de este encuentro, en ocasiones  inclusive violento.

Lo presenciamos de distintas maneras, desde la ocupación de los espacios públicos por comerciantes callejeros informales, hasta los choques entre sindicatos, organizaciones sociales y otros actores, que se confrontan al estado con la ciudad como fondo. No es una casualidad que eso suceda, lo que no terminamos de darnos cuenta es que lo que está en juego es la ciudad misma y todo lo que representa.

Es decir, la ciudad se ha convertido cada vez más en el centro de un debate fundamental sobre el destino de buena parte de nuestra sociedad, si no terminamos de comprender esta realidad se compromete el porvenir de varias generaciones que nos vienen siguiendo de cerca. El compromiso abstracto con la ciudad se convierte entonces en un compromiso con aquellos que habitarán nuestras ciudades en un futuro.

La lista de problemas y aspectos a debatir se complica de igual manera a medida que la población que habita las ciudades se hace más diversa. Ya no basta con suponer que las necesidades de la ciudad se acotan a la dotación de servicios básicos y el pavimentado de calles. Eso apenas es el inicio de una serie de argumentos mucho más profundo y delicados.

Es mejor que las distintas áreas de la sociedad y su gobierno se den cuenta de esto lo antes posibles. Antes de que se reproduzcan sin control fenómenos sociales y humanos desagradable para la vida de la ciudad y sus habitantes. Es el caso de lo que ha acontecido en algunas ciudades del norte de México como Ciudad Juárez o Monterrey, temas que hemos tratado en estas mismas columnas y que son la muestra de hasta donde se puede empujar una ciudad ante la incomprensión de su realidad actual.

El discurso por la ciudad es entonces uno que se debe construir cada día, y debe ser mucho más amplio e inclusivo de lo que ha sido hasta ahora. Debería ser un discurso formado desde la participación de todos los actores que en la ciudad se manifiestan, en igualdad de circunstancias. Pero sin las estrategias de presión y extorción que algunos ponen en práctica en detrimento de muchos.

El dialogo debe ser eso, un discurso impulsado desde las ideas y los debates bien fundamentados, al cual están invitados todos los actores de la sociedad. Porqué sólo así con el compromiso y trabajo de todos estos actores, es que podremos encontrar el camino común a la mejora de este espacio común donde vivimos y al que todos acudimos en la búsqueda de la concreción de nuestros objetivos cotidianos.

La ciudad se está reinventando cada día, no ha dejado de ser así desde que se edificó la primera, así se unió en un solo lugar el conocimiento y la rueda de la sociedad empezó a girar más rápido. Estos maravillosos artefactos contemporáneos si bien son donde se acumulan los problemas, también son de donde parten las soluciones. Este es quizás su principal virtud y es el factor al que nos deberíamos aferrar.

Casa de la Ciudad