Del verde al gris y de vuelta al verde I

Del verde al gris y de vuelta al verde I

Del verde al gris y de vuelta al verde I
Y se hizo el concreto

Entender la dinámica bajo la cual han sido constituidas y reconstituidas la ciudades en la actualidad, significa en muchos casos entender el intenso proceso de transformación del territorio que ha representado la construcción de la sociedad urbanizada que hoy somos.

A su vez, comprender estos cambios es también conocer mucho de nuestro origen, y un intento por vislumbrar un poco de nuestro futuro.

La configuración actual de las ciudades en México, Latinoamérica y buena parte del planeta tienen, por decirlo de alguna manera, fecha de inauguración. Son el resultado de los procesos de globalización de las actividades productivas acontecidos desde el último cuarto del siglo XX y que condujeron al establecimiento de la economía de exportación, lo mismo que la fragmentación y destrucción del agro y su modelo de vida.

En orden de mención, la llegada de la economía exportadora generó una serie de polos urbanos muy atractivos para el mercado de trabajo que generaron una ciudad más densa y diversa en su carácter social, lo cual era atractivo para muchas personas. Por otro lado, la caída del agro acarreo dos fenómenos muy relevantes para entender las ciudades hoy día: una segunda oleada masiva de inmigrantes rurales a la ciudad y un consumo acelerado de suelos antes agrícolas dentro de las manchas urbanas ya constituidas.

Desde luego podemos nombrar muchos otros fenómenos dentro de este proceso, pero las consecuencias que trajo la combinación de los dos antes mencionados fueron definitivas para comprender el estado de la ciudad actual.

De forma tal que podemos asegurar sin muy poco temor a equivocarnos que el perfil de nuestras ciudades es resultado de la aparición de la clase obrera urbana, la urbanización de campesinos y el consumo de suelos rurales y rústicos.

Esto significó la urgente construcción de vivienda para literalmente millones de personas que inmigraban a las ciudades a velocidades muy rápidas. Al tiempo, su descendencia ya urbanizada mantenía cuando menos en las primeras generaciones un crecimiento similar al de las familias rurales que se iría transformando al paso de las nuevas hasta estabilizarse.

El modelo de vivienda predominante en los nuevos asentamientos que la ciudad iba constituyendo fue predominantemente unifamiliar, con una cercanía al modelo rural del que provenía la mayor parte de esta población.

Esto significó un gran consumo de suelo al inicio del proceso, pero eventualmente los solares se fraccionaron, y la densidad aumentó. Hoy sabemos que la ciudad que se construye a sí misma, se caracteriza por una alta concentración de personas. Es, hasta cierto punto, una ciudad más sustentable que otros modelos de urbanización, como los llamados fraccionamientos y que actualmente se encuentran vacíos en medio del Valle de Oaxaca y con 100 mil unidades desocupadas a nivel nacional.

Este proceso de ocupación y urbanización del suelo en las ciudades se ha prodigado a nuestros tiempos con apenas variantes y excepciones. Algunas urbes se asomaron unos cuantos años después que otras al proceso, pero en general ha sido la forma en que casi el 80 % de nuestra población ha ingresado al mundo urbano, separándose de su progenitor rural.

En ese proceso una cosa fue más y más evidente. Para que la ciudad y sus habitantes lograran expandirse con tal contundencia necesitaron de la flexibilidad de un material que permitiera la urbanización y la edificación de viviendas de forma rápida accesible y duradera. Y nada representaba mejor esas cualidades en cualquier terreno y circunstancia que el concreto.

El cemento o concreto vino a llenar el nicho que había quedado vacío ante lo complejos y prologados que resultaban los procesos de construcción tradicional. Al tiempo junto con el acero representó una forma de edificar en situaciones muy complejas como zonas sísmicas, que es el caso del Valle de Oaxaca o el de México. Finalmente, permitió el desdoble de la vivienda en varias plantas, asumiendo el crecimiento familiar.

Pero la irrupción del concreto sin control no solo facilitó la expansión de la ciudad y el alojamiento de sus nuevos habitantes. También tiñó de gris el paisaje y selló su suelo. Este es el tema que trataremos en la siguiente entrega de esta columna.

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